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Actualizado:No hay esquina ni escalera de Caracas donde no se escuche la frase. “Por si se la va la luz”. Puede pasar en cualquier momento. De hecho, desde hace tres días, ocurre así, sin avisar, seguido de un murmullo indistinguible, entre el abucheo y la resignación ante la batalla perdida de ver cómo la normalidad se va convirtiendo en lo anormal. “Voy a llenar unos baldes de agua por si luego se va la luz”. “Voy a poner gasolina al carro por si se va la luz”. “Voy a hacer la cola del cajero para tener algo de dinero en efectivo por si se va la luz”. No se piensa en otra cosa más que en si se va a la ir la luz. Más bien se piensa en cuándo se va a ir. “Ten las baterías del ordenador y el teléfono cargando por si se va luz”. “No salgas ahora de casa que está anocheciendo, por si se va luz”. “He comprado velas por si se va la luz”. Caracas, casi toda Venezuela, repite esas palabras con temor e incertidumbre. El Gobierno no miente, va a seguir pasando, de forma intermitente, al menos hasta que la situación en la mayor central hidroeléctrica del país, la del Guri, esté controlada.
El presidente, Nicolás Maduro, aseguró este miércoles que habrá racionamiento eléctrico
El presidente, Nicolás Maduro, aseguró este miércoles que habrá racionamiento eléctrico. "Vamos a pasar días donde vamos a tener que ir a administración de carga consciente, organizada, para estabilizar el sistema hasta que reconstruyamos todo lo que quemaron", aseguró en una llamada al canal de televisión público VTV. Son sus primeras palabras desde el fallo, y han llegado horas después de que Juan Guaidó, presidente del parlamento y autoproclamado presidente interino del país con el respaldo de más de 50 países, anunciara nuevas marchas de protesta para este sábado en todo el país y pusiera una nueva fecha clave en el calendario, el 6 de abril, cuando ha llamado a realizar un “simulacro” de lo que llama la Operación Libertad para desalojar a Maduro del poder. "Llegó el momento de agitar en todos los estados, en todas las comunidades", dijo el miércoles en rueda de prensa. Un anuncio al que Maduro ha respondido con la convocatoria de otra marcha chavista el mismo día.
Mientras continúa la crisis política, las calles de Caracas parecen las de un día festivo
Mientras continúa la crisis política, las calles de Caracas parecen las de un día festivo, aunque precisamente fiesta no es lo que se respira en la capital del país. Sólo es un día declarado no laboral, como lo será este jueves y, seguramente, también el viernes. Sin trabajo, sin escuela, sin planes más allá de lo inmediato. Las avenidas están prácticamente desiertas al caer la noche. Algunos grupos de vecinos buscan compañía y conversación sentados en las puertas, las esquinas o los maleteros abiertos de los coches aparcados. No quieren estar solos y a oscuras porque las penas, dicen, es mejor compartirlas entre risas, que también se escuchan de vez en cuando.
"Somos valientes, un pueblo luchador y también un pueblo jocoso. No va a morir la esperanza de que las cosas mejoren"
Es un pueblo resiliente el venezolano. Al menos es capaz de acostumbrarse a cualquier cosa, lo cual también es un problema, opinan algunos. Ya hubo demasiada violencia años atrás, más de cien muertos en pocos meses de protestas opositoras que no sirvieron para nada, excepto para dividir más a una sociedad ya de por sí polarizada, recuerdan los caraqueños. “Eso no resuelve nada. Cacerolear, quemar cauchos, barricadas en las calles… Eso no me va a devolver la electricidad”, dice Niels Rodríguez, que sortea la oscuridad sentado en la Plaza de Chacao, en el Este de la ciudad, con un sombrero de cañas finas y en compañía de su novia Anjoeli Díaz. 28 y 26 años respectivamente. Juventud paciente que espera a las ocho de la tarde, escuchando los tambores de un grupo de chavales, a que vuelva la luz. “Somos valientes, un pueblo luchador y también un pueblo jocoso. No va a morir la esperanza de que las cosas mejoren, estamos en calma, el Gobierno ya advirtió que podía volver a pasar y la gente está preparada”, dicen ambos, completándose el uno al otro.
