Madrid
La nueva amenaza de Donald Trump a los socios europeos de la OTAN que no superan el 2% de su PIB en desembolsos militares ha abierto de nuevo el melón geoestratégico más delicado del viejo continente. El más que probable aspirante republicano a la Casa Blanca en las elecciones de noviembre no ha tenido reparos en animar a Vladimir Putin a hacer lo que "diablos quiera" en Europa por la deficitaria contribución de algunos socios de la UE a las arcas de la alianza.
La embestida dialéctica del exmandatario americano ha vuelto a levantar sarpullidos en Europa, donde se empieza a recordar el alto voltaje diplomático que los lazos transatlánticos vivieron a lo largo de su periplo presidencial, entre 2016 y 2020. Pero, sobre todo, ha generado una certeza de que una hipotética (y cada vez más real, según las primeras encuestas) victoria en las urnas volverá a agitar el orden global y a enervar a los aliados de Washington, con un claro acuse de recibo a Bruselas.
Entre otras razones, porque la incitación al expansionismo de Vladimir Putin que lanzó Trump desde el campus de la Universidad de la Costa, en Carolina del Sur, horas antes de su presencia en otra de las convenciones republicanas que le está llevando en volandas hacia su nominación contra el presidente demócrata Joe Biden, se produjo en un momento trascendental.
Esencialmente, por tres razones. De un lado, por la retirada del Ejército de Ucrania de la ciudad de Avdivka, que ha dado a Rusia su mayor conquista militar desde la toma de Bajmut, en marzo de 2023 y la apertura de un pasillo estratégico para avanzar por el Donbás. De otro, porque coincidió con la muerte del opositor Alexéi Navalni -el enemigo político número uno de Putin- y las acusaciones al Kremlin del homicidio en la prisión de máxima seguridad próxima al Ártico. Y, finalmente, porque surgen cuando las filas republicanas en el Congreso refuerzan su boicot a conceder a Kiev nuevas líneas financieras y ayuda militar.
Las palabras de Trump no solo vuelven a ser imprudentes, sino que revelan una vieja obsesión. Su advertencia a los socios europeos de la OTAN con un gasto militar inferior al 2% de su PIB de que podrían "no recibir ayuda" militar estadounidense en caso de "ataque de Rusia" ha puesto otra vez en el candelero las contribuciones europeas al club militar occidental. Pero ¿son ciertas las quejas de Trump? Y, sobre todo, ¿puede Europa crear un ejército propio con el que repeler las amenazas geopolíticas que le acecharán en el futuro?
Esta radiografía, con cuatro focos candentes, ayuda a entender la dimensión de este desafío.
1.- El 35% del club atlántico aporta más del 2% del PIB.
Los aliados a los que el expresidente americano denomina "delincuentes" por incumplir con el 2% de los gastos militares representan el 65% de la OTAN. Pero no son morosos. Los estatutos de la institución no obligan a sus 31 Estados a una aportación concreta. Es decir, que sus cuotas y contribuciones varían en su forma y escalas. Por ejemplo, hay aliados que prefieren colaborar con un mayor número de efectivos militares, otros con más armas, vehículos acorazados, buques, helicópteros, cazas de combate. Algunos se han especializado en la asistencia médico-sanitaria y, por supuesto, solo EEUU, Reino Unido y Francia pueden facilitar ojivas nucleares.
EEUU, Alemania y Reino Unido son los grandes contribuyentes monetarios de una organización que carece de un ejército propio, ya que sus operaciones militares se gestionan con recursos humanos, materiales y tecnológicos de sus miembros. En 2023, solo 11 países registraron unos gastos en defensa superiores a la cota comprometida. Polonia, con el 3,90%; EEUU, con el 3,49% y Grecia, con el 3,01% conforman el tridente de mayor esfuerzo financiero dentro de un top-eleven que completan Estonia, Finlandia, Hungría, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia y Reino Unido.
De los 20 con dotaciones inferiores al 2%, Luxemburgo, con un 0,72%, Bélgica (1,13%) y España, con una rúbrica del 1,26% son los que menos recursos proporcionales desplegaron en 2023, con otros cinco por debajo del 1,5%.
2.- ¿Delincuentes? La financiación es voluntaria y aumenta
Jens Stoltenberg, el secretario general de OTAN, ha sido explícito esta semana al tratar de zanjar la cuestión. En 2024, habrá 18 de sus socios que rebasarán el 2% del PIB en gasto militar. Con todos los aliados europeos elevando sus dotaciones desde hace un decenio, con la invasión rusa de Crimea, primero, con la llegada a la Casa Blanca de Trump, después, y a raíz del conflicto armado en Ucrania, su último salto presupuestario.
De hecho, en 2023, los gastos en defensa con destino a la OTAN se elevaron en un 11% y, de un modo específico, en el caso de los aliados europeos y Canadá, a los que acusa el líder republicano de incumplimiento con las arcas de la alianza, se situaron en el 8,3%, lo que eleva su inversión combinada al 2%. Con este esfuerzo, la OTAN dispondrá este ejercicio de 380.000 millones de dólares, con el 62% de sus socios cumpliendo el límite.
Los fondos aliados son, pues, comunes y se usan tanto de forma directa -a misiones, programas industriales y de innovación militar y armas- como indirecta, para cubrir los 3.300 millones que, por ejemplo, se desembolsaron el año pasado en burocracia. Es decir, que los aliados se dotaron de una financiación colectiva, voluntaria y en fideicomiso que entierra toda retórica trumpista.
3.- ¿Está Europa seriamente amenazada?
La reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, donde la embestida dialéctica de Trump cayó como un jarro de agua fría, dejó varias lecturas.
El posible vacío americano en la seguridad en el viejo continente, después de 80 años de alianza, y con una guerra en sus fronteras, podría solventarse "con rapidez" y antes de noviembre, fecha de una eventual victoria de Trump, avisa el ministro de Defensa germano, Boris Pistorius, pese a que apelaba a la "calma" al valorar cualquier quiebra atlántica tras una presunta sustitución en la Casa Blanca.
La producción armamentística europea está en aumento y podría llegar a alcanzar las ratios de EEUU de "forma inminente", según Rheinmetall, la gran manufacturera militar alemana. "No hay una amenaza real a la OTAN", admite el almirante Rob Bauer, responsable del Comité Militar Internacional de la Alianza.
La producción armamentística europea está en aumento y podría llegar a alcanzar las ratios de EEUU de "forma inminente"
Pero los servicios secretos de Estonia no respaldan esta tesis e inciden en que, "en la próxima década, el riesgo de un altercado bélico entre Rusia y el club del Atlántico Norte es más que factible". También comparte este diagnóstico el Ministerio de Defensa danés. En su opinión, el Kremlin tanteará en los próximos tres o cinco años la solidaridad de los aliados sobre el Artículo 5 de la organización que invoca la defensa colectiva cuando se produzca un ataque sobre alguno de ellos. "Moscú es el principal escenario de confrontación", añade Copenhague "citando "nuevos datos relevantes.
Este riesgo detectado en socios escandinavos y bálticos es, para otras agencias de inteligencia de la UE, "una alarma quizás excesiva, pero nada descartable".
4.- ¿Puede la UE confeccionar un ejército propio?
The Economist lo ve improbable. Al menos, a corto plazo. Sin opciones de reemplazar la ayuda militar estadounidense, sin apenas capacidad nuclear -salvo la francesa, una vez consumado el brexit-, y con un liderazgo difuso, incluso en el eje franco-alemán y pese al compromiso de Berlín de rearmarse con el empleo del 2% de su PIB.
Tampoco es que en el seno de la OTAN ha habido una programación concienzuda. En 2022 se aprobó su primer plan de defensa desde la Guerra Fría donde se exigió triplicar el poder militar de sus socios europeos, lo que suponía elevar en un 50% sus gastos en defensa, hasta alcanzar el 3% de su PIB. Esta falta de previsión crea distorsiones. El International Institute of Strategic Studies (IISS) menciona que este salto inversor -desde 2014- no ha supuesto un incremento de unidades de combate, sino que, más bien al contrario, las aportadas por París o Berlín se han reducido.
La embestida dialéctica de Trump cayó como un jarro de agua fría
Algunas de sus capacidades, además, deben reforzarse. Michael Kofman, un experto militar que consulta el diario británico pone el dedo en la llaga: "Los militares europeos pueden hacer todo realmente bien, pero no todo el despliegue estratégico que se requiere, ni durante un periodo demasiado prolongado de tiempo". Polonia es un buen botón de muestra. Usa más de la mitad de su casi 4% del PIB en equipamiento, cuando la OTAN aconseja dedicar a ello solo el 20% del presupuesto. Tampoco hay concordancia en definir los contratos armamentísticos, ni entre las cuatro mayores industrias de defensa: Francia, Alemania, Italia y España. Aunque Jan Joel Andersson, del EU Institute for Security Studies, piense que sus maquinarias de guerra no están "ni siquiera fragmentadas", sino "listas para una coordinación racional".
En línea con esta doctrina, Pistorius enfatiza la convicción social cada vez más intensa entre sus compatriotas alemanes de elevar los gastos en defensa, pese a que puedan recortar servicios sociales, y el comisario Thierry Breton, en respuesta a la creación de un programa militar común en la UE sugerido por el presidente galo, Emmanuel Macron o el primer ministro estonio, Kaja Kallas, haya lanzado la idea de movilizar una dotación de 100.000 millones de euros en materia de defensa. Mientras Suecia o Finlandia -entre otros- apuestan por sistemas de "defensa total" con recursos nacionales.
El aviso a navegantes de Stoltenberg activa la urgencia de una mayor factura armamentística
El nudo gordiano del armamento atómico está solventado por el Grupo de Planificación Nuclear (NPG) que comparte tácticas, armas y estrategias conjuntas de sus tres potencias -EEUU, Reino Unido y Francia-, pero la idea de los sesenta de una fuerza multilateral conjunta está lejos de ser una realidad, según el analista Bruno Tertrais. Igual que Sophia Besch, de Carnegie Endowment, para quien, "a menudo, EEUU parece pensar más estratégicamente que la UE sobre Ucrania por sus pasos más decididos" en favor de Kiev. En opinión de esta experta, las "disputas internas" -que, en no pocas ocasiones, reflejan falta de liderazgo del club comunitario-, alejan toda posibilidad de que surja un ejército europeo "al menos en la próxima década".
En este sentido, las palabras más contundentes podrían ser las del propio Stoltenberg. El político noruego cree que "la UE no puede defender Europa porque el 80% de los gastos de la OTAN procede de países ajenos a la órbita comunitaria". El aviso a navegantes de Stoltenberg activa la urgencia de una mayor factura armamentística, incluso si EEUU conserva, bajo la Administración Trump, su actual statu quo en la alianza y la conveniencia de que haya una única voz europea en el Consejo del Atlántico Norte, su máximo órgano ejecutivo, con la que conseguir armonizar criterios en el seno de la OTAN.
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