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Actualizado:Los versos del nuevo poemario de Guille Galván, compositor y guitarrista de Vetusta Morla, exploran los límites más íntimos. Desde esa primera linde individual, la que nos separa del resto, hasta la que es quizá la última de nuestras fronteras, esa que nos vincula con nuestro tiempo. Desconocernos (Lunwerg) es, en ese sentido, una búsqueda por entender lo que nos duele y separa, pero también un intento por trazar puentes imaginarios.
Hay más preguntas que certezas en este poemario...
Sí, puede ser. Con el tiempo he aprendido a valorar más a la gente que se pregunta cosas que a la que dispone de respuestas rápidas para todo. El año que estamos viviendo tiene mucho que ver con esto; tenemos la necesidad de que alguien nos diga qué está pasando y por qué, de modo que puede ser frustrante llegar a la conclusión de que a lo mejor nadie tiene respuestas. Nos encontramos ante algo nuevo que exige una reflexión, sé que suena un poco desesperanzador, pero desconfío en esa gente que va regalando soluciones por la vida.
La respuesta, al menos la más inmediata, nos la debe dar la ciencia. Y quizá también el arte, en última instancia, ¿no cree?
Sin duda, creo que situaciones como la que nos encontramos ponen de manifiesto que tenemos que creer e invertir en ella. Además, está sometida a una urgencia primorosa, ha de trabajar a contrarreloj sin muchas veces contar con los recursos necesarios. El arte, sin embargo, tiene el tiempo a su favor, precisamente el tiempo que le falta a la ciencia. Por eso creo que los que nos dedicamos a crear manifestaciones artísticas tenemos que aprovechar la posibilidad que nos da nuestro sector, servirnos de ese tiempo extra para la reflexión que no tienen, por ejemplo, los médicos. Sólo así podremos crear una nueva normalidad, no sólo moral, sino estética también. Sería un error caer en la prisa de tener que generar contenidos de forma urgente.
¿Y qué puede aportar la creación en un momento como el que vivimos?
Siempre que ha habido grandes cataclismos en la historia de la humanidad, han traído consigo no sólo cambios socioeconómicos, sino también estéticos. Es nuestra labor como creadores darles forma. Por otra parte, creo que las humanidades tienen mucho que decir ante un paradigma en el que la tecnología es capaz de hacer casi cualquier cosa, si te fijas, la pregunta ya no es tanto qué se puede hacer, sino qué debemos hacer. Y a ese respecto, la filosofía, el arte o la ética tienen mucho que decir.
¿Qué impronta cree que dejará la pandemia en la artes?
Creo que la cultura del yo y de la ostentación tiene los días contados. Me gustaría pensar que todo esto puede ser una oportunidad para volver a unirnos en lo colectivo, salir de ese individualismo tan atroz en el que vivimos instalados. Pero lo cierto es que siendo realista no va a ser fácil; tenemos toda esa estructura individualista tan interiorizada, todo pinta a que vamos camino de un aislamiento mayor. Además, parece que con las redes sociales hemos sustituido la culpa cristiana por la de no ser suficientemente felices, como si estuviéramos obligados a ser felices. Supongo que todo esto reventará en algún momento, porque nos lleva a la neurosis y de la neurosis sólo se sale reventando.
Es paradójico; vivimos aislados pero seguimos necesitando de la aprobación del otro...
Cada vez más, por un lado está esa necesidad de darle de comer al yo y de creer que somos autosuficientes a través de nuestros móviles, pero por otro lado estamos constantemente pendientes de lo que dicen los demás de nosotros. Es una manera de aislarse, pero es la peor de todas porque te aíslas con la mirada puesta en todos los demás. Quizá los nativos digitales lo vean normal, pero yo no lo soy y no puedo evitar el choque. Creo que es evidente que hay una mutación como especie en todos los sentidos.
Pero usted tiene mucha presencia en redes, ¿cómo lidia con esto que apunta?
Pues hay días que me borraría de todas. Supongo que es una relación entre el amor y el odio. Me considero una persona introvertida y vivo con esa contradicción que supone el estar haciendo cosas y querer mostrarlas a los demás. Necesitamos que nos quieran, todo es tan sencillo como eso. Me da pudor exponerme pero me subo a tocar delante de 40.000 personas, en ese extraña espiral me encuentro a veces. Creo que al final lo que hacemos en las redes no es otra cosa que un puzle de nosotros mismos, un puzle en el que no aparece aquello que despreciamos de nosotros mismos o que nos resulta poco relevante.
No es muy habitual que los músicos de éxito utilicen las redes para mojarse en temas políticos, en realidad no es habitual que se mojen en casi nada...
Siempre hay excepciones, creo que los autores, o en general la gente que se relaciona con las humanidades, tiene una materia prima diferente que tiene que ver con la realidad, y no puedes ser ajeno a lo que sucede a tu alrededor. Cuando escribo una canción o un poema intento que la realidad se filtre a través de mi mirada, y dentro de esa mirada hay una mirada política en el sentido más amplio de la palabra, como un mero ciudadano que pertenece a una comunidad y que piensa no sólo en lo suyo sino en cómo tener una vida en común mejor. En ese sentido, yo nunca he dejado de decir lo que quería por miedo a reprimendas y supongo que habrá gente que se haya alejado de mi trabajo por mi forma de pensar. Asumo ese riesgo.
La lucha de los técnicos de eventos durante la pandemia ha evidenciado un cierto ensimismamiento por parte de los músicos, ¿no cree?
En parte es así, de hecho Alerta Roja [movimiento de unificación sectorial de la industria del espectáculo y los eventos] nos ha dado una buena colleja a los músicos, ha sido una demostración de unión y compromiso, de salir a defender algo que un sector tan amplio y disperso como el nuestro no siempre había sido capaz. Creo que estamos ante un momento clave para reivindicar una serie de derechos laborales que no acaban de cumplirse y que en otros países, como Francia o Inglaterra, son una realidad desde hace mucho tiempo. En ese sentido, quizá sería muy fácil cargar contra terceros y acusar al Ministerio de Cultura de abandono o de no entender un montón de cosas, pero no podemos responsabilizar a otros de lo que nos corresponde a nosotros; sería muy cínico culpar a otros...
A todo esto, ¿qué opina de la gestión del ministro Uribes?
La impresión que me ha dado es de que no entiende nada del sector. Desde el momento en que deja fuera de las ayudas a los técnicos, cuando son pieza fundamental, te das cuenta de que no conoce el sector. Personalmente, me he sentido muy poco representado por este señor. Por otra parte, creo que la propuesta de Alerta Roja de crear mesas interseccionales es muy inteligente. Es hora de que nuestro sector deje de reunirse exclusivamente con Cultura, queremos hacerlo también con Industria o con Trabajo. De lo contrario parece como si obviáramos que la cultura da de comer a muchas familias, tenemos que romper con esa relato que entiende a la cultura simplemente como un mero entretenimiento, considerémonos trabajadores y trabajadoras de la cultura y empecemos a mejorar las condiciones de trabajo que nos rodean. Desde el promotor hasta el road manager, pasando por el backliner o el que te pone el cátering; todos formamos parte de esto.
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