"¿Sabes hacer caldo?", me sorprendió Chucho. Me estaba esperando en la frutería y se rascaba la barriga. La frutería estaba en las afueras de Culiacán, en el estado mexicano de Sinaloa, donde la sopa más popular es el "caldo de res". Es como un caldo hecho con huesos de res, patatas, chayotes, calabaza y maíz. El cilantro fresco y el jugo de lima agria le dan aroma. Apenas le había dicho que sí a Chucho, y ya estábamos sentados en cajas de madera en la parte trasera de la frutería. Se limpió las manos en su mono azul marino sucio, sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo encendió. "¿Por qué el caldo es tan aromático?", preguntó. "¿Es por el tiempo que toma en cocinarse?", dudé al responder. "¡Son las especias! ¡Las proporciones son clave! Me creas o no, cocinar fentanilo es tan fácil como hacer caldo".
¿Cómo encuentras al cocinero?
La frutería olía a sandía cortada. Un cliente estaba examinando cuidadosamente cada rodaja mientras Chucho hacía lo mismo con mi pasaporte. No sé por qué aceptó ser entrevistado. ¿Por orgullo, por curiosidad o quizás debido a un sentido de impunidad? Quería conocer a un "cocinero". Así se llama en México a las personas que hacen fentanilo. Me preguntaba si Europa también estaba bajo la amenaza de una epidemia causada por el fentanilo. Pasé meses hablando con expertos y leyendo informes, pero también quería tener la perspectiva de alguien del otro lado. ¿Quizás ver los laboratorios y presenciar cómo se cocina el fentanilo?
Había trabajado con miembros de cárteles mexicanos antes. Por ejemplo, en Tijuana, en la frontera con Estados Unidos (EEUU), escribiendo sobre el tráfico de migrantes procedentes de Asia y África. Pero también sobre plantaciones de aguacate en el estado de Michoacán. Este es uno de los negocios "legales" más rentables de los cárteles. Pero nunca me había chocado contra un muro como ahora con la investigación sobre el fentanilo.
Después de que todos los métodos que había probado fallaran, pedí ayuda a Miguel Ángel Vega, un conocido fixer —persona que trabaja como guía para periodistas extranjeros— en México que es experto en crimen organizado. Me dijo que hiciera un viaje a Culiacán, un bastión del cártel de Sinaloa. No sabía dónde encontraría al cocinero hasta el último minuto.
Cuando me llamaron, tenía quince minutos para llegar al lugar designado. Pero me perdí entre almacenes vacíos, chatarrerías y casas que llevaban años a medio construir, porque la batería de mi teléfono se había agotado por el calor. El GPS dejó de funcionar. Apenas logré enfriar mi teléfono me llamaron para decirme que me diera la vuelta y girara a la izquierda. Debían estar vigilando mi coche gris.
Cuando me paré frente a una frutería de ladrillo rodeada de cajas de madera, me dijeron que pusiera mi teléfono en el mostrador y hablara. Expliqué que había estado trabajando en México unos meses antes en un reportaje sobre los llamados migrantes VIP del Cáucaso y Asia Central, que estaban siendo introducidos en EEUU por contrabandistas asociados con el cártel de Sinaloa. Una fuente me explicó que los mexicanos habían llegado a un acuerdo con la mafia balcánica y estaban introduciendo en Europa del Este pastillas de opioides falsificadas con fentanilo, que es 50 veces más fuerte que la heroína, incluida la oxicodona. "M30", me interrumpe Chucho. "¿Qué?" "Así se llaman esas pastillas".
Amarillo, rosa o azul, la misma mierda
Chucho tiene 31 años. Dejó la escuela cuando era adolescente y comenzó a trabajar como informante del cártel. Hace dos años, compró una prensa china para fabricar pastillas por mil dólares y ahora produce no solo fentanilo en polvo, sino también pastillas populares en las calles de las ciudades estadounidenses, como las "China Blanca", las "Apache", las "Dance Fever", las "He-Man" y las "Ivory King".
Los productores de drogas sintéticas en México producen hasta 4,5 toneladas de fentanilo puro al año solo para EEUU
Al menos una docena de cárteles en México producen fentanilo, siendo los más activos el de Sinaloa y el de Jalisco. El sitio especializado InSight Crime estima que los productores de drogas sintéticas en México producen hasta 4,5 toneladas de fentanilo puro al año solo para el mercado estadounidense. Hay quienes, buscando nuevos mercados, intentan replicar medicamentos que se venden con receta en países occidentales. A esas pastillas se las conoce como M30 debido a su peso. Gracias a ellas llegan a personas que buscan sustitutos más baratos de los medicamentos. Muchas no tienen idea de que las pastillas contienen fentanilo.
