madrid
Actualizado:Santiago Niño-Becerra (Barcelona, 1951) vuelve a mostrar en esta entrevista su ganada fama de gurú económico. Este mediático catedrático de Estructura Económica en el IQS de la Universitat Ramon Llull de Barcelona acaba de publicar su nuevo libro Capitalismo (1679-2065) en la editorial Ariel, una obra en la que anticipa el final del actual sistema capitalista y la instauración de otro "más deshumanizado".
Reconoce que vivimos "tiempos extraños" y cree que la llegada del virus está acelerando el declive del capitalismo tal como lo conocemos. De hecho, Niño-Becerra vaticina que el coronavirus va a provocar importantes cambios en el comportamiento de las personas y pinta un futuro bastante deprimente y no muy lejano en el que habrá escasez de trabajo, salarios bajos, más pobreza, más desigualdad y en el que el modelo de protección social será un mero recuerdo de tiempos mejores.
Frente a esta realidad, Niño-Becerra apunta algo que ya viene augurando desde hace tiempo: los Estados verán mermado su poder frente a las grandes corporaciones empresariales y no les quedará más remedio que crear una renta básica, legalizar la marihuana y proporcionar ocio gratis para calmar los ánimos de una población cada vez más empobrecida.
Se ha metido usted tanto en el papel de gurú que se atreve a poner fecha de defunción al actual sistema capitalista: dice que será en 2065.
Un análisis histórico en profundidad nos indica que en los últimos 2.000 años los sistemas económico-sociales han tenido una duración aproximada de entre 250 y 260 años. Siempre ha sido así. El sistema capitalista oficialmente empieza con el Congreso de Viena de 1815 que puso fin a las guerras napoléonicas y con la botadura del primer buque con casco metálico que tuvo lugar en 1820. Entonces, si a esa fecha en torno a 1815 le añadimos 250 años sale algún momento comprendido entre el año 2060 y 2070. Y si es al año 2080 me da igual, yo lo que quiero constatar con esto es que el capitalismo no va a ser un sistema eterno de la misma forma que no lo fueron el Imperio Romano, el sistema feudal o el sistema mercantlista. Los sistemas pasan y el sistema capitalista desaparecerá y será sustituido por otro.
Pero su libro se titula 'Capitalismo (1679-2065)'. ¿Qué pinta aquí entonces el año 1679?
Una de las características fundamentales del capitalismo es la libertad individual. En 1679 se aprobó en Inglaterra la ley del Habeas Corpus. Antes, cualquier persona estaba al albur del capricho de un rey, pero con el Habeas Corpus ya no: para que una persona pudiera ser detenida tenía que intervenir un juez. Para mí esto supone el inicio del capitalismo como tal, porque supone el inicio de la libertad individual, aunque el capitalismo actual empiece a desarrollarse a partir de 1815.
Usted augura que el nuevo sistema será una nueva forma de "capitalismo deshumanizado", dominado por grandes corporaciones y donde, por ejemplo, "el modelo de protección social pasará a la historia". ¿No estamos ya un poco en eso?
Estamos un poco en eso, sí, pero en unos años eso lo va a ser todo. Un sistema no acaba de golpe de la noche a la mañana, pero es evidente que el declive del sistema capitalista ya ha empezado. En el siglo XIX la máxima del capitalismo era que el ganador se lo llevaba todo y esto ya no es así: ahora ya se tiende hacia la concentración de capital, hacia la existencia de grandes grupos empresariales e incluso vemos que ya hay cooperación entre competidores sobre todo en temas de investigación porque, evidentemente, investigar es muy caro. En el siglo XIX, en lugar de grandes corporaciones, hubiéramos visto a cuatro o cinco burgueses matándose con el cuchillo en la boca para imponerse al otro.
¿Cómo se está produciendo ese declive del capitalismo?
Del mismo modo que el capitalismo del año 2020 no se parece en nada al capitalismo del año 1960, ahora nos encontramos con que la filosofía capitalista está cambiando en relación a la propiedad privada, por ejemplo. En el futuro la propiedad privada tal como la conocemos desaparecerá totalmente y pagaremos por acceder al uso de cosas. Hasta hace muy poco, el objetivo de la población era tener un coche, tener una vivienda, un apartamento en la playa, es decir la propiedad privada de cosas. Hoy en día hay cada vez más gente que no es propietaria de nada o de muy pocas cosas y accede al uso pagando, es decir alquila aquello que necesita cuando lo necesita.
En este nuevo sistema que sucederá al capitalismo actual, usted anticipa que va a haber menos trabajo para la gente y vaticina que harán falta una renta básica, un ocio barato e incluso aboga por la legalización de la marihuana para calmar a una población cada vez más empobrecida.
Cada vez van a ser menos necesarias horas de factor trabajo. ¿Qué hacemos entonces con ese excedente de mano de obra? En el siglo XIX fue muy fácil: cuando sobró gente en Europa, 50 millones de europeos emigraron a Estados Unidos y América Latina. ¿Pero dónde van a emigrar hoy en día? ¿A Marte? Como una guerra es absolutamente imposible e impensable, pues la vía más clara es lo que yo llamo el Trinomio Social: renta básica, marihuana legal y ocio gratis o prácticamente gratis para todo el mundo.
También afirma que esta crisis provocada por el coronavirus va a acelerar todos esos fenómenos.
Sí, absolutamente. Esta pandemia va a tener una implicaciones sociales en el comportamiento de las personas al margen de los cambios que puedan generarse por la propia crisis en sí.
