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Brasil continúa con la limpieza física y legal de los exaltados de Jair Bolsonaro tras los ataques golpistas a las más altas instituciones del Estado del domingo posterior el día de Reyes. Un proceso que está transcurriendo con el exmandatario y líder ultranacionalista en Florida, hospitalizado y aquejado de dolencias estomacales, huido a EEUU días antes de la proclamación de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente del país sin denunciar expresamente el asalto de sus seguidores a las sedes del Gobierno, del Congreso y del Supremo.
Por su parte, la comunidad americana está uniéndose en su crítica acérrima y unánime al altercado "fascista" contra el sistema democrático que -tal y como recuerdan desde la OEA- guarda similitudes con la invasión al Capitolio estadounidense por trumpistas hace ahora dos años. Un ataque que, además, coincidió con el cambio de inquilino en la Casa Blanca.
Ni Bolsonaro ni Donald Trump acudieron a la ceremonia de traspaso de poderes. Por fortuna, tampoco lograron para sus intereses la intervención de las fuerzas militares, un alivio para dos de las naciones capitales para sostener los cimientos de las libertades públicas en el continente.
Quizás por ello, el Congreso americano ha pedido el procesamiento del expresidente republicano y un grupo nutrido de demócratas del legislativo acaba de reclamar a Joe Biden la extradición urgente del exmilitar brasileño a su país.
En este contexto, conviene repasar en un decálogo de asuntos neurálgicos -geopolíticos, económicos y financieros- los resortes con los que cuenta Lula para tratar de acabar con la división social y la crispación política para intentar dilucidar cuál es el futuro de mayor potencia latinoamericana a tenor de los recientes acontecimientos.
Antecedentes de buena gestión diplomática y económica
1.- Un doble mandato de éxito económico. Mal que pese a los neoliberales con alma retrógrada y conservadora, los ocho años de presidencia del antiguo obrero metalúrgico y líder del Partido de los Trabajadores (PT) escribieron una historia de éxito.
Su ascenso al poder tras su victoria en las urnas se consumó con una de las mayores injerencias internacionales a favor de su rival, José Serra, exministro de Fernando Henrique Cardoso, ambos del PSDB, de ideología liberal, después de tres intentos electorales baldíos -los dos últimos frente al mismo Cardoso-.
Entonces, tampoco los mercados le dieron tregua. La prima de riesgo del país -diferencial del valor de la deuda soberana respecto al bono del Tesoro americano, de referencia en todo el continente- experimentó una caída libre con fugas masivas de capitales. Brasil llegaba a ese momento de la devaluación del real a niveles históricamente bajos, así como de un acuerdo crediticio con el FMI en los últimos años del último mandato del antecesor de Lula.
Pero tras unos inicios convulsos, el PIB de Brasil se encaramó al octavo peldaño global y desplazó al español -en 2010-. Además, en 2007, el año que precedió al tsunami financiero de Lehman Brothers, el país tocó a las puertas del G-7.
Lula también contribuyó a reducir la brecha de la desigualdad en un país en el que más claramente se vislumbra la existencia de cuatro mundos: una aristocracia de milmillonarios, una clase media-alta que mueve los tentáculos financieros y empresariales, una clase media-baja emprendedora y bolsas sociales de pobreza extrema.
Los subsidios a desfavorecidos procedentes de los ingresos de la petrolera estatal Petrobrás protagonizaron las críticas más devastadoras de la oposición. Lula impulsó la primera recaudación de beneficios caídos del cielo de la era contemporánea. Al igual que el impuesto a las transferencias bancarias -la denominada Tasa Tobin-, que dejó de ser temporal, como inicialmente estaba previsto, y que aún está vigente.
2.- Aumento de peso internacional. Durante el periplo presidencial de Lula, Brasil ingresó en el club BRICS. En este grupo de países, primero estuvo sin la S de Sudáfrica junto a Rusia, India y China. El mencionado club de los poderosos mercados emergentes se ha erigido desde la crisis de 2008 en el contrapeso del G-7 y del resto de potencias industrializadas en el gobierno económico mundial, el denominado G-20.
