berlín
La estabilidad, el mantra de la clase política alemana desde el que se podía justificar casi cualquier medida, parece historia. Berlín nada ya en aguas inciertas. Ha ocurrido rápido de lo que se pensaba.
Con el SPD, el otro gran partido tradicional, ya rozando el umbral de la irrelevancia, la crisis se instala ahora en la Unión Democristiana (CDU). Las alarmas se dispararon después de que el partido votara en el Estado federal de Turingia de la mano de la extrema derecha (Alternativa para Alemania o AfD) para nombrar presidente regional a un liberal que apenas había logrado el 5% de los votos. Se había roto un tabú. Se había roto el cordón sanitario. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, un partido ultraderechista ayudaba a formar un Gobierno en Alemania.
El cordón sanitario, además, se rompió por el costado más extremo. La AfD de Turingia, con Björn Höcke, al frente, representa el ala más radical de los ultraderechistas.
La canciller no tardó en salir al paso y calificar la votación de "imperdonable". La consecuencia ha sido una cascada de dimisiones: el presidente liberal investido, el líder de la CDU en Turingia y, sobre todo, la de Annegret Kramp Karrenbauer (o AKK, como se la conoce en la prensa), la secretaria general del partido conservador.
"El debate en la CDU ya no es si el partido se mueve más a la derecha o más hacia la izquierda, sino si coopera o no con la ultraderecha", analizaba el politólogo Thorsten Faas en un encuentro con la prensa extranjera. "Sobre la idea de que lo más importante es la estabilidad, está por ver qué pasa cuando la estabilidad viene de partidos como la AfD", añadía.
¿Colaboración con la AfD?
Una de los políticos de la CDU que no dudó en celebrar la votación en Turingia fue Alexander Mitsch, que también es el presidente de la ultraconservadora asociación Werteunion (Unión de Valores). Esta organización, de apenas 4.300 miembros (en comparación la CDU tiene más de 427.000), y que ni siquiera está adscrita oficialmente a la Unión Democristiana, se ha convertido en catalizadora del descontento entre las filas conservadoras, sobre todo el este del país.
Aunque ahora la Werteunion en su misma página web asegura que rechaza cooperar con los ultraderechistas de la AfD, Mitsch realizó pequeñas donaciones a este partido en 2014 y 2016. Además, su miembro más destacado, el ex jefe de los servicios domésticos de inteligencia, Hans-Georg Maaßen, tuvo que dimitir luego de contradecir a la propia Angela Merkel y poner en duda las persecuciones a extranjeros que miembros de la escena neonazi protagonizaron en localidad de Chemnitz en septiembre de 2018.
La Werteunion está encontrando resonancia, sobre todo, en el este del país, en los Estados federados de la antigua Alemania comunista. Ahí es donde, precisamente, la AfD ha logrado mayor implantación. No obstante, es importante remarcar que el origen de esta organización conservadora de la CDU se encuentra en el muy occidental Estado de Baden-Württemberg. Como reacción a la breve política de puertas abiertas a los refugiados de Angela Merkel, allí se fundó el 25 de marzo de 2017 la Werteunion bajo el nombre de Freiheitlich-konservativer Aufbruch (El Despertar de los Conservadores Liberales).
Pero, a pesar de las turbulencias de los últimos días, diversos miembros de la CDU no han dudado en criticar con firmeza a la Werteunion. Sobre todo desde el llamado "ala social" del partido. Por ejemplo, para el eurodiputado Dennis Radtke, "la cercanía de la Werteunion al partido etnonacionalista AfD" es "insoportable".
Candidatos a suceder a Merkel
¿Cómo influirá esta lucha de poder dentro del partido conservador alemán? La elección del nuevo líder (esta vez todos los candidatos más plausibles son hombres) determinará el rumbo de la política alemana y, como principal potencia, el de toda la Unión Europea.
La CDU aún tiene que determinar los plazos para elegir el sucesor de Merkel. AKK, la todavía mandataria del partido, quiere controlar los tiempos de la transición. La idea original de Kramp-Karrenbauer era esperar hasta el verano para dar el paso atrás definitivo, pero como el analista Thorsten Faas asegura: "Los hechos podrían evolucionar de forma muy rápida".
Lo que parece seguro es que quien consiga hacerse con la jefatura del partido será también el candidato conservador a las próximas elecciones federales. Con la CDU todavía liderando las encuestas, no sería extraño que esta misma persona fuera el próximo canciller de Alemania.
El nombre que suena con más fuerza para el puesto es el de Friedrich Merz. Merz, que en 2018 reconoció ganar alrededor de un millón de euros al año y que posee un avión privado, a punto estuvo ya de batir a AKK en el Congreso en el que la sucesora de Merkel salió elegida. Esta vez, no obstante, podría ser la definitiva. Poco antes de que estallara la crisis, el abogado de 64 años anunció que abandonaba su puesto de ejecutivo en el fondo de inversiones estadounidense BlackRock.
Además de haber establecido vínculos con los sectores empresariales del país, Merz es el favorito de los partidarios de escorar el partido más a la derecha. Desde la dirección de la Werteunion se le describía como un candidato "adecuado". Y el propio Merz aseguraba en una entrevista de 2019 que la organización ultraconservadora es "una toque de atención desde las bases para que la dirección del partido se vuelva a ocupar con mayor intensidad de ciertos temas".
La pregunta, por tanto, se centra en qué posición tomaría respecto a cooperar con los ultraderechistas de la AfD. "Merz lleva el partido más a la derecha, pero respecto al debate sobre la AfD, es más difícil decir qué haría. Él ha descrito a Höcke [el líder ultraderechista de Turingia] como un nazi", explicaba el politólogo.
La opción continuista la representa Armin Laschet, el presidente del Estado federado de Renania del Norte-Westfalia, el Land más poblado de Alemania, lo que le otorga un significativo peso dentro del aparato del partido conservador. Pero el de Laschet, cercano a la canciller Merkel y partidario de políticas más centristas, es un perfil similar al de Kramp-Karrenbauer, que ha sido incapaz de soportar las presiones de los sectores más duros.
Laschet arrastraría el estigma de AKK de no haber cambiado la suerte del partido en los Estados federados orientales, donde el AfD le ha arrebatado un gran espacio político. Y tras la crisis de Turingia, la CDU sigue desplomándose en este pequeño pero, a la visto de lo sucedido, influyente territorio.
Por último también suenan, aunque con menos fuerza, los nombres de Jens Spahn y Markus Söder. El primero, actual ministro de Sanidad, se posiciona a la derecha de Merkel, pero tanto su juventud (39 años) como su homosexualidad pública le otorgan un perfil más moderno que podría utilizar a su favor. El segundo, presidente de Baviera y líder del partido hermano de la CSU (Unión Socialdemocristiana), también se le vincula con una posición más conservadora que la representada por Merkel, sobre todo en materia de inmigración. Söder, después de haber visto en las elecciones regionales de octubre de 2018 que derechizar al máximo su discurso no ayudaba a disminuir el crecimiento de la AfD, decidió centrar su mensaje en el ámbito ecológico.
La carrera está abierta y pocos se aventuran a hacer predicciones sobre lo que pueda ocurrir. Los conservadores alemanes han completado su ingreso en el fraccionado e inestable tablero político. Como dice el propio politólogo Thorsten Faas: "Todo esto son señales de que se está viviendo un momento de normalidad en la vida política alemana".
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