Ponga un ejemplo.
Yo conozco mucha gente que ha hecho arreglos en casa durante este periodo de la pandemia: ha cambiado las ventanas, el cuarto de baño, etcétera. Claro, la pregunta es ¿por qué has hecho esto? Pues para estar más cómodo en casa.
Se refiere usted al famoso síndrome de la cabaña.
Quizá sea un poco fuerte hablar de síndrome de la cabaña, no voy tan allá. Lo que digo es que la gente se ha dado cuenta de que en casa puede estar muy cómoda y por lo tanto saldrá menos. Si esto es así, esto va a tener unas implicaciones económicas clarísimas pero también sociales.
Dibuja usted un futuro un poco deprimente, sobre todo para las siguientes generaciones: pienso en mis hijos que ahora tienen 13 años y no sé si eso lo que quiero para ellos.
Le entiendo perfectamente. Hasta la anterior crisis financiera, la que empezó en 2007, los jóvenes vivían mucho mejor de lo que vivieron sus padres. Esta dinámica se ha roto ya. Un joven para triunfar hoy tiene que ser muy inteligente y tener unos contactos enormes; si no, lo tiene muy complicado. Si a eso unimos la falta de trabajo, pues tenemos un grave problema. Por eso cuando leo esos estudios que dicen que para solucionar el tema de las pensiones o bien hay que aumentar la tasa de natalidad o bien traer más inmigrantes para trabajar me pregunto ¿en qué?
Igual tenemos que cambiar el modelo productivo del país, al menos eso dicen muchos economistas. ¿Es capaz de reinventarse la economía española dada su fragilidad?
Yo personalmente creo que España ha perdido el tren económico. Claramente. Le voy a dar un dato: el 28% del PIB de España lo generan el turismo, más la hostelería, más la restauración, más el ocio y más el transporte. Prácticamente un euro de cada tres. Todas estas actividades implican dependencia de los demás. Usted no puede ir a Suecia, coger a un sueco de una oreja y traérselo a España para que haga turismo; el sueco vendrá si quiere venir y si no quiere venir a España, pues se irá a otro sitio. La dependencia de España respecto a otros países es inmensa, con lo cual yo entiendo que cambiar el modelo productivo ya es imposible. El pescado ya está todo vendido.
¿La pandemia ha puesto al descubierto los costurones de la economía española?
Mire, voy a ser claro. ¿En qué es especialista España? España no es especialista en nada. En turismo, vale, en ese 28% que hemos dicho y en su momento en construcción. Nada más. Insisto, yo no veo una posibilidad real de dar un giro a ese modelo productivo porque para hacer eso, en primer lugar harían falta unas dosis inmensas de inversión, que desde luego el sector privado no está dispuesto a hacer. En cuanto al sector público, es tambien imposible porque hoy en dia un Estado necesita el permiso de Bruselas para hacer una gran inversión. Por otro lado, el tiempo está jugando totalmente en nuestra contra.
¿Que nos queda entonces? ¿Ser rescatados? En una reciente entrevista en 'Público' usted ya dijo que España iba a ser rescatada pero que no se le iba a llamar rescate.
Aquí hay dos niveles de rescate. En primer lugar, estos 140.000 millones de euros famosos que la Unión Europea nos va a prestar, aunque parte de ellos a cambio de unos proyectos que han de estar visados por Bruselas. Creo que esto no va a ser suficiente y creo que dentro de unos años, España va a tener que ser de alguna forma regulada. Usted piense, por ejemplo, que España se va a situar a finales de este año con un déficit público que va a oscilar entre el 9% y el 11%. Le recuerdo que el objetivo es llegar al 0% de déficit y no se me ocurre qué va a poder hacer España para remontar esto.
Bueno, España ya hizo eso una vez: en 2009 el déficit público superó el 11% y en 2019 estaba ya por debajo del 3%.
Llegamos a eso a base de todas las anfetaminas que el Banco Central Europeo inyectó a partir del año 2012 y sobre todo del año 2014. Eso dio una serie de aire a las empresas que redujeron su deuda y se hizo una reforma laboral que precarizó el empleo pero que dio una posibilidad a una serie de personas para que pudieran trabajar. Pero esa vía ya está agotada. Ojalá me equivoque, pero yo a España dentro de diez años la veo mucho más cerca de Grecia que de Países Bajos.
Le veo pesimista.
¿Cómo no serlo? ¿Qué tiene España? El nivel de dependencia de la economía española, y no hablo del turismo, es tremendo. Cuanto más dependes de otros, más problemas tienes. Fíjese en la industria del automóvil, y aquí España lo está haciendo muy bien, pero fíjese que todas las empresas de autómoviles son extranjeras. Si Vokswagen decidiera cerrar mañana la planta de Martorell sería una catástrofe. Y España se tiene que callar, porque no tiene ni voz no voto, no tiene ninguna capacidad de decisión.
Los más tremendistas dicen que somos poco más que un país de camareros...
Hablemos de camareros. Usted se va al hotel Negresco de Niza y los barman saben hacer sesenta cócteles diferentes y hablan tres idiomas perfectamente. ¿Cuántos barmans en España hablan tres idiomas? Es que luego viene la segunda parte: la baja cualificación del empleo en España. Y sigue sumando. Las cosas no pasan porque sí. Eso es lo que hemos hecho en España. Hemos sido muy cortoplacistas desde el punto de vista económico.
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