Entonces, todos ellos vivieron el desacoplamiento del ciclo de negocios de las naciones de rentas altas, asoladas por los quebrantos de sus sistemas bancarios, en el primer vestigio de que podían crecer más y al margen de sus rivales geoestratégicos globales.
En este intervalo final de Lula, un censo notable de empresas brasileñas adquiere el estatus de multinacionales -una ausencia palpable hasta entonces en todo el hemisferio sur americano-. A causa de ello, el país asume la hegemonía de la esfera latinoamericana como indiscutible potencia regional.
Es precisamente esta condición de liderazgo latinoamericano, junto a su visión multilateral y alejada del alineamiento de Bolsonaro con Rusia y China en plena guerra de Ucrania, la que apuntan a una conciliación de intereses de Brasil con la India de Narendra Modi. A su vez, este país -el más poblado del planeta- se estrena como quinto PIB global.
Este Gobierno asiático ha sido quien ha puesto en liza una diplomacia dual: en primer lugar, de gestos hacia Moscú y Pekín y, en segundo, de reforzamiento de la alianza estratégica con los EEUU de Biden para labrar pactos en el G-20 de calado económico y geopolítico. Se convierte este así en un planteamiento muy del gusto de Lula.
3.- Restauración de Mercosur. La reconversión de Mercosur, la alianza sudamericana, no sólo lleva a una ampliación de su nómina de socios, sino que la transforma. Así deja de ser una mera unión aduanera para convertirse en un bloque comercial. En dicha ampliación, se incorporan como Estados asociados Chile, Bolivia -tras un periodo de salida-, Ecuador, Colombia, Guyana, Perú y Surinam.
El retorno de Lula supondrá la reactivación inmediata del acuerdo escrito con la UE -aunque sin firma y largamente aparcado-. Su ratificación está "más cerca", según convienen en señalar fuentes diplomáticas sudamericanas y europeas, incluido el titular de Exteriores español, José Manuel Albares.
Pinceladas de brocha gorda de Bolsonaro
4.- Una economía más reducida y con más desempleo. Bajo el mandato del líder ultraderechista, el PIB del país más importante de América Latina ha retrocedido en más de 300.000 millones de dólares. Desde los 1,9 billones con los que empezó su legislatura presidencial -según datos de 2021 del Banco Mundial-, en el duodécimo puesto mundial, a apenas otro diferencial similar a la porción que ha perdido con Bolsonaro frente a México, con cuya economía se disputa el liderazgo de la región latinoamericana.
En sentido contrario se ha movido la tasa de paro, que ha pasado del 11,6% al 13,2%. En dicho proceso ha habido, además, una caída del valor del real frente al dólar del 39%, así como una revalorización del Bovespa del 25% hasta la doble jornada electoral de octubre.
Desde entonces, ha descendido su índice general, en línea con los mercados globales. La bolsa brasileña, eso sí, se ha revalorizado un 65% desde los mínimos marcados en la pandemia. Aunque es cierto que heredó un PIB sin apenas pulso, su trayectoria se ha caracterizado por una estanflación persistente y un insuficiente ejercicio de consolidación presupuestaria.
5.- Una gestión pésima de la crisis sanitaria. Pese a que a Bolsonaro no le pasó factura electoral -a juzgar por lo ajustado del resultado-, oficialmente se han certificado 687.962 muertes por covid-19. En concreto, esto supone más de 3.200 fallecimiento por cada millón de habitantes, siendo así el segundo país del área latinoamericana con una ratio de mortalidad por población más alta. Se colocó así después de Perú, donde la epidemia arremetió con fuerza.
Pero, a diferencia de su vecino del sur, Bolsonaro minimizó la gravedad de los contagios a una "mera gripe leve". Además, salió a saludar a sus seguidores a pesar de haber dado positivo.
Dicho gesto le valió el expresidente una investigación en el Senado que recomendó su inculpación por crímenes de lesa humanidad. Asimismo, su gestión supuso la dimisión de varios ministros de Salud por diferencias de criterio o por su pertinaz rechazo a las vacunas.
