No importa que haya más estudiantes ya en la cárcel que en las universidades a pesar de la dudosa amnistía promulgada estos días por Jamenei. Las protestas no han cesado, solo que se ha pasado de las concentraciones multitudinarias a pequeñas acciones clandestinas aisladas y a una ola más generalizada de desobediencia civil, especialmente en las grandes concentraciones urbanas. Muchas mujeres han decidido, por ejemplo, que no se ponen ya el hiyab de nuevo. Con la ayuda de los disidentes, hemos elaborado una guía de campo para dummies y sin censura para entender las maldiciones, consignas e injurias más salvajes que los rebelados dirigen en farsi, kurdo u otras lenguas contra la dinastía de islámicos que subyugan al pueblo iraní.
"Están equivocados", dice Farid Hakimi. "Lo de quitarles el turbante a los ajund (los clérigos chiítas iraníes) no es una moda nueva. Lo que es más nuevo es registrarlo con el móvil para compartir los vídeos en las redes como herramienta de protesta". A Farid le conocimos hace ya veinte años en el corazón de Urmia. Luego, volvimos a encontrarnos varias veces en los arrabales del sur de Teherán, que era, por así decirlo, una de las barriadas pobres y piadosamente chiítas de donde los ayatolás obtuvieron buena parte del apoyo social con el que derrocaron al Sha Reza Pahleví, hace ya cuarenta años. Es allí también donde se halla el mausoleo de Jomeini, padre de la Revolución Islámica contra la que miles de iraníes se han alzado a tenor de la muerte de la joven kurda Mahsa Amini.
No es tampoco la primera vez que los estudiantes se levantan contra el régimen de analfabetos fundamentalistas. Hace ya veinte años, era frecuente escucharles insultar a los mulás y salir corriendo o en motocicleta, solo que las revueltas han popularizado y, en cierto modo, refinado el arte de la agresión verbal. Farid es un guía de privilegio para entender mejor el ritmo, la estructura y el contenido de los insultos que los alzados dirigen a los clérigos desde el pasado otoño. "Lo primero que debéis saber es que la mayoría de los cánticos constan de dos frases. Una persona grita la primera parte y el resto corea la respuesta. Todas las consignas tienen rima en persa, así que, como bien comprenderéis, las traducciones al castellano no les hacen justicia".
Respetando escrupulosamente esa fórmula, podía escucharse, por ejemplo, en Teherán, a finales del pasado año a un puñado de jóvenes coreando estos lemas con resonancias gastronómicas:
—¡Arroz y pescado!
—¡Que jodan a tu madre, sepahi!
—¡Ni así ni de la otra forma!
—¡Y mi polla directa al Seyed Ali y su familia!
—¡Arroz, lentejas y yogur!
—¡Y mi polla en su mano derecha!
El "Seyed Ali" al que se referían los manifestantes es el líder supremo de la Revolución, la versión persa del Generalísimo, Ali Jamenei, un anciano decrépito y cruel que figura en la nómina de fundadores de la llamada Sociedad del Clero Combatiente que derrocó a Pahleví. Lo de "sepahi" es la denominación coloquial y popular de los miembros de los cuerpos militares de la Guardia Islámica Revolucionaria, que, junto a los basiji, son utilizados como mano de obra represiva para pulverizar al pueblo. "Que ironicen los jóvenes con la diestra de Jamenei tiene que ver con su condición de manco", nos aclara Farid. "Usa una prótesis ortopédica porque perdió la suya en una explosión en 1981".
Los himnos y consignas jaleados estos meses por los indignados iraníes son tan políticamente incorrectos como la dictadura que padecen y los hombres que la lideran. La orientación generalizada de los gritos es claramente fálica. "¡Y mi polla directa al Líder Supremo y su familia!", vociferaban también las multitudes que se hacinaron hace tres meses en el campus de la Universidad Tecnológica de Sharif mientras rodeaban y señalaban a un imán, en sus propias palabras, "completamente acojonado". A estos se refieren de manera indistinta como "ajund" o "molá" (mulá).
Con variantes, las entradas de los cantos se repiten y la gente improvisa diferentes respuestas. Las alusiones al trasero de los ayatolás son comunes. Las consignas se rapean con ritmos y con percusiones y se amplifican, siempre que es posible, con megafonía.
—¡Ni por aquí ni por allá!
