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La hoja de ruta del asesor económico en la sombra de Javier Milei

El exministro de Economía de Argentina, Domingo Cavallo, procura no criticar al actual titular del Palacio de Hacienda pero observa que no se ha lanzado un plan de estabilización consistente.

El exministro de Economía, Domingo Cavallo, en una conferencia en Buenos Aires, Argentina, el 19 de noviembre de 2001.
El exministro de Economía, Domingo Cavallo, en una conferencia en Buenos Aires, Argentina, el 19 de noviembre de 2001. Daniel García / AFP

Domingo Cavallo es considerado por el presidente de Argentina, Javier Milei, como el mejor ministro de Economía de la historia del país. En el último texto publicado en su blog ofrece el sendero de salvamento ante el probable naufragio del plan Caputo.

Procura no criticar al actual titular del Palacio de Hacienda al justificar las medidas que se tomaron en las primeras semanas, pero observa que no se ha lanzado por ahora un plan de estabilización consistente. Esta es la tarea que propone para los próximos meses.

La preocupación de Cavallo por el futuro inmediato de la economía bajo el gobierno de Milei es comprensible, inquietud que tienen la mayoría de los economistas sean ortodoxos o heterodoxos. No les faltan motivos para estar intranquilos.

El recorrido financiero y cambiario del plan Caputo es decepcionante para empresarios y economistas entusiasmados con el gobierno de Milei. Las cotizaciones de los dólares financieros continúan en carrera ascendente y con el cierre del contado con liquidación del último viernes (0,07 euros) la brecha cambiaria (diferencia porcentual entre el dólar oficial y dólar paralelo) es del 60%. Y las perspectivas son que se siga ampliando.

El saldo de la gestión Caputo

El objetivo del equipo económico era bajar sustancialmente la diferencia entre el tipo de cambio oficial y los paralelos, objetivo alcanzado en las primeras semanas de la nueva administración, estado de gracia que duró muy poco. La reducción de la brecha cambiaria es síntoma de confianza acerca del rumbo de la gestión económica y señal de transitar hacia la normalización cambiaria.

Con el saldo de estas últimas semanas irrumpe el siguiente interrogante: ¿Cuándo tuvo lugar una corrida cambiaria (la compra masiva de dólares) después de una megadevaluación que condujo a un inmediato acuerdo con el Fondo que comprometió un fortísimo ajuste fiscal?

Más aún: ¿cuándo sucedió un escenario de inestabilidad cambiaria en el transcurso de la luna de miel de los 100 días de un nuevo gobierno?
No hay antecedentes de tan malos resultados inmediatos en gobiernos elegidos en las urnas desde 1983. La dupla de economistas Milei-Caputo lo ha logrado.

La inconsistencia del esquema macroeconómico, que no puede definirse como plan porque sólo es una sucesión de medidas descoordinadas, es señalada por un amplio abanico ideológico de economistas y es el motivo principal de la compra masiva con incremento de la brecha cambiaria.

El argumento político que explica el desastre actual que dice que es culpa de la herencia de la gestión económica de Sergio Massa sirve para tranquilizar a fanáticos, pero quienes evalúan la situación de forma desapasionada saben de los errores de diseño y debilidad del plan Caputo.

Tasa de inflación descontrolada

La inflación mayorista del 54% en diciembre adelanta una tasa minorista de enero muy elevada. Así se va evaporando la extraordinaria ventaja cambiaria del ajuste del 118% aplicada por Caputo. La especulación que existe en el mercado financiero no es si habrá otra fuerte devaluación, sino cuándo se concretará.

La megadevaluación incentivó la venta de dólares del complejo agroexportador, pero la acumulación de reservas es temporal debido a los próximos pagos de deuda (FMI y bonistas privados) y, fundamentalmente, porque se han pisado las importaciones hasta niveles que han paralizado la producción de cuatro terminales del sector automotor (VW, General Motors, Nissan y Renault).

En un pasado reciente esta situación sería un escándalo en el mundo empresarial; hoy todos son indulgentes atribuyendo a la herencia la actual fragilidad macroeconómica de la gestión Caputo.

Al Banco Central le cuesta mucho acumular reservas excedentes (la cantidad adquirida hasta el momento se evaporará en poco tiempo). La apuesta oficial apunta a la liquidación de la cosecha de soja y maíz a partir del próximo abril.

Se sabe que los dueños de los dólares no los entregarán si no reciben una mejora sustancial del tipo de cambio efectivo. Puede ser que de este modo economistas de la corriente dominante descubran que el problema central de la economía argentina es la falta de dólares en el Banco Central y no tanto la cuestión fiscal.

Caputo ha mostrado que ha perdido la supuesta aureola de genio de las finanzas porque no ha conseguido ni un dólar adicional de bancos y fondos del exterior ni de organismos internacionales. El naufragio del plan Caputo invita a observar a quién puede escuchar el influenciable Milei en materia económica: Domingo Cavallo, que actúa como asesor económico en las sombras.

