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Hay una grabación publicada en Instagram hace un par de meses en la que la diva rusa María Petrovna Maksakova-Igenbergs se arranca a recitar en italiano el libreto que Francesco Maria Piavel hizo para la décima ópera de Giuseppe Verdi.
"Anhelas la grandeza, ¿pero tendrás la suficiente maldad? ¡El camino que conduce hasta el poder está lleno de crímenes y pobre del que avanza con pie dudoso y retrocede!", canta.
Han sido tantos los tentados a comparar al rey de Escocia con Vladimir Putin que resulta improbable que la mezzosoprano eligiera por casualidad el papel de Lady Macbeth para debutar en la ópera ucraniana de Dnipro el pasado mes de mayo.
La germano-rusa Maksakova no solo conoció en su día personalmente al presidente Putin, sino que fue diputada de la Duma, el Parlamento de Moscú, por su partido (Rusia Unida) antes de enemistarse con el Kremlin y partir hacia el exilio.
En el vídeo de Macbeth que publicó en las redes algo antes del estreno, Petrovna canta en chándal en un vestidor decorado con muebles de tablero rechapado que probablemente es parte de su casa, una de las varias que ha ocupado en el oeste de Ucrania desde que su marido, el diputado ruso del Partido Comunista Denis Voronenkov, decidió huir de Rusia a Kiev para colaborar con las autoridades ucranianas.
Ahora Petrovna es viuda. El amor de su vida fue asesinado a tiros junto al bulevar Shevchenko de Kiev el 23 de marzo de 2017 en circunstancias nunca bien esclarecidas.
Hay docenas de teorías y la cantante de ópera tiene la suya propia, una que involucra en la muerte de Voronenkov a su primer marido, un capo siberiano de la mafia rusa llamado Vladímir Anatolyevich Tyurin con el que se mudó al pueblecito alicantino de Orihuela en 2003.
En aquella fecha, acababa de iniciar una accidentada y destructiva relación con el hampón que la introdujo de refilón sin saberlo en el brutal mundo del crimen.
Su aventura mediterránea terminó el 20 de junio de 2005, el día en que la Policía española irrumpió en la villa alicantina donde dormía con su pequeño Ilya, de once meses. La operación se llamó Avispa.
María Petrovna Maksakova-Igenbergs: "Los que se mudaron a España desde Rusia fueron los peces gordos del mundo criminal"
A Tyurin, más conocido como Tyuric, no le detuvieron porque logró escapar a tiempo a Rusia con una antigua amante gracias a un chivatazo, pero 28 de los hombres de su organización pasaron por comisaría.
Incluso a día de hoy la cantante sigue asegurando que tardó años en descubrir que su primer marido y el padre de dos de sus tres hijos era uno de los mafiosos más poderosos de la Federación de Rusia.
"Por favor, entiéndalo", nos dice con vehemencia. "Yo no era un maruja que se unió a las guerras de pandillas. Mi hombre y sus camaradas nunca me dejaron meterme en sus asuntos", asegura.
"Muchos rusos venían constantemente por nuestra casa en Torrevieja y, como solían decían, estaban moliendo algo. Por supuesto, algunas conversaciones me llegaron. Según tengo entendido, intentaron infiltrarse en el negocio de las apuestas y hacer otros negocios oscuros, pero no estoy segura de ello", afirma.
Maksakova conoció a Tyurin en Moscú el 1 de junio de 2003. "Había estado llamándome todas las tardes durante dos meses hasta que, al final, acepté verle en el casino Golden Palace. A raíz de aquella cita, comenzamos a salir", cuenta.
"En agosto, me invitó a Bodrum y de allí nos fuimos a España. El 23 de julio de 2004 di a luz en Alemania a Ilya. A finales de septiembre, Tyurin nos llevó de vuelta a España y nos instaló en una villa del pueblo de Orihuela, cerca de Torrevieja. Viví allí hasta que la Policía irrumpió en la villa aquella madrugada", relata.
"Dos años después de volver a Rusia, en el otoño de 2007, me volví a quedar embarazada de él y, tras dar a luz a Lucy el 5 de abril de 2008, finalmente rompí con el padre de mis hijos", explica Maksakova.
En los episodios finales de su relación, pasó de las noches de glamour en los clubs más exclusivos de Moscú a las fracturas de costillas. El caballeroso hombre fornido que le cedía paso en las puertas de los restaurantes durante el cortejo le rompió hasta la mandíbula cuando el romance comenzó a desintegrarse.
España, hogar de criminales rusos
Los años en que Maksakova residió en la costa valenciana son también, en cierto modo, parte de la época dorada de la mafia rusa en nuestro país. Y eso es lo que hace tan interesante su experiencia.
Las vacas gordas de los criminales terminaron cuando la Audiencia Nacional se propuso investigar sus actividades ilegales y comenzaron a sucederse los operativos policiales.
Al cabo de los años, hubo más ruido que condenas, pero, de alguna forma, se disipó la sensación de impunidad que atrajo inicialmente a los ladrones en la ley o vor v zakone —denominación rusa de mafioso— al sur de Europa en busca de un retiro dorado, lo que no significa que se fueran todos.
¿Cómo se convirtió nuestro país en el destino predilecto de las organizaciones delictivas que comenzaron a menudear en Rusia tras el desmoronamiento de la Unión Soviética? "Yo diría que España se mostró más relajada al principio que otros países como Francia o Alemania", dice la viuda de Voronenkov.
"Las autoridades españolas no entendieron de inmediato que toda esa escoria tiene un doble propósito. Cuando es necesario, son llamados por el FSB (los federales rusos) y comienzan a hacer exactamente lo que se les pide. Es decir, socavar los cimientos de la civilización occidental", asevera.
"Los españoles son una nación encantadora, bonachona y hospitalaria. Obtuve un enorme placer cada día que tuve la oportunidad de vivir en su maravilloso país. Barcelona es una de mis ciudades favoritas", afirma.
"No hay nada de sorprendente en el hecho de que la mafia rusa se introdujera en España porque esta es una tierra bendecida por Dios. Pero, por alguna razón, no se reconoció a tiempo la amenaza latente", asegura Maksakova.
María Petrovna Maksakova-Igenbergs: "Hubo un señor llamado José Grinda González [fiscal especial para la lucha contra el crimen organizado] llegó a aterrorizar a esos bastardos
"A la postre, sucedió que durante los noventa y al doblar el milenio en España se produjo una concentración de notorios sinvergüenzas rusos sin parangón en todo el mundo. Los que se mudaron a España desde la Federación de Rusia fueron los peces gordos del mundo criminal, indeseables cuyas manos estaban sumergidas en sangre hasta los codos", continúa la diva.
"Hubo un señor llamado José Grinda González —fiscal especial para la lucha contra la corrupción y el crimen organizado— que luchó muy seriamente y llegó a aterrorizar a esos bastardos. Naturalmente, le amenazaron y le hicieron la vida imposible", relata.
"A pesar de ello, durante aquella época, los investigadores españoles hicieron avances muy serios para desenredar una gran variedad de crímenes cometidos por los gangsteres, incluido el lavado de dinero", cuenta.
"Al fin y al cabo, todos sus bienes mal habidos se invirtieron discretamente en España. Compraron costas enteras. Este fiscal organizó dos grandes operaciones contra el crimen organizado internacional [Avispa y Troika]", recuerda.
"Como resultado, muchos mafiosos rusos como el propio Tyurin huyeron a la Federación Rusa o a terceros países, mientras que otros, como su amigo Shakro, terminaron en prisión", explica.
Maksakova, de 45 años y nacida en Múnich, procede de una familia de artistas. Antes de enfrentarse al Kremlin, presentó un programa ruso de televisión, grabó canciones pop y actuó como mezzosoprano en el reputado teatro Mariinsky.
Su cara es conocida en toda Rusia y su relación con el mafioso siberiano al que nuestro país intentó encarcelar sin éxito alimentó centenares de shows televisivos sobre chismes.
Hemos hablado con la diva varias veces para reconstruir su historia y siempre insiste en atribuir aquella relación disfuncional al deseo de un patán de medrar socialmente gracias a sus contactos.
Incluso en la época de la Unión Soviética, su familia era la quintaesencia de la aristocracia artística del proletariado. Tras la caída de la URSS, su apellido seguía resonando y tenía acceso a algunos de los miembros de más alto rango del círculo íntimo de Putin, a quien conoció personalmente.
Le preguntamos por el presidente y nos dice que lo único destacable de él es su altura. "Siempre me pareció un hombre pequeño y gris, un hombrecito. Claro que era difícil imaginar que llegaría a tales niveles de villanía", afirma.
Seis años después de abandonar España, en 2011, la propia Maksakova se convirtió en diputada de la Duma rusa. Lo de enrolarse en la política fue la mejor manera que encontró de mantener a raya a su expareja, el forajido, y romper completamente la estela de toxicidad que dejó en su vida tras su paso.
Ahora que vive como una disidente arremete a diario contra el Kremlin desde las plataformas de las redes y se presenta a sí misma como una diputada díscola que nunca comulgó con las ruedas de molino de Putin y los suyos.
María Petrovna Maksakova-Igenbergs: "Ingresar a la Duma por el partido de Putin fue un seguro de vida que me volvió inalcanzable para Tyuric"
"Ingresar a la Duma por el partido de Putin fue un seguro de vida que me volvió inalcanzable para Tyuric", se justifica.
"Pero no es cierto que apoyara la anexión de Crimea. Si eso es lo que ha leído en la prensa rusa, tenga en cuenta que solo es una provocación propagandística. Tan pronto como me enteré de lo ocurrido, me compré un billete a Tailandia y me fui", relata.
"Desde 2012 ya estaba en la lista negra y me odiaban abiertamente. Luché también contra la homofobia cavernosa de Putin y contra todas las iniciativas que iban contra los principios humanistas de Occidente", asegura.
"¡Y bajo los muros de la Duma había a menudo piquetes que pedían que la Iglesia me anatematizara! Bienvenidos a la Edad Media. Por lo tanto, cuando decidí no regresar a Rusia todos estaban felices e inmediatamente me privaron de mi acta con un pretexto descabellado", cuenta.
El asesinato de Denis Voronenkov
Maksakova se enamoró de su segundo marido durante el viaje de una delegación de la Duma a Japón. Su tortolito le recordaba a Daniel Craig en su papel de Bond, claro, que el amor es ciego. Denis Voronenkov fue elevado a los altares por la prensa occidental tras su asesinato en Kiev.
Las necrológicas le describían como un valiente adalid de la libertad y la democracia que había sido acribillado por desafiar a Putin y el FSB.
Lo cierto es que se desenvolvía como nadie entre los bastidores del poder, no solo porque fuera también miembro del Parlamento por el Partido Comunista de 2011 a 2016, sino porque llegó a tener eventualmente el rango de coronel, lo que le ayudó a moverse como pez en el agua entre políticos y militares.
Era lo que se conoce como un fixer, un arreglador que cabildeaba en las grietas del sistema con notoria destreza. Algo, sin embargo, salió mal. Antes de huir a Ucrania, se le acusó de estar involucrado en la incautación ilegal de una propiedad, que es una práctica común entre los buscavidas de Moscú.
Fue entonces cuando miró hacia sus vecinos en busca de una salida airosa. Los de Kiev decidieron recibirle con los brazos abiertos porque les resultaba útil para desacreditar "a los malvados rusos".
Voronenkov y Maksakova se casaron en marzo de 2015 y en octubre de 2016 se mudaron a Kiev. Para enaltecer su currículum de disidente y dotar de una dignidad adicional las razones de su huida, él solía venderse como alguien que había sido perseguido por denunciar la participación de altos oficiales del FSB en el tráfico de drogas.
Cuando fue asesinado, estaba a punto de testificar contra el presidente prorruso Yanukovich. Una de las primeras hipótesis que manejó la oficina del Fiscal General de Ucrania es que el crimen había sido organizado por el ex de Maksakova, Vladimir Tyurin, a instancias del FSB.
Un sicario ultranacionalista ucraniano descerrajó seis balas a Denis Voronenkov con un arma de diseño soviético
La mañana en que murió, Voronenkov se dirigía al hotel Premier Palace para reunirse con Ilya Ponomarev, otro exmiembro del Parlamento de Rusia también huido a Ucrania. Ni él ni su guardaespaldas repararon en un hombre joven con chándal que se aproximaba hacia ellos por detrás.
El sicario, un ultranacionalista ucraniano, le descerrajó seis balas con un arma de diseño soviético. Cuando María Maksakova llegó al lugar del atentado, su marido había muerto. Algo después fallecería también el pistolero, alcanzado por su guardaespaldas.
La versión del Kremlin sugería que había sido asesinado por un nazi iracundo que no le perdonaba su pasado de siloviki.
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