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Entrevista a Carro de Combate "Hay una infantilización brutal de los consumidores, no se les considera sujetos políticos"

El colectivo Carro de Combate.
El colectivo Carro de Combate. Cedida

Laura Villadiego, Brenda Chávez y Nazaret de Castro forman parte de Carro de Combate, un colectivo de investigación periodística que mira con lupa daños colaterales que genera el modelo de consumo capitalista. Desde 2012, este grupo ha publicado extensos informes y ensayos sobre el modelo agroalimentario, la industria de los monocultivos o la cara oculta de la moda rápida. Ahora, publican 'Consumo crítico. El activismo rebelde y la capacidad transformadora de la solidaridad' (Catarata), donde reflexionan sobre la deriva consumista de la sociedad, la capacidad transformadora del boicot a marcas y productos que vulneran los derechos humanos y, sobre todo, donde se ofrecen alternativas a la necesidad inducida de lo material.

Consumir es un acto político, ¿por qué?

Laura Villadiego: Nosotras, en Carro de Combate, desde el principio ya empezamos a hablar de que el consumo es un acto político porque, en realidad, todos los actos de consumo que realizamos tienen una vertiente política. Los modelos de producción y consumo permean a lo largo da toda nuestra sociedad y de todas nuestras economías. Muchas veces, como consumidoras no somos conscientes de esto y el marketing nos ha llevado a olvidar, a que seamos máquinas de soltar dinero sin pensar más allá. Pero hay toda una serie de consecuencias y de impactos detrás de cada una de las cosas que consumimos cada día. Es importante tener en cuenta esto porque el consumo es una de las herramientas más eficaces de las que disponemos para lograr cambios a gran escala. Esto no quiere decir que la responsabilidad sea del consumidor, pero el consumo es una herramienta.

"El marketing nos ha llevado a olvidar, a que seamos máquinas de soltar dinero"

Brenda Chávez: Con cada acto de consumo que hacemos es como si estuviéramos votando. Es como si estuviéramos apoyando un modelo productivo que puede ser respetuoso con el medio ambiente y con las personas o puede ser un modelo en manos de poderes corporativos que, en muchas ocasiones, secuestra las democracias. 

Nazaret Castro: La metodología que hemos desarrollado estos años, analizando toda la cadena de producción, visibiliza cuestiones muy políticas. Una es la desigualdad por regiones, clases sociales, raza y género. Por otro lado, el consumo es el vínculo de responsabilidad que nos une con otras regiones o con otros sectores de la población. 

A veces se le otorga al consumidor, incluso desde el ámbito político, una responsabilidad desmesurada para cambiar la sociedad...

N.C.: Creo que el riesgo es caer en esa individualización de la responsabilidad y despolitizar el consumo, desdibujando responsabilidades. Todos somos responsables, pero no somos igual de responsables. No es igual de responsable el CEO de Inditex que yo. Al final, se trata de contextualizar el lugar que cada uno ocupa en las cadenas globales del valor y entender que podemos tomar decisiones coherentes con nuestros valores. Sin embargo, hay que asumir que la coherencia absoluta es muy complicada y que siempre depende de posiciones económicas y de clases sociales.

L.V.: Cuando una institución que tiene en su mano solucionar un problema te dice que lo tienes que hacer tú como ciudadano es porque esa institución no tiene intención de cambiar nada. Se está poniendo todo el peso sobre los consumidores cuando quienes tienen al alcance de su mano cambiar las cosas no son ellos.

En el libro, hablan de consumidores frente a ciudadanos. ¿Las leyes y los tratados internacionales se construyen pensando más en consumo que en derechos?

"Quienes gobiernan suelen estar presos de esquemas políticos que dividen la sociedad en empresarios y consumidores"

N.C.: Creo que es una de las cuestiones centrales de medio siglo de neoliberalismo. Ha habido un desdibujamiento de la noción de sociedad que nos ha convertido en clientes y consumidores. Quienes nos gobiernan suelen estar presos de estos esquemas políticos y mentales que dividen la sociedad en empresarios y consumidores o clientes. Por eso es tan importante hablar del consumo desde una perspectiva crítica. Si se