—Las teñimos de amarillo, rosa o azul, pero todo es la misma mierda.
—¿Por qué las teñís?
—Marketing. Las mujeres prefieren las amarillas. Los homosexuales quieren las rosas...
—¿También las envían a Europa?
—Las cocinamos, vendemos y enviamos.
—Pero, ¿a dónde?
—No te lo diré.
—¿Por qué?
— ¿Sabes cómo están las cosas en esta ciudad?
¿'Los Chapitos' traicionaron a 'El Mayo'?
En efecto, la ciudad, Culiacán, la capital de Sinaloa, estaba al rojo vivo. Un mes antes de nuestra reunión, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos anunció que Ismael Zambada, El Mayo, buscado desde hacía mucho tiempo, había sido arrestado. El Mayo y Joaquín Guzmán Loera, el famoso El Chapo, crearon un cártel que se expandió en este estado agrícola y dominó el mercado global de narcóticos en el siglo XXI. En 2017, tras dos espectaculares fugas de cárceles mexicanas, El Chapo fue capturado y extraditado a Estados Unidos. Dos años después, un tribunal de Nueva York le condenó a cadena perpetua.
Tras la condena de 'El Chapo', 'El Mayo' y 'Los Chapitos' expandieron las operaciones del cártel y se enfocaron en el fentanilo
El Mayo y los cuatro hijos de El Chapo, conocidos como Los Chapitos, continuaron expandiendo el imperio. Se enfocaron en el lucrativo mercado del fentanilo y expandieron las operaciones del cártel hacia Asia, Oriente Medio, Australia y Europa. También se hicieron con el control de muchos negocios legales del país, como la tala de árboles, la pesca, la minería o la gestión del agua.
El Mayo, quien evitaba el foco público, y los brutales hijos de El Chapo se repartieron el poder. "En teoría, esta estructura permite que los líderes de grupos independientes de tráfico de drogas compartan recursos —como rutas de contrabando, contactos, proveedores de productos químicos ilegales y redes de lavado de dinero—," señala un informe de la Administración para el Control de Drogas de EEUU (DEA, por sus siglas en inglés). En resumen, las facciones cooperan en algunos ámbitos, pero no comparten beneficios ni responden a una misma cadena de mando.
¿Tal vez se trata de un simple conflicto generacional? ¿Quizás de una creciente presión de Estados Unidos? ¿O se debe a los competidores del cártel de Jalisco Nueva Generación, que están ganando fuerza? ¿O de todo ello a la vez? Cuando el ejército mexicano arrestó a Ovidio, el hijo de El Chapo, hace un año, el resto de la joven facción creyó que el viejo amigo de su padre había tendido una trampa a su hermano. Entonces, cuando El Mayo fue capturado en julio y trasladado en avión a EEUU por las autoridades estadounidenses, rápidamente se difundió el rumor en Sinaloa de que Los Chapitos estaban detrás de esa emboscada.
El fantasma de la desintegración del cártel se cernía sobre Culiacán. La venganza se respiraba en el ambiente. Las calles estaban vacías, las escuelas cerradas y muchas tiendas tenían sus ventanas cerradas. Chucho esperaba el desarrollo de los acontecimientos y mascaba alegremente un chicle que le teñía la lengua de azul.
Más asesinatos que días tiene un año
—¿Y si te llaman para decirte que vayas al laboratorio?
—Iría a la tienda.
—¿A qué?
—A por leche. Cuando voy a la montaña me llevo dos o tres litros.
—¿De leche?
—¡Sí!
—¿Para qué?
—El hedor del laboratorio me da ganas de vomitar. Tuve compañeros cocineros que no usaban mascarilla y terminaron adictos como zombis. O con quemaduras porque cocinaban en manga corta en lugar de con trajes protectores. ¿Pero yo? Llevo siete años y todavía estoy sano. Todo gracias a la leche.
"¿Gracias a la leche?" Pensé que era algún tipo de jerga o expresión. No podía quitarme la sensación de que las palabras tienen significados diferentes en Culiacán. Después de todo, estaba sentado con el "cocinero" y el "dueño de la frutería" hablando de "caldo". Todos mis entrevistados anteriores se referían a los narcotraficantes como "esa gente". A menudo simplemente decían "ellos".
Un célebre profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa se negó a darme una entrevista debido a "las últimas situaciones". Mientras que la recepcionista de un hotel destrozado me deseó que evitara los "acontecimientos". ¿Quizás me estaba esforzando demasiado en encontrar un significado literal? Como cuando vi un gran cartel frente a la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Rosario que decía "Cuidado". Cuando crucé la calle, resultó ser solo parte del nombre de una popular tienda de ropa.
