ROMA
Matteo Renzi contra Luigi Di Maio; Silvio Berlusconi contra Matteo Salvini; Di Maio contra Salvini; Berlusconi contra Renzi; Salvini contra Di Maio; Renzi contra Berlusconi; Salvini contra Renzi; Di Maio contra Berlusconi; Renzi contra Salvini; Berlusconi contra Di Maio; Salvini contra Berlusconi; Di Maio contra Renzi... El país con forma de bota, en este momento, es un partido de fútbol con cuatro equipos donde todos juegan contra todos. Y hasta el árbitro está montando, in extremis, un equipo con los linieres.
Así no hay quien pueda ganar un solo mísero partido. Ni apostar por la credibilidad de la liga política italiana. "No sé lo que va a ocurrir a partir de mañana", explica Umberto, preparador físico de un gimnasio en Roma: "Lo que sí sé es que estoy realmente preocupado. Y que la gente está realmente cansada. Está a punto de dejar de creer en la política".
Más de 51 millones de transalpinos, como Umberto, decidirán este domingo el futuro de su país, de 07.00 a 23.00 horas, en las elecciones más inciertas de la historia reciente de la Italia republicana. Los electores tienen por delante un panorama aparentemente positivo en términos de variedad política, pero a la vez nefasto desde la perspectiva de la gobernabilidad (por cierto, un vocablo desconocido para un país que ha gozado ya de 64 Gobiernos en algo más de 70 años).
Aritmética a un lado, los transalpinos se juegan mucho más que un futuro equilibrio de Gobierno. Italia es el último gran país fundador de la Unión Europea que se juega su futura relación con ella. Dos caminos: la moderación de Merkel-Macron-Rajoy o el populismo de Trump-Orban-Kurz.
En un contexto de leve recuperación económica en el país mediterráneo, la partida se juega en si la demagogia de los extremos ganará o no sobre la sobriedad –a veces, tibieza– de la moderación. Impuestos, pensiones, migraciones, euro y Unión Europea: los cinco temas neurálgicos de una campaña electoral muy televisiva –y por ello barata, a golpe de entrevistas en directo a todos los candidatos principales– determinarán el futuro de una legislatura decisiva.
La cuestión migratoria ha sido el tema más tergiversado en los últimos meses
La cuestión migratoria ha sido, posiblemente, el tema más tergiversado en los últimos meses. Algo que se ha visto agravado por los atentados en la ciudad de Macerata (Las Marcas, Italia), donde hace exactamente un mes un hombre armado con pistola disparó, con el coche en marcha, a seis personas de origen subsahariano. A partir de ahí el clima político, tal como se preanunciaba, subió de nivel: xenofobia, fascismo y antifascismo. La derecha se aprovechó del evento para asegurar que "sobran" inmigrantes (luego se corrigieron enseguida especificando los "clandestinos"). Por su parte, la izquierda se mostró demasiado débil a la hora de demostrar que la mayor parte de Italia, independientemente de su preferencia política, no es racista.
Cuatro partidos se juegan la presidencia del Gobierno italiano. Según los últimos sondeos publicados hace dos semanas (la ley italiana impide la publicación de los mismos en los 14 días antes de las elecciones), el Movimiento 5 Estrellas (M5E) liderado por Luigi Di Maio y fundado por el cómico Beppe Grillo podría alcanzar un 28% de los consensos. El Partido Democrático (PD), capitaneado por el ex primer ministro Matteo Renzi sería la segunda formación del país con un 22,5% de los consensos.
El partido del magnate Silvio Berlusconi, Forza Italia (FI), defendería la presencia parlamentaria del ex Cavaliere y expresidente del Gobierno con un 16,5% de los votos. La Liga refundada por Matteo Salvini (antes, era la separatista Liga Norte) podría sumar un 13% de las preferencias electorales a la coalición que forma junto a Berlusconi. Libres e Iguales (LeU), partido fundado recientemente (como una costilla rebelde y amable del PD) por el exmagistrado antimafia Pietro Grasso, la presidenta saliente de la Cámara de los Diputados Laura Boldrini y el ex primer ministro italiano Massimo D’Alema, podría alcanzar incluso un 5,5% de los votos en su estreno.
Para ganar las elecciones, según la nueva Ley Electoral italiana conocida periodísticamente como Rosatellum Bis, es necesario alcanzar tan sólo el 40% de los votos para conseguir una mayoría parlamentaria sólida en la Cámara de los Diputados y en el Senado.
Todo ello gracias a una extraña y compleja combinación de un sistema electoral tanto mayoritario como proporcional que, esencialmente, según los expertos italianos, ha sido redactada por el PD, FI y Liga para que el Movimiento 5 Estrellas, primero en las encuestas, no gane las elecciones. Ya que, según la nueva Ley Electoral, se premian las coaliciones, y los grillinos no se han juntado con nadie.
Las posibilidades de Gobierno para el lunes por la mañana son múltiples y poco sólidas, salvo sorpresas en las votaciones de este domingo. Si nos las hubiera, se vislumbran tres escenarios.
El primero: que el partido más votado sea el Movimiento 5 Estrellas de Luigi Di Maio, pero no podría alcanzar el deseado 40% de los votos para gobernar y por el momento no quieren aliados. El segundo escenario: que Berlusconi y Salvini, unidos por la necesidad y reconcomidos por la rivalidad, gobiernen juntos. ¿Quién sería entonces el presidente del Gobierno? La Liga tiene claro que Salvini será su premier y Berlusconi está inhabilitado hasta 2019.
Por eso Forza Italia (o sea, Berlusconi en persona) ya tiene listo a Antonio Tajani, actual presidente del Parlamento Europeo (quien ya ha dado su ok), para que vuelva a las filas de Forza Italia y presida el Consejo de Ministros. Todo dependerá del peso que tenga Forza Italia y Liga dentro de la propia coalición en el caso de que sea ésta la que gane.
El tercer escenario: que el PD de Renzi y FI de Berlusconi, quienes ya tienen precedentes en materia de acuerdos puntuales de carácter constitucional, formen un Gobierno de coalición con el objetivo de consolidar un Ejecutivo moderado y europeísta que tranquilice a Bruselas. Pero esto dependerá de si el PD y FI no se desploman en beneficio del Movimiento 5 Estrellas y la Liga.
Como suele pasar en unas elecciones en el seno de cualquier democracia occidental, la partida se juega, fundamentalmente, en el centro y en los indecisos. Y en lo que se refiere a este domingo, serán más decisivos que nunca. Según algunos medios italianos, los indecisos podrían estar en torno al 10% y los abstencionistas podrían representar incluso un 30% del electorado. Un electorado desencantado ya no con cierta política, sino con toda la política.
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