El ídolo de Milei

La mayoría de los analistas se detuvo en la estimación acertada de Cavallo del 25% de tasa de inflación de diciembre. Sin embargo, es más relevante conocer el horizonte que plantea para este año, puesto que sus opiniones son ponderadas por Milei.

El ministro de Economía durante los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa escribió que en una economía con un alto grado de dolarización de hecho, un plan de estabilización sólo puede implementarse cuando se ha logrado eliminar todo vestigio de restricciones al movimiento de capitales y el mercado cambiario funciona como uno único y libre.

Indica que hasta que se den las condiciones para lanzar el plan de estabilización es muy importante que se logre estabilizar el tipo de cambio real a un nivel compatible con el comercio exterior sin restricciones cuantitativas, sin vestigios de sesgo antiexportador y con un nivel de reservas externas suficientes para respaldar los pasivos monetarios del Banco Central.

Poner fin a la restricción al movimiento de capitales

Carvallo dice que las medidas anunciadas apuntan a facilitar el realineamiento de precios relativos y la eliminación del déficit fiscal, pero indica que Caputo aún mantiene todas las restricciones al movimiento de capitales.

Se refiere a todas las variedades de restricciones cambiarias que se fueron acumulando desde fines de 2019, "llegando a conformar un sistema cambiario caótico que sólo alienta el atesoramiento de dólares billetes dentro del país y la fuga al exterior del capital financiero, además de la sobrefacturación de importaciones y la subfacturación de exportaciones".

Propone tener como meta la puesta en marcha del plan de estabilización prometido en la campaña electoral. Es decir, perseguir la eliminación completa de las restricciones al cambio mientras se limita rápidamente la emisión de pesos. "Es la mejor guía para el diseño de las medidas que el equipo económico deberá adoptar", avisa Carvallo como mensaje a Caputo y Milei.

Carvallo amonesta al Gobierno porque no debería entusiasmarse con la reducción de la brecha entre el tipo de cambio oficial y el dólar contado con liquidación (CCL). Asegura que este último está muy lejos de ser un mercado libre de cambios.

El economista indica que para avanzar hacia el mercado único y libre de cambios es muy importante que, cuanto antes, el Gobierno elimine los varios cepos que impiden que exista un mercado cambiario libre para todas las transacciones que no tengan que ver con el comercio de bienes. Describe que cualquier persona humana o jurídica debería poder comprar o vender dólares o cualquier otra divisa en forma totalmente libre con la única limitación que imponen las normas contra el lavado de dinero.

El desdoblamiento del mercado cambiario

Después de liberar el cepo, Cavallo señala que es necesario avanzar en el desdoblamiento formal del mercado cambiario. Lo imagina con sólo dos tipos de cambio: el oficial, al que aconseja denominarlo "comercial", y el libre (otras experiencias locales de desdoblamiento lo llamaban "financiero"). Este tipo de régimen cambiario fue habitual en las décadas del 70 y 80.

Asegura que la brecha entre estos dos tipos de cambio, mientras avanzan la eliminación del déficit fiscal y los desequilibrios de precios relativos, debería ir cerrándose de forma gradual. Dice que esto sería un excelente indicador de que se progresa hacia la unificación y liberalización no traumática del mercado cambiario.

Opina que la eliminación de los cepos que hoy restringen las operaciones en el mercado CCL y el blanqueo de capitales que se está proyectando son ingredientes complementarios para alentar la oferta de divisas en el mercado libre, de tal forma que su cotización se acerque al tipo de cambio comercial sin que el Banco Central tenga que derivar divisas del superávit comercial para influir en el tipo de cambio libre o financiero.

La reunificación completa del mercado cambiario

Cavallo sabe que no será inmediata la reunificación completa del mercado cambiario. En su lugar, sugiere que el tipo de cambio comercial "deberá ser manejado en armonía con el ritmo de eliminación de la inflación reprimida, la emisión monetaria, las tasas de interés y el comportamiento de los salarios nominales que surjan de las negociaciones colectivas del sector privado".

Especula con que durante este período es posible que se logre disminuir la tasa mensual de inflación desde los altos niveles de diciembre, pero advierte que ello ocurrirá sólo si se va cerrando la brecha entre el tipo de cambio libre (financiero) y el comercial.

Finalmente, sentencia que cuando se haya cerrado por completo esa brecha y se pueda eliminar todo vestigio de cepo cambiario estarán dadas las condiciones para lanzar el plan de estabilización. "La tasa mensual de inflación podrá reducirse drásticamente para inaugurar un clima de estabilidad sostenible en el tiempo", promete.

El objetivo 2025 es un plan de estabilización

Señala que este año, para mantener cierta competitividad del tipo de cambio real, se deberá ajustarlo en línea con la tasa de inflación. Estima que a mediados de año el aumento promedio de precios bajaría a niveles del 7% mensual. Este porcentaje –aclara– se debe a la necesidad de mantener un ritmo de ajuste del tipo de cambio igual a la tasa de crecimiento de los pasivos del Banco Central y de la tasa de inflación.

