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Actualizado:Los opioides, como la morfina, la oxicodona y el fentanilo, son sustancias químicas derivadas originalmente del opio (opiáceos). Aunque se utilizan como anestésicos, su aplicación principal es como analgésicos potentes, especialmente para aliviar dolores intensos asociados a procesos cancerígenos o postquirúrgicos.
A corto plazo, estos opioides pueden aliviar el dolor y generar una sensación de relajación y bienestar al usuario. Pero es importante señalar que no afectan a la causa subyacente, sino que alteran la forma en que se percibe el dolor. Eso implica que la causa persiste, y el dolor regresa una vez que cesa el efecto del analgésico.
A pesar de su eficacia clínica, el uso prolongado de opioides genera tolerancia a sus efectos, lo que implica la necesidad de aumentar la dosis periódicamente para mantener la misma eficacia. Sin supervisión médica, esta situación puede derivar fácilmente en una adicción. A dosis elevadas, la mortalidad se produce fundamentalmente por parada respiratoria. Un ejemplo conocido es la mortalidad por sobredosis de heroína, un derivado de la morfina.
Todo empezó con la oxicodona y la hidrocodona
La crisis actual en Estados Unidos se originó a finales de los años 90 debido a la permisiva prescripción de oxicodona (OxyContina) e hidrocodona (Vicodina), así como a la falta de control sobre su uso, desencadenando una epidemia de adicción. En un intento por frenarla, resurgió el consumo de heroína y apareció el de fentanilo entre estos adictos. Este opioide, totalmente sintético y económicamente accesible, ganó terreno debido a su facilidad de síntesis y a su potencia, unas 100 veces mayor que la de la morfina.
Gran parte del fentanilo que circula de forma ilícita en Estados Unidos se fabrica en laboratorios clandestinos de México (Sinaloa), utilizando materias primas procedentes de China. Su introducción en Estados Unidos rara vez es como fentanilo puro: lo más habitual es encontrarlo como adulterante en otras drogas ilegales como heroína, cocaína o anfetaminas.
Asimismo, se ha hecho popular el contrabando de analgésicos conocidos (oxicodona, hidrocodona) que contienen clandestinamente fentanilo, para suplir la falta de prescripción de esta sustancia, y también para fidelizar al consumidor.
De 3.000 a 106.000 muertes anuales
Las muertes por sobredosis de fentanilo a menudo se deben al consumo, a veces involuntario, de esta sustancia por parte de un usuario que cree que está adquiriendo heroína o analgésicos legales. En Estados Unidos, las muertes por sobredosis de drogas aumentaron drásticamente de 2.000-3.000 anuales en 2012 a 106.000 anuales en los últimos años, de las cuales más de 70.000 se deben al fentanilo (150 por día).
Esta situación ha alcanzado proporciones epidémicas en ciertos sectores de la sociedad, exacerbada por su combinación con alcohol, heroína o metadona, potenciando los riesgos de adicción, sobredosis y muerte.
Los consumidores de fentanilo parecen zombis
Si nos preguntamos por qué los consumidores de fentanilo se describen como "zombis" o "muertos vivientes", la respuesta es múltiple:
El potente efecto sedante de la sustancia provoca que los usuarios se presenten con una apariencia extremadamente somnolienta, letárgica y descoordinada en sus movimientos.
El fentanilo induce una supresión significativa de la función respiratoria, lo que ocasiona que los labios y las uñas de los adictos adquieran un tono azulado debido a la falta de oxígeno.
Dada su naturaleza altamente adictiva, los consumidores de fentanilo centran su vida en la obtención y uso de la droga, descuidando aspectos esenciales como la alimentación, el sueño y su apariencia personal.
Los adictos al fentanilo adelgazan notablemente debido al efecto supresor del apetito de este tipo de drogas por lo que, añadido al efecto adictivo, contribuye a que presenten una apariencia notablemente demacrada, con ojos hundidos y carentes de brillo.
¿Por qué las crisis con drogas ilegales son recurrentes en EE. UU. y no en Europa?
Salta a la vista que las crisis sanitarias relacionadas con drogas ilegales no son una novedad en Estados Unidos. Así pues, nos deberíamos preguntar por qué es una cuestión recurrente en la historia de ese país.
La facilidad para obtener recetas de opioides, aún sin una clara necesidad médica, ha contribuido a este problema. Algunos médicos, incluso frente a la dependencia de los pacientes, continúan recetando dosis cada vez mayores. En contraste, en Europa la prescripción de estos medicamentos está estrictamente regulada y supervisada, evitando así la magnitud de esta crisis a nivel continental, ya que la adicción es una enfermedad que no conoce fronteras.
Sin embargo, esta lucha no se limita únicamente al ámbito sanitario: sus tentáculos se extienden al campo delictivo. La creciente presencia del fentanilo en México ha transformado el mercado ilegal del narcotráfico. Cárteles y redes ilegales han inundado este mercado negro con grandes cantidades de fentanilo, desplazando a otras sustancias como la marihuana y la heroína como fuentes principales de financiación para estas organizaciones criminales.
En España, se ha observado un ligero aumento en la prescripción médica de tratamientos a base de fentanilo de liberación inmediata, la forma más adictiva, siendo que un porcentaje significativo de éstos no cumple con las condiciones de uso autorizadas. Esto podría indicar una mejora en el abordaje del dolor y, por ende, en la calidad de vida de los pacientes afectados por cuadros graves de dolor.
No obstante, la Agencia Española del Medicamento y el sistema de salud se mantienen en alerta constante, vigilando de cerca el uso de estos medicamentos. Actualmente, no se detecta un uso significativo de fentanilo entre la población adicta española. En este país, las principales adicciones a sustancias ilegales se concentran en la cocaína y el cannabis, mientras que, en el ámbito de sustancias legalizadas, el alcohol, el tabaco y los hipnosedantes continúan siendo preocupaciones prioritarias.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
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