Un periodista local me dijo que en Culiacán tienen que sobrevivir a más asesinatos que días tiene un año. Según datos de la fiscalía estatal, solo hubo un año en los últimos siete —2022— en que el número de los llamados "homicidios dolosos" fue inferior a quinientos —se quedó en 499, para ser precisos—.
Las palabras solo recuperan su significado en los epitafios. Cruces junto a las carreteras, decoraciones conmemorativas colgando de los árboles, pequeños monumentos decorados con animales de peluche… son como heridas abiertas. Simplemente conmemoran a las víctimas donde fueron ejecutadas: en zanjas, en aceras, en calles secundarias.
Vas de compras al centro comercial City Club y hay un obelisco en medio del aparcamiento. Es en honor al hijo de El Chapo, quien fue asesinado allí en 2008. El funeral fue el Día de la Madre, pero El Chapo ordenó comprar todas las rosas rojas de la ciudad. La lápida que da al taller de reparación de neumáticos se inclina por el peso de las flores en cada aniversario. Y tampoco se marchitan nunca en el cementerio Jardines de Humaya.
No me arriesgué a hacer una visita, pero incluso TikTok muestra cómo los señores de la droga y los sicarios están enterrados en mausoleos con aire acondicionado, suelos de mármol, televisión por satélite y wifi. Probablemente sean los inmuebles más caros de la "ciudad de las cruces", como a veces se llama a Culiacán.
Mis dudas solo hicieron que Chucho perdiera la paciencia. "¡Leche! Bebo leche normal", terminó la discusión. "La de vaca. ¡Muuu!"
Una cabaña cubierta con una lona
Los clientes se arremolinaban junto al mostrador de la frutería. Un vecino eligía limas y miraba con curiosidad el fondo de la tienda. Las ancianas se quejaban de los precios. Una niña pequeña entró a comprar aguacates porque a su madre se le habían acabado. El dueño de la frutería saludaba a todo el mundo y nos hacía señas para que habláramos más bajo.
—"Entonces, ¿qué necesitaríamos? —intenté que Chucho dejara de hacer caso a su teléfono.
—¿Para qué?
—Ya sabes, para hacer caldo —mientras hacía el gesto de unas comillas con los dedos.
Chucho encendió otro cigarrillo y me mostró en el teléfono fotografías del laboratorio donde hacía poco había estado dirigiendo un grupo de doce cocineros. Una pequeña cabaña cubierta con lona, oculta bajo ramas y redes de camuflaje. Debajo de un árbol había grandes bombonas de gas con hornillos enormes, mientras alrededor se esparcían bidones y barriles vacíos con etiquetas en español e inglés que decían "Acetona pura", "Fentanilo XXX" y "Químicos de China".
El método de un solo recipiente
El método más popular para producir este narcótico ilegal es la síntesis de análogos de fentanilo usando el método Gupta. Este método lleva el nombre del Dr. Pradeep Kumar Gupta, un químico de la India que lo inventó. También se le llama el "método de un solo recipiente", porque la síntesis se lleva a cabo en un único recipiente de reacción. Pero los cocineros mexicanos han desarrollado su propia versión, altamente simplificada, de esta técnica y no necesitan equipo de laboratorio especializado.
"Echo esto en las ollas", el cocinero señaló una fotografía de los barriles con la palabra "cloro". "Dos dedos de profundidad, no más. Luego lo mezclo con este líquido amarillento y tóxico de China".
—"¿Cómo se llama?.
—"No recuerdo los nombres —me sorprendió Chucho.
Entonces el jefe de la frutería me envió por SMS una "lista de la compra" que incluía acetona, sosa cáustica, trióxido de arsénico, bicarbonato de sodio y precursores conocidos como NPP y 4aNPP, producidos industrialmente en laboratorios chinos e indios.
—Así que echo un poco de esto, unos polvos… y después de unas doce horas de cocción tengo una pasta grisácea que parece una masa, —explicaba el cocinero como si me dictara una receta de guacamole.
—Luego lo secamos al sol, lo molemos en polvo y lo empaquetamos en bolsas. Y ese es todo el asunto.
—"¿Sabes de química?
—No. ¿Para qué? Una vez nos enviaron a una estudiante de química. Sabía mucho en teoría, pero cuando vio el laboratorio, se asustó. Quería ver la receta. No creía que cocináramos guiándonos por el olor.
—Yo tampoco me lo creo —solté.
Pero entonces intervino el jefe de la frutería, con arrugas en la cabeza, gracias a quien había conocido a Chucho. Hasta entonces solo escuchaba la conversación o gruñía un poco cuando los tomates salían volando de las manos del dependiente.