Dice que este típico fenómeno de inflación inercial, que puede perpetuarse en el tiempo, aunque se haya eliminado el déficit fiscal, sólo se puede quebrar con un plan de estabilización bien diseñado.

Estima que la posibilidad de lanzar un plan de estabilización semejante (dolarización, convertibilidad o inflation targeting a la peruana) se dará a principios de 2025 si "para entonces se logra también unificar y liberalizar el mercado cambiario y el Banco Central cuenta con un stock de reservas de 30.000 millones de dólares".

Menciona que si estas dos condiciones se consiguieran antes, el lanzamiento del plan de estabilización podría anticiparse, "pero no me animo a afirmar que ello sea altamente probable". Concluye que, una vez lanzado el plan de estabilización, la tasa de inflación mensual puede bajar de inmediato al 20% anual para desembocar al cabo de los siguientes 24 meses en un 5% anual.

Como pasó en el pasado, el 'plan Cavallo' puede fallar

Las recetas de Cavallo (inicio de la estatización de la deuda privada como presidente del Banco Central de la dictadura, la convertibilidad con Carlos Menem y el corralito con Fernando de la Rúa) no son antecedentes favorables para evaluar con entusiasmo las medidas económicas que hoy está proponiendo.

El riesgo del plan Caputo, Cavallo o Milei es que basa la estabilización en un solo ancla: el fiscal. La reunificación cambiaria es subsidiaria del ajuste fiscal. En una economía bimonetaria como la argentina, con elevado endeudamiento en dólares e inflación de tres dígitos, la cuestión fiscal es relevante pero lo es mucho más el estrangulamiento del sector externo (la escasez relativa de divisas).

La devaluación y unificación cambiaria pueden ser iniciativas necesarias como parte de un plan integral, pero no son suficientes subordinadas a la obsesión fiscalista –como postula Cavallo y Milei– para aliviar la crisis del sector externo.

El reciente informe de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP) analizó el decreto 88/2023 por el cual el jefe de Gabinete aprobó la adecuación de los gastos y recursos del Presupuesto 2023 prorrogado al ejercicio 2024.

La conclusión es que, en el contexto macroeconómico actual, con una inflación para los últimos 12 meses superior al 200% y con tendencia al alza, "el hecho de que los agregados macrofiscales previstos para 2024 mantengan niveles nominales prácticamente idénticos a los de 2023, refleja una reducción sin precedentes de ingresos y de gastos tanto en términos del PIB como en términos reales".

El ajuste fiscal previsto para este año es dramático para la estabilidad sociolaboral. El camino elegido de disciplinar la demanda agregada vía ajuste fiscal y monetario regresivo no será efectivo para derrumbar la tasa de inflación de tres dígitos anuales, salvo que la sociedad tolere niveles de desempleo muy altos y un profundo deterioro en la calidad de vida diaria. Experiencias de este tipo en Argentina enseñan que no es un sendero viable económica y políticamente.

El guion y el final de la película son conocidos

Se sabe además de los fracasos de varios programas económicos respaldados por el FMI que ignoraron el problema de la inercia inflacionaria, al no considerar que la economía se sumerge en un estado permanente de estanflación.

El ajuste fiscal y monetario se convierte en continuo con caída de ingresos públicos por la recesión y depresión económica que aleja la posibilidad de alcanzar el equilibrio de las cuentas fiscales.

No se trata de especular con que si es creíble o no la meta del equilibrio fiscal. Esto pasa a un segundo plano en un régimen de alta inflación puesto que la obsesión fiscalista ignora el componente inercial. El ajuste fiscal y monetario tiene escasa influencia en este último comportamiento.

Los agentes económicos atrapados por variaciones de precios mensuales de dos dígitos no toman en cuenta el ancla fiscal como variable de modificación de sus conductas. Empresas, trabajadores y actores económicos en general sólo pueden llegar a incorporarlo en las decisiones luego de un proceso largo y doloroso de recesión y desempleo.

Mientras, la inflación de ayer es estimada igual o superior para mañana y, por lo tanto, los agentes económicos fijarán precios según esta expectativa sin que la cuestión fiscal y monetaria tenga importancia en esta decisión.

El deterioro social, laboral y productivo no brindará tiempo 

La inflación inercial se parece a una nube pesada que impide observar las señales de desinflación enviadas desde el frente fiscal. Se sabe entonces que, cuando llegue el momento del fracaso, como sucedió en los tiempos de Cavallo como ministro de Economía, la culpa no será asignada a la inviabilidad del programa económico de ajuste fiscal y monetario en un régimen de alta inflación y economía bimonetaria, con elevado endeudamiento en dólares.

Los fracasados atribuirán la responsabilidad del fiasco a sindicatos, políticos y organizaciones sociales por resistir el plan de exclusión y derrumbe del tejido productivo.

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