"Esta vez estamos más prevenidos y vamos cocinando cuando hay electricidad, lo dejamos todo listo por si se va la luz"
“Seguramente, si no pasara esto, estaríamos ahora viendo televisión o metidos en el teléfono. Ahora estamos paseando, charlando, jugando a juegos de mesa. Pasamos el apagón como podemos”, resumen. Reconocen que después del gran fallo eléctrico, hace más de dos semanas, este no es para tanto. “Hay luz de vez en cuando y tenemos comida. La primera vez fue más duro, nos cogió de sorpresa y no regresó hasta cinco días después. Esta vez estamos más prevenidos y vamos cocinando cuando hay electricidad, lo dejamos todo listo por si se va la luz. Es que esto puede durar así hasta el viernes o hasta el lunes, quién sabe”, recuerda la joven. “Hemos decidido tomarlo con calma, sin mentar a la madre, tranquilos”, explica. Su novio insiste: “Insultar a Maduro no resuelve”. Ella da otro apunte: “Lo que más resolvió hoy fue que nos dieron la caja del CLAP. Con todo y el problema de la luz, hemos recibido el suplemento alimenticio y es una ayuda. Es pasta, es arroz, cosas que no puedes comprar ahorita porque no funciona el punto”, dice refiriéndose a los datáfonos.
En Venezuela, para hacer la compra básica hay que llevar un fajo de billetes que apenas cabe en el bolsillo y que cada día puede pagar menos cosas debido a la hiperinflación que sufre un Estado que tiene que importar prácticamente todo lo que consume. Nadie tiene tanto dinero en casa, ya que hay un corralito de facto, hay escasez de efectivo y los bancos apenas dan 3.000 o 4.000 bolívares diarios en ventanilla mientras que los cajeros sólo escupen dos o tres billetes de 500 por jornada. Si no fuera por la bancarización extrema del país, que posibilita pagar hasta un zumo de naranja en un puesto callejero, prácticamente nadie podría hacer la compra. “Sin luz se trabaja sólo con puro efectivo y con puro dólar, eso quién lo tenga. Es difícil comprar alimentos así”, dice Anjoeli.
"Tenemos miedo de que esto sea así siempre, que nos quiten por completo las medicinas… Pero esto es un apagón, puede pasar en cualquier país"
A pesar de las molestias, la pareja está satisfecha con la reacción del Gobierno, sobre todo en los transportes. “Desde que empezó el apagón pusieron a funcionar autobuses para sustituir al metro”, detalla. Pero tampoco tiene claro el porqué de este parpadeo que ha paralizado la ciudad. “A veces no sé qué creer, si la culpa la tiene Trump o si es una falta de mantenimiento de la red, pero a pesar de eso valoro los esfuerzos que se hacen. El metrobus no es una medida de la oposición, sino algo aprendido del primer apagón. De igual forma, la vez anterior también se activaron comedores comunales que resolvieron mucho a la gente que no tenía comida en casa. Si la gente no tuviera transporte ni comida saldría a las calles, y no está pasando”, justifica la mujer. Su mayor miedo tiene dos palabras, “desidia y zozobra”, que lo normal pase a ser lo extraordinario, que vivir a media luz sea el pan de cada día. “Tenemos miedo de que esto sea así siempre, que nos quiten por completo las medicinas… Pero esto es un apagón, puede pasar en cualquier país, en Francia, en España, en Suiza, en Noruega”, piensa Niels. Quizás tenga razón.
Ataque con disparos de fusil
"El Sistema Eléctrico Nacional no está robusto como va a estar en los próximos días porque estamos reparando el corazón del sistema", aseguró el presidente, quien también informó de que el incendio que mantiene en jaque al sistema eléctrico se produjo en el patio de transformadores de la central. Según Maduro, "el lugar atacado que fue incendiado es un lugar vital para la transmisión de la electricidad en el país", y sostuvo que fue causado por disparos con fusil desde un área escarpada". Según su versión, se han encontrado las balas y corresponden a un fusil de largo alcance, "seguramente un francotirador". Detrás del “ataque”, dijo, “está la derecha diabólica”, “la mano de Donald Trump” y el “imperialismo norteamericano”, aunque no ha dejado pasar la ocasión de apuntar a posibles complicidades de trabajadores de la central, ya que hay demasiada vigilancia en el perímetro.
En la plaza de Palos Grandes, varias unidades de policía vigilan la calle. El foco amarillo tungsteno de un local con generador propio da cierto aspecto de normalidad en la plaza, pero en este lugar, la carencia energética no se sobrelleva tan bien como en Chacao.
"Hoy me dio una crisis de desesperación. Lo que estamos pasando aquí es una calamidad", lamenta Delsy
“Hoy me dio una crisis de desesperación. Lo que estamos pasando aquí es una calamidad”, lamenta Delsy, a quien no le ha dado tiempo ni a decir su apellido. Las lágrimas se le han caído al recordar que, por la mañana, ha visto a decenas de niños acarreando garrafas de agua en Petare, un barrio pobre, una ciudad paralela dentro de la ciudad y más allá, también en el Este de Caracas. Había ido con su marido a reparar el coche y el escenario le ha inoculado tanta desolación que no ha podido evitar pensar en su hijo. “Están perdiendo la infancia, contando carnavales es ya la mitad de este mes que tenemos días festivos o no laborables. No tenemos luz ni agua ni comunicaciones. Jamás pensé que vería esto en mi país. Esto es para ponerse a llorar y salir corriendo de aquí”, dice. Y lo hace. Se levanta del banco de piedra para esconder su frustración y secarse los ojos con las dos manos. Su marido, Juan Carlos Trujillo, ingeniero aeronáutico de 50 años, se queda sentado fumando un cigarrillo. Viven en La Castellana, zona de clase media alta, pero el apagón no entiende de clases. “Vino la luz a las cinco de la mañana y se volvió a ir a las seis, llevamos todo el día sin electricidad, sin poder hacer nada”, explica.
Juan Carlos Trujillo: "Mi gobierno le echa la culpa de todo a los demás, me inserta en el cerebro que vivo en una democracia porque puedo votar y expresarme libremente, pero eso es todo"
Trujillo se acuerda de Chávez, que “en el 99 dijo lo que tenía que decir, como hicieron Hitler o Mussolini, y la gente lo compró, como pasa en determinados momentos de la historia”, dice. Para Trujillo, esto es “una democracia disfrazada, un juego político. Mi gobierno le echa la culpa de todo a los demás, me inserta en el cerebro que vivo en una democracia porque puedo votar y expresarme libremente, pero eso es todo. Luego no puedo ir a un supermercado porque no tengo para para comprar”, se queja. “Qué ciberataque ni que nada. No sé la realidad, pero soy venezolano y les llevo viendo muchos años, tantos como para no creer nada de lo que dicen”, apunta. “Siempre ha habido algunos problemas puntuales de suministro, pero no en Caracas. Eso era imperdonable”, asegura.
“Si la gente no protesta es porque está cansada. Harta. Decepcionada del liderazgo de la oposición, de oír siempre lo mismo y de que, cada intento que hay, no tengamos apoyo. El apoyo tiene que ser militar. Estoy a favor de unas elecciones libres pero si eso no ocurre, que los militares obliguen al Gobierno a salir de ahí. No quiero que nadie nos caiga a plomo, pero hay que darle un jaque al Gobierno y si tiene que haber una intervención extranjera estoy a favor”, aventura.
Habla la desesperación de quien se supone que debería tener de todo pero no tiene nada de lo que cree que debe tener. “Aquí no tengo vida pero no me voy a ir porque este país es hermoso y su gente es acogedora”, dice. Al menos tenía dólares para pagar al mecánico que reparó su coche. “Dolarización espontánea, sobre todo después del primer apagón. Y eso genera una nueva forma de pensar del comerciante, que prefiere divisas con valor seguro”, dice recordando que ayer compró una pizza por 14 dólares. Su familia no necesita la bolsa del CLAP. ¿Qué va a hacer mañana? “No lo sé”, responde. Un chasquido devuelve la luz a la plaza, se escuchan aplausos, algunos vítores. “Bueno, ahora te puedo contestar. Visitar a un cliente. Iré pronto, por si se va la luz”, dice.
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