"¿Sabes con quién estás hablando?", me advirtió. "¿Para qué quieres esas malditas recetas? Por ejemplo, el aguachile, nuestro plato clásico local, hecho a base de gambas y pescado crudo. ¿Lo has probado alguna vez? ¿Cuánto tiempo hay que dejar las gambas en el adobo? ¿Cuánto zumo de lima hay que exprimir? ¿Cuánto chile puedes echarle sin pasarte? Solo lo descubrirás mediante prueba y error. Así que escucha al rey de los cocineros, él sabe de lo que habla".
Claramente halagado, Chucho dio otra calada a su cigarrillo. Hizo un gesto como si sostuviera una hoja de papel de aluminio imaginaria en sus manos, simuló echarle unos polvos y luego acercó el mechero e hizo como que lo encendía. "Después de siete años en la cocina, sabes que si no la has cagado, saldrá un olor a palomitas quemadas. Esa es la señal de calidad".
Un cuento chino para los gringos
La gente como Chucho trabaja en laboratorios primitivos escondidos en lo alto de la montañas al noreste de Culiacán o en los manglares pantanosos de la costa del Pacífico. Cuando empezó hace siete años, fue ascendido de informante del cártel a "limpiador de sartenes". Las sartenes son grandes ollas en las que se prepara el fentanilo. Estas "cocinas" con los utensilios colocados en palets pueden construirse rápida y económicamente. Y si se descubren, pueden demolerse, abandonarse o trasladarse a un lugar más seguro.
Hace un año, Andrés Manuel López Obrador, cuyo mandato estaba por terminar, argumentó que México no tenía nada que ver con la producción de fentanilo. A pesar de que, durante su mandato de seis años, el ejército desmanteló 2.132 laboratorios de drogas sintéticas, principalmente de metanfetamina. Todo bajo la presión de la administración de Joe Biden.
Solo el año pasado, la crisis del fentanilo se cobró más de 70.000 víctimas en EEUU. Los demócratas necesitaban logros en la lucha contra los cárteles, que envían tanto fentanilo como migrantes desde México; después de todo, estos eran dos temas clave en el debate de cara a las recientes elecciones presidenciales.
En 2023, México confiscó una cantidad récord de más de 2.300 kilogramos de fentanilo, que es más de doce veces más que en 2021. Pero los datos de EEUU son más fiables: durante el mismo período, los estadounidenses incautaron 80 millones de pastillas falsificadas con fentanilo y más de cinco toneladas de polvo puro. Eso equivale a 390 millones de dosis letales. Tan pronto como mencioné estas estadísticas, Chucho sonrió con desprecio.
—Los políticos dicen lo que la gente quiere escuchar.
—¿A qué te refieres?
—Siempre mienten. Los gringos de la DEA son los perros más mentirosos. Pueden hablar de incautaciones. Pero yo sé más. Unos pocos días en las montañas me bastan para producir un millón de pastillas.
"¿Y las prohibiciones?", dejé caer. Me refería a las narcomantas, o los "anuncios parroquiales" del cártel. "La venta, producción, transporte o cualquier otra actividad relacionada con el fentanilo está estrictamente prohibida en el estado de Sinaloa, al igual que la venta de los químicos utilizados para producirlo", anunciaban los hijos de El Chapo en pancartas colgadas en Culiacán el año pasado. Tarde o temprano, este tipo de mensajes del narco llegan a todo el mundo, especialmente cuando terminan así: "Se les advirtió. Con todo respeto, Los Chapitos".
"¿Y tú te lo crees? ¡Eso es un cuento chino para los gringos!", se reía el encargado de la frutería. "Mira, varios clientes acuden a mí. Sus abuelos cultivaban opio, sus padres transportaban cocaína y ellos cocinan fentanilo. ¿Crees que alguien renunciaría a eso?".
Una sola bolsa podría hacerte millonario
El relevo generacional en el estado de Sinaloa comenzó hace cien años, cuando los inmigrantes chinos establecieron las primeras plantaciones de opio. Los campesinos mexicanos pronto tomaron el control y, durante la Segunda Guerra Mundial, producían opio con el consentimiento, e incluso el apoyo, de las autoridades estadounidenses, porque los hospitales aliados necesitaban morfina y heroína.
En las décadas siguientes, la región se convirtió en un proveedor mundial de marihuana y, en los años 90, tras la desarticulación de las bandas colombianas, los mexicanos tomaron el control de las rutas de la cocaína.
