MADRID
El Juzgado de lo Penal número 1 de Huesca ha sustituido una condena de siete años de cárcel por maltrato habitual a Luis Antonio Irzo contra Paloma Delgado y sus tres hijos menores de edad por una multa de 1.530 euros. A finales de 2020, ya le conmutaron la pena de cárcel por un curso de formación en violencia de género y 510 días de trabajos en beneficio de la comunidad. Tras negarse a cumplirla, el condenado por maltrato tan solo tiene que abonar esta multa. El condenado nunca ha llegado a pisar la cárcel. Además, en tan solo ocho meses, se reanudará el régimen de visitas de sus hijos, a pesar de que su madre acreditara con grabaciones durante el juicio que les maltrataba físicamente. Para evitarlo, Delgado ha iniciado una recogida de firmas en Change.org.
¿Cómo está?
Estoy agotada. Y estoy inquieta, nerviosa, con un poco de desesperanza y, sobre todo, de miedo.
Miedo de que le pase algo a sus hijos.
Sí. El daño psicológico está asegurado y hay que pensar que estamos ante una persona que no reconoce los hechos, que no se arrepiente y que, además, demuestra un desprecio total hacia todo lo vivido. Tengo miedo porque, además, ahora tiene acumulada una venganza.
Usted y sus hijos han sufrido muchos años de malos tratos.
Yo me caso en el 2004 y los malos tratos empiezan, prácticamente, desde el inicio del matrimonio. El primer episodio que yo recuerdo de más gravedad y que más me impactó fue cuando el niño tenía 18 meses. Yo me vi totalmente atrapada porque no podía irme y dejar a esos niños allí. Finalmente, en el último año, en 2015, ya consigo grabar algunas situaciones puntuales de casa como podía y puse la denuncia, con los vídeos que demostraban el maltrato. Yo sabía que si no presentaba algún tipo de prueba nadie me iba a creer. Eso lo tenía muy claro.
¿En algún momento se han sentido protegidos por la justicia?
Me pregunto si se puede decir que una persona que no se arrepiente y, además, no ha tenido ningún tipo de consecuencia, está reinsertado. Yo no entiendo que una persona no reinsertada recupere los derechos sobre sus propias víctimas menores. Lo que ha habido es, desde luego, un interés de vinculación hacia el maltratador, vulnerando el bienestar mental de los propios niños. A mis hijos se les han llegado a imponer terapias de revinculación con el padre porque no querían verlo.
¿Siente que a quien se ha juzgado es a usted?
Absolutamente. Yo cuando fui a la policía a denunciar, me sentí muy arropada. Allí fue el momento en el que me sentí más culpable de no haber denunciado antes. Pero, en el momento en el que pones un pie en el juzgado, todo cambia. Tú pasas a ser el objeto a estudiar.
Según la reforma del Código Civil, los padres denunciados por maltrato no pueden visitar a sus hijos.
La reforma lo que viene a decir es que no habrá visitas, salvo que se consideren positivas por interés superior del menor. Con lo cual, queda otra vez en manos de la opinión de quien tiene que emitir ese veredicto.
Sus hijos se negaban a ir a las terapias de revinculación con su padre. ¿Cómo viven el hecho de tener que volver a verlo?
Cada uno a su manera. Unos lo consideran tan inviable que no se preocupan, pero, en cambio, hay otros que están con pesadillas, que están ya con tratamiento para controlar esa ansiedad.
Cuando ve casos de violencia vicaria donde la justicia no ha actuado correctamente, ¿se siente identificada?
Absolutamente. Mi única esperanza es la edad que tienen mis hijos -16,14 y 11 años-. Pero eso implica que han tenido que perder su infancia. ¿Qué hubiese pasado si yo presento la denuncia cuando eran pequeños? He sentido una inmensa culpabilidad por no haber denunciado antes. Pero, me encuentro ahora con que, al final, ¿cuál es la respuesta de la justicia?
¿A qué instancias judiciales puede acudir?
Solo puedo reiniciar una vía civil. La sustitución que le han hecho por multa vulnera directamente el artículo 84 del Código Penal. No se puede aplicar, pero con todo, lo siguen aplicando.
Ya en 2014, la ONU condenó a España por el caso de Ángela González Carreño, cuya hija fue asesinada por su padre, después de que su madre presentara más de 50 denuncias. En 2021, la ONU pidió explicaciones a España por aplicar el Síndrome de Alienación Parental a Irune Costumero. ¿Se plantea llevar su caso ante la ONU?
El problema es el dinero. Todos estos procesos cuestan miles de euros y a mí me es imposible pagarlo. Leí un informe de la ONU que decía que en España se tendía a castigar a las madres que denunciaban. En mi caso personal sí puedo decir que, evidentemente, la intención de aproximación con su maltratador condenado es y ha sido permanente. Sí puedo considerar que, de alguna forma, he vivido una especie de castigo.
Hemos visto como en el caso de Juana Rivas la opinión pública ponía en tela de juicio su papel como madre. Incluso, en el último caso de violencia vicaria en Sueca, se culpabilizaba a la madre por haber dejado que el hijo estuviera con el padre. ¿Usted ha sentido que se criticaba su papel como madre?
Totalmente. Desde que denuncié, se me recriminaba a la vez, tanto haber denunciado, como no haber denunciado antes. Tenía una sensación de culpa permanente.
La llamaban mala madre.
Por supuesto, porque no soy capaz de hacer que los niños quieran amar y venerar a su maltratador. Aquí hay que tener claro quién es el culpable y quién es la víctima y quién tiene que tener vergüenza. La vergüenza no tiene que ser nuestra. La vergüenza tiene que ser del agresor y de quien le proteja. En este tipo de delitos no se tiene la misma perspectiva que en otros. Si tú denuncias, la mitad de tu circulo va a decir: algo querrá sacar, algo habrá, lo habrá exagerado, la habrá provocado. Es frecuente que te digan: no te pregunto porque es un tema muy privado. No, no es privado. Esto es un tema social, de responsabilidad social y donde tiene que responder la sociedad.
A pesar de esto, ha conseguido más de 100.000 firmas en la campaña de Change.org.
Es increíble. Change.org se ha volcado y ha colaborado muchísimo y para mí es un estímulo impresionante a nivel de reafirmación. El problema es que, después de todo esto, tú llegas tan tocada que realmente te cuestionas constantemente tu culpabilidad y responsabilidad. Estas firmas han sido un refuerzo muy positivo por decir: teníamos razón, no estamos locos, no somos tan malos. Y, sobre todo, me parece una llamada de atención importante a las instituciones y a los políticos.
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