Estos se opusieron, sobre todo, a su defensa a capa y espada de los tratamientos con hidroxicloroquina, incluso después de demostrarse con evidencias que no servían para combatir la infección. Un posicionamiento, el de Bolsonaro, que fue una clara muestra de negacionismo científico, lo cual se tradujo en una campaña lenta de vacunación que retardó la inmunización del país. Entonces, un estudio de Nature Microbiology colgó a Brasil el cartel de supercontagiador regional.
6.- Devastadora deforestación del Amazonas. Brasil acapara algo más de la mitad de los más de siete millones de kilómetros cuadrados de la Amazonia -en concreto, 3,6 millones-. Durante la etapa presidencial de Bolsonaro, se acometió la mayor degradación forestal del país desde 2008, con un incremento del 79%, una destrucción acelerada sin precedentes.
Lula ha prometido junto a las naciones limítrofes, -especialmente, Perú y Colombia- políticas de protección de la foresta amazónica y medidas de coexistencia pacífica futura entre Gobiernos de corte progresista y de concepción liberal. Asimismo, se ha hablado de "un gran pacto para salvar la selva amazónica en beneficio de la humanidad", como propone Gustavo Petro, el presidente colombiano.
7.- Indicios racionales de nepotismo. El ex presidente ultraderechista siempre ha alardeado de que su proyecto era familiar. "Un Gobierno a diez manos", como lo calificó el diputado Comisario Waldir, de su misma afiliación política, en alusión a la influencia que ejercían sus cuatro hijos en sus decisiones ejecutivas. Flávio, Carlos, Eduardo y Jair Renan han campado a sus anchas por el Palacio del Planalto, sede de la Presidencia de Brasil.
Los cuatro están siendo investigados por la Policía Federal y la Fiscalía por delitos que van desde el desvío de fondos hasta el tráfico de influencias. Todos desempeñan roles no oficiales, bien sea en la articulación de acuerdos o como asesores de su padre, según los interlocutores con quienes ha hablado El País.
"Acaban gobernando juntos. Todos están en la política y es obvio que, al estar ahí, ayuden en la toma de decisiones", sentenció el diputado Waldir. El enriquecimiento ilícito está detrás de las pesquisas que la Justicia brasileña ha emprendido en los negocios de sus vástagos.
En especial, se han centrado en Flavio, senador y omnipresente en asuntos de cariz estatal, y en Renan, hijo del segundo matrimonio del expresidente. Este último es el dueño de Bolsonaro Jr Eventos e Mídia, una empresa de actos públicos creada en 2020 con el objeto social de velar por la imagen de su padre.
Frente a este escenario, Lula -que fue investigado, sentenciado y apresado durante 580 días por corrupción- vio cómo la Justicia le revocaba en noviembre de 2019 la pena por la conocida como Operación Lava Jato, una trama de lavado de capitales y apropiación indebida.
Entendió entonces el Tribunal Supremo de Brasil que el juez Sergio Moro, de marcada tendencia derechista, no respetó sus derechos en el proceso judicial, un periplo judicial que evitó que el dirigente del PT rivalizara en 2018 con Bolsonaro en las urnas.
Las directrices de futuro del líder de los trabajadores
8.- Salida de una insurrección peligrosa. Esta es la calificación que hizo el Financial Times del asalto de Brasilia. Lo ha hecho en un editorial en el que resalta la importancia de la fidelidad democrática de un ejército con un amplio bagaje de proximidad hacia la extrema derecha.
No en vano, "los generales gobernaron el país durante 21 años, hasta 1985", recuerda el texto. En él, se revela la posición del diario británico y se destaca también la condena sin fisuras de numerosos líderes a nivel internacional. Además, se resalta la figura de Steve Bannon como ideólogo de Trump y Bolsonaro e inspirador de ambas revueltas.
La biblia económica mundial, como se le conoce al Financial Times, enfatiza la reputación de Lula en sus dos primeros mandatos. Asimismo, remarca la fortaleza que le confiere a su tercera legislatura presidencial el respaldo exterior, un apoyo muy importante para restaurar una agenda económica que ya hizo brillar a Brasil en la primera década de este siglo.
En ese momento, el gigante latinoamericano hizo valer el diálogo y la negociación como armas de su acción diplomática. Ahora, tendrá que hacer uso de estas habilidades para coser las trizas de división social y diluir el movimiento conservador antidemocrático creado durante años por Bolsonaro.
9.- Un Congreso en minoría con vestigios de extrema derecha. A dicho Congreso será al que Lula tendrá que cortejar y convencer para devolver la pax interna brasileña y encauzar la economía en un año marcado por la recesión en un tercio del PIB global, según el FMI.
Antonella Mori, analista del Italian Institute for International Political Studies (ISPI), hace hincapié en un contexto global "desfavorable" con contracciones, algo que es palpable en EEUU, Europa y China. Asimismo, son visibles las tensiones en los precios de las materias primas, así como la sobrevaloración del dólar, lo que anticipa posibles fugas de capitales.
Estas fugas se deberían a la mayor cuota de retorno de los activos denominados en divisa americana y a un aminoramiento de sus ventas al exterior, lo que dará como resultado un merma del PIB: del 1,7% de 2022 al 1,1% este año, según el FMI.
No obstante, aparece el respiro de una inflación que ha dejado los dobles dígitos. Eso, sin embargo, se debe a la rémora de unos tipos de interés del 13,75%, que está drenando la inversión de las empresas y el consumo de los hogares.
Para Lula las escaladas de precios son el peor enemigo de los pobres y "podría jugar con una deuda no demasiado alta" y un margen de recorrido alcista del real para corregir desde la política económica la gestión monetaria del banco central.
Para ello contará con un perfil de moderación. Geraldo Alckmin -veterano del PSDB de Cardoso- será su vicepresidente, un perfil reclutado para atraer a la causa democrática a la clase media y al poder económico. Alckmin tendrá que inculcar cuotas de disciplina fiscal para vigilar estrechamente los mercados. Lo hará en una especie de control similar al de Liz Truss, aunque sus analistas esperan un plan ajustado a la realidad, con pautas de consolidación factibles.
En esta tesitura, Lula y Alckmin buscarán una presión tributaria más progresiva, más recaudación impositiva procedente de las clases pudientes y las corporaciones, así como una simplificación del modelo de fiscalidad. Sin embargo, su gran batalla con el legislativo se dará con las pensiones.
10.- El retorno al cambio climático de uno de los hijos pródigos. No por casualidad, la COP27 en Sharm el Sheij fue la primera aparición en el exterior de Lula tras su victoria electoral. Esta cita se celebró el pasado mes de noviembre. En ella, anunció que Brasil se ofrece para ser la sede de la Cumbre del Clima de 2025, la COP30. Con estas palabras, el presidente deja atrás cuatro años de negativas de Bolsonaro a hospedar estas citas anuales de la ONU y a participar en la agenda global contra el cambio climático.
Lula también quiso trasladar entonces un mensaje de pleno apoyo a la preservación de la Amazonía, después de que su primer acto oficial fuera con los gobernadores de varios de los Estados amazónicos del país.
En su hoja de ruta presidencial, está la tarea de reconstruir la política ambiental de Brasil y liderar acciones concertadas en favor de la neutralidad energética entre sus vecinos latinoamericanos, con una clara inclinación a los Gobiernos progresistas, y en el seno de los BRICS.
Dichos cambios podrían formalizarse con la ratificación del acuerdo de asociación entre Mercosur y la UE, un pacto en el que se propicia un área de intercambio y progresiva liberalización comercial entre ambas áreas.
Lula también considera indispensable otro acuerdo similar con EEUU y sus aliados de los BRICS. En ambos pactos, el presidente de Brasil desea incorporar normas y estándares medioambientales, otro claro síntoma de cambio de relato en el exterior respecto a su antecesor.
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