Cuando la legalización de la marihuana redujo la demanda, el cártel de Sinaloa producía más de la que solicitaba el mercado. Entonces pasó a producir toneladas de heroína y metanfetamina. Las drogas sintéticas, principalmente el fentanilo, se han convertido recientemente en el producto estrella.
Producir fentanilo es mucho más barato para los cárteles que hacer heroína
Leí en un informe del think tank Rand Corporation que el opio necesario para producir un kilogramo de heroína puede costar a los productores aproximadamente 6.000 dólares. Los precursores químicos chinos necesarios para producir fentanilo cuestan entre 200 y 300 dólares en el mercado negro. Se pueden fabricar miles de dosis a partir de un kilogramo de fentanilo puro, pero cuanto más lejos estén los laboratorios, mayor será el precio.
"La producción no solo es rentable, sino que también es más fácil que, por ejemplo, la de la heroína", continuó el frutero. Durante todo el encuentro, fingimos que yo no tenía ni idea de que él era el coordinador de los cocineros en Culiacán (me enteré por mi informante). "¿Por qué?". "No necesitas grandes extensiones de tierra para cultivar amapolas, lo que facilita que te atrapen. No tienes que preocuparte de los cosechas. Bueno, y no tienes que pagar a los agricultores, como yo, un pobre vendedor de zanahorias, ¿no? En otras palabras, solo tienes ganancias".
Una sola bolsa de fentanilo podría hacerte millonario. Pero hay que repartir los beneficios. Los jefes, obviamente, se llevan la mayor parte. A los cocineros, empaquetadores, conductores y, por último, a los contrabandistas se les da un pequeño porcentaje. Eso sí, lo suficientemente grande para las condiciones de México, un país extremadamente desigual.
El 'pepenador' y el del coche blindado
México es uno de los tres países del mundo, junto con Mozambique y la República Centroafricana, donde toda la riqueza se concentra en manos del 1% de la población.
Una escena en la capital de México: un tipo en un coche blindado intenta pasar por un cruce, pero un carro de pepenadores —personas que viven de recoger basura por las calles— se ha volcado en medio. Son recolectores de basura; durante el día recorren la ciudad en busca de desechos y por la noche regresan a sus chabols hechas de hojalata junto a enormes vertederos. Viven sin agua corriente ni alcantarillado, con el equivalente a 1,50 dólares al día. El tipo rico grita desde el coche, pero cuando uno de los pepenadores levanta la vista, cierra la ventana tímidamente. Los pepenadores bajan la mirada, pero no se apartan. Ambas partes están paralizadas por el miedo.
La desigualdad impulsa este negocio: en México se vende un coche blindado cada dos horas y media. Los ricos pagan por educación privada, salud, sistemas de recogida de basura, agua, pero también por un ejército de guardias de seguridad. A nivel nacional, el gasto en seguridad privada es siete veces mayor que el gasto en seguridad pública. Y, después de todo, los guardias de seguridad ganan una media de solo 250 dólares al mes y pueden llegar a trabajar hasta 60 horas a la semana. De hecho, los mexicanos son una de las sociedades que más trabaja del mundo. Lo cual no significa necesariamente salir de la pobreza, en la que viven nada menos que 46,8 millones de mexicanos (36 de cada 100 personas).
Pobreza en la superficie, riqueza en completo aislamiento: los investigadores llaman a este sistema la 'sociedad matrioska'.
Mi avioneta
—Chucho, ¿alguna vez piensas en esas personas?
—¿Qué personas?
—Las víctimas del fentanilo.
—No.
—¿No tienes remordimientos?
—Nunca.
—Entonces, ¿en qué piensas?
—En dinero. Me gusta el dinero.
—¿Vale la pena arriesgar tanto por él?
—No sé.
—¿Te sientes rico?
—No soy millonario.
—¿Cuánto ganas?
—Solían pagar hasta 3.500 dólares por kilogramo. Hoy pagan entre 1.000 y 1.500. Depende del tamaño del pedido.
—Entonces, ¿qué te has comprado últimamente?
—¿A qué te refieres?
—¿Algo de ropa? ¿Un ordenador? ¿Un coche?
—Una avioneta.
(Más en la próxima entrega de esta investigación)
Este reportaje en primera persona del reportero Szymon Opryszek fue realizado gracias a la cooperación con el fixer mexicano Miguel Ángel Vega, a quien agradece sus consejos y ayuda en el lugar.
El apodo del personaje principal y algunos hechos han sido modificados por razones de seguridad.
Es la primera parte de una investigación en cuatro entregas
La investigación ha sido realizada por el medio polaco OKO.press y se publicó originalmente aquí. La publicación de la investigación contó con el apoyo de Journalismfund Europe.
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