—¡Mi polla directa al Líder Supremo y su familia!
—¡Artillería, tanque y transporte de personal!
—¡Los tres en el culo del Líder Supremo!
—¡Sabzi polo ba maahi! (Arroz, hierbas y pescado)
—¡Fóllate a tu madre, sepahi!
Los disturbios y la ira han abierto asimismo nuevos caminos líricos en una cultura proverbialmente conocida antes del desembarco de los dinosaurios por su amor a la poesía. El pasado noviembre, chicas y chicos protestaron juntos de este modo:
—¡Asqueroso basiji!
—¡Tu puta cara!
Durante la misma concentración organizada en la Universidad Juaja Nasir, corearon al unísono variaciones como ésta:
—¡Jamenei es otro Jomeini!
—¡Los dos son igual de chulo putas!
Las más injustamente tratadas por los protagonistas de la insurrección han sido, con mucho, las madres de los ayatolás. También en noviembre y en la universidad, un grupo de basijis trataba de reventar una manifestación gritando: "¡El partido bueno es el de Seyed Alí (Jamenei)!". A lo que los allí reunidos respondieron: "¡Que jodan a tu madre, Seyed Alí!". Otra de las más coreadas responde a esta fórmula: "¡Un árbol tan alto y grueso!". Y la multitud replica: "¡En el culo del Líder Supremo!". "Es una comparación", aclara Farid. "Se refieren a que el árbol de la Revolución Islámica se ha hecho tan fuerte que nadie puede cercenarlo ya".
"¿Han cesado las protestas tras los arrestos masivos, la brutal represión y los ahorcamientos de disidentes tras juicios sin garantías? ¿De verdad nadie puede talar ese árbol enfermizo?", le preguntamos a Hakimi. "La atmósfera de ira se mantiene pero la gente se ha retirado en parte de la calle", nos responde. La amnistía anunciada el 3 de febrero por Jamenei corre de boca en boca en forma de chistes. Anuncios similares se realizan cada año con motivo del aniversario de la Revolución Islámica. A menudo, las cifras de beneficiados se falsean y, en este caso concreto, nadie ha informado aún de cuántos de los no menos de 20.000 detenidos continúan en prisión. El Estado continúa literalmente ocupado por sepajis y basijis, y en epicentros de las algaradas, como la Universidad de Sharif, se ha prohibido grabar en vídeo mientras se reforzaba la vigilancia mediante un dispositivo de seguridad digno de una cumbre de Estado.
En realidad, si quedaba algo que no hubiera sido prohibido todavía, el error ha sido subsanado. No habían guardado todavía en las cocheras las grúas de las que ahorcaron a sus cuatro últimos reos, cuando, hace unos días, se hizo público que una pareja de influencers, Amir y Astiyazh, fueron condenados a diez años y medio y diez años de prisión, respectivamente, por el juez Salvati, conocido también como el magistrado de la muerte. Su delito había sido improvisar un baile a finales de octubre junto a la torre de la Libertad de Teherán, que simboliza ahora lo contrario de lo que insinúa su nombre original (Azadi). Horas después de subir la grabación a sus cuentas de Instagram, varios matones de la Policía se presentaron en sus domicilios y se llevaron a los jóvenes tras golpearlos en presencia de sus familias. En teoría, no fueron condenados por bailar, sino por "difundir la corrupción, la prostitución y el vicio". Es sabido que la chica, diseñadora gráfica, se encuentra ahora en la prisión de Qarchak para mujeres, en las afueras de Teherán.
Ha contribuido igualmente estos días a mantener vivas las llamas de la rebelión, incluso aunque ésta sea ahora mucho menos visible, una revelación espeluznante de la que se hacía eco en Europa The Guardian. El diario británico ha tenido acceso a un documento que prueba que dos miembros de la Guardia Revolucionaria de Irán violaron a dos mujeres, de 18 y 23 años, en un ataque encubierto por los fiscales estatales. Las chicas fueron sexualmente agredidas en una furgoneta de la Sepah durante las protestas de septiembre. Para justificar lo acaecido, uno de los dos violadores adujo que las víctimas les habían hecho insinuaciones. El individuo trató de legitimar su ataque asegurando que había recitado la fórmula de la Sigheh, que es una especie de matrimonio temporal que permite mantener relaciones sexuales con prostitutas a los hipócritas islamistas.
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