Madrid
Actualizado:China y Estados Unidos elevaron esta semana el tono de sus acusaciones mutuas y dejaron claro que en estos momentos la voluntad de diálogo es inexistente y que el actual enfrentamiento podría derivar en una cúspide de tensión bélica sin precedentes en Asia.
El Gobierno chino ha renunciado ya a cualquier tipo de contención diplomática a la hora de airear sus diferencias con la Casa Blanca. La cúpula del poder de Pekín ha aprovechado la celebración esta semana de la reunión anual de la Asamblea Popular Nacional (APN) y la exposición de las principales líneas económicas y políticas del país en los próximos meses para soltar el tapón de toda la ira acumulada en los últimos tiempos ante las que consideran injerencias directas de Washington en las zonas de influencia de China en Asia y el Pacífico, y en las estrategias comerciales chinas en el mundo.
Esta presión de Estados Unidos, reflejada en la réplica en Asia de un sistema de alianzas militares con estrategia similar a la de la OTAN en Europa, coincide con el creciente autoritarismo del Gobierno de Xi Jinping tras casi tres años de confinamiento interno por la pandemia de Covid. Xi ha tomado las riendas de una ofensiva exterior para recuperar el tiempo perdido con el aislacionismo y avanzar hacia una preponderancia económica que compita con la visión unipolar estadounidense.
Si durante 2022, y aprovechando las vicisitudes de la guerra en Ucrania, Occidente aprovechó para alinearse contra el peligro ruso y el desafío chino, en 2023 es China la que toma la iniciativa y planta cara ante la presión que llega desde el oeste, para así contrarrestar la influencia occidental en los países emergentes y las economías en desarrollo, especialmente en Asia.
China opta por la línea dura en su política exterior
La ofensiva ya fue apuntada en el XX Congreso del Partido Comunista Chino en octubre pasado y ha sido relanzada esta semana en la APN. Entre sus objetivos está, por ejemplo, la lucha contra las sanciones estadounidenses que impiden la exportación de chips avanzados al gigante asiático y la defensa de la presencia de las nuevas tecnologías chinas en los mercados internacionales.
En la estrategia exterior destaca la asociación de China con una Rusia empantanada en la invasión de Ucrania, pero que sigue siendo un elemento que Pekín precisa para su abastecimiento energético y para equilibrar la presión estadounidense en Eurasia.
Pero sobre todo, es la reclamación de Taiwán como territorio propio, la línea roja donde China no retrocede un ápice y donde podría saltar la chispa de esa futura confrontación armada entre Pekín y Washington, aliado militar de Taipéi.
Un halcón y un lobo al frente de la diplomacia china
El principal adalid de la nueva hoja de ruta china en el marco de la APN ha sido su nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Qin Gang, quien se ha revelado como un halcón de la línea más dura a la hora de rebatir los argumentos y presiones de Estados Unidos, donde además fue embajador entre 2021 y 2022. En Washington pronto le identificaron como uno de esos "guerreros lobo" que integran la diplomacia china de Xi Jinping, formada por pretorianos implacables en sus actos y argumentos.
"El objetivo de la estrategia de Estados Unidos en la región Indopacífica es contener a China", afirmó Qin en el marco de las actividades y reuniones celebradas durante la APN. En opinión de Qin, la forja por Estados Unidos de un bloque pseudo militar con países como Japón, Corea del Sur o Australia, apunta a la implantación de una "versión Asia-Pacífico de la OTAN" que redundará en una nueva Guerra Fría para Oriente.
"Ninguna crisis al estilo de Ucrania debería repetirse en Asia", sentenció al respecto Qin.
Provocaciones continuas entre las dos superpotencias
La tensión entre China y Estados Unidos se disparó en 2022, de forma paralela a la evolución de la crisis desencadenada en Europa por la guerra de Ucrania, y se ha ido agravando en 2023, con una responsabilidad compartida por los dos gigantes enfrentados.
En el caso chino, las maniobras militares cerca de las aguas territoriales de sus vecinos, la prueba de misiles con capacidad nuclear, alguno de los cuales incluso sobrevoló Japón, o la construcción de bases y plataformas de explotación marina en pequeñas islas reclamadas por otros países, no han ayudado a mejorar la desconfianza que pesa sobre Pekín en el este de Asia.
Estados Unidos ha respondido con similares ejercicios navales y aéreos en el estrecho de Taiwán y en las costas de la Península Coreana.
La visita a Taiwán en agosto del año pasado de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, fue uno de los picos de esta tensión. China aumentó sus maniobras militares (algunas conjuntas con Rusia) y Estados Unidos hizo lo propio junto a Corea del Sur y Japón.
En febrero de este año, el incidente del globo chino, espía o meteorológico, derribado por Estados Unidos en su espacio aéreo constituyó otro punto de inflexión. Washington acusó a Pekín de espionaje y de violar su territorio, y China afirmó que Estados Unidos había "sobreactuado" al destruir la aeronave no tripulada.
En palabras de Qin Gang, Estados Unidos provocó "una crisis diplomática que podría haberse evitado" y solo sirvió para poner de manifiesto que considera a China como "su mayor rival y su mayor desafío geopolítico".
El incidente obligó a suspender la visita a Pekín del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken. Este viaje pretendía asegurar algunos de los puntos de distensión planteados en la cumbre en Bali, en noviembre pasado, entre los presidentes Xi Jinping y Joe Biden. La crisis de los globos espías (pues hubo más de uno) atascó de nuevo el proceso.
Un plan de paz chino versus acusaciones estadounidenses
Los intentos de retomar las conversaciones, incluso a un nivel informal, en la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich entre Blinken y Qin no llevaron a ninguna parte. La desconfianza era muy alta.
Con ocasión del primer año de guerra en Ucrania, que se cumplió el pasado 24 de febrero, China presentó internacionalmente un plan de paz que, sin ser muy original, al menos mostró su disposición a mediar en el conflicto. La respuesta de EE.UU. fue inmediata: acusó a Pekín de preparar el envío de armas letales a Rusia.
Estas sospechas no han podido ser demostradas, pero han provocado una oleada de críticas a Pekín por parte de los aliados europeos de Washington, alguno de los cuales ha llegado a advertir a China de que semejante apoyo traspasaría una línea roja que llevaría a la Unión Europea a apoyar las sanciones estadounidenses contra el régimen chino.
China defiende a Rusia como pilar para construir un mundo multipolar
Aunque apuesta por la soberanía de los estados, Pekín no ha condenado a Moscú por su invasión de Ucrania, posicionamiento ambiguo que ha recibido duras críticas en Occidente. Esta semana, y aprovechando la sesión de la Asamblea Popular Nacional, el Gobierno de Xi Jinping ha perfilado más ese respaldo a Rusia. No ha defendido su invasión de Ucrania, pero sí ha calificado a Moscú como un aliado indispensable en estos tiempos convulsos.
"Con China y Rusia trabajando juntas, el mundo tendría la fuerza motriz de la multipolaridad y la democracia en las relaciones internacionales", ha dicho Qin, aunque no quedara muy claro a qué democracia se refería con sus palabras.
La mayor brecha entre Estados Unidos y China está en torno a la isla de Taiwán, un escollo que tiene pocos visos de ser solventado y que podría ser el detonante de un próximo conflicto armado entre los dos países.
En la APN se subrayó que Taiwán es parte indisoluble de China y que EE.UU. debería retirar sus ofertas de defenderla militarmente en caso de que Pekín intente recuperar la isla por la fuerza, algo que el propio Xi Jinping no ha descartado en alguno de sus discursos.
Taiwán, el vórtice de la tormenta sino-estadounidense
La crisis de los globos espías tuvo un efecto quizá positivo en torno a Taiwán. Desactivó una visita que, de haberse producido, habría disparado la confrontación entre China y Estados Unidos hasta rozar el enfrentamiento directo.
El nuevo presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy había indicado su disposición a repetir el viaje (y la provocación) de Nancy Pelosi a Taiwán. Era su primera gran apuesta exterior y tenía previsto realizarla en este mes de marzo o a más tardar en abril. La crisis del globo espía ya dio la primera llamada de atención sobre la inconveniencia de este viaje, que habría sido considerado por Pekín como una nueva bofetada estadounidense.
La presidenta de Taiwán, Tsai Ing-we, ha sido la encargada de traer un poco de sentido común a la arena diplomática y ha propuesto que sea ella quien viaje para ver a McCarthy en California. Lo que no quiere decir que Washington no eche mano del congresista en un futuro si quiere enfadar de verdad a China.
El titular de Exteriores chino sacó los colores al doble juego estadounidense: "¿Por qué no respeta la soberanía de China en la cuestión de Taiwán y nos exige que mostremos que respetamos la soberanía de Ucrania? ¿Por qué envía armas a Taiwán y nos pide que no enviemos armas a Rusia? Si Estados Unidos quiere paz debe dejar de usar Taiwán para contener a China y rechazar y detener la independencia de Taiwán".
Qin Gang fue incluso más sombrío: "si Estados Unidos no pisa el freno y sigue avanzando a toda velocidad por el camino equivocado, no habrá guardarraíl que pueda evitar el descarrilamiento".
En ese caso, "seguramente habrá conflicto y confrontación", vaticinó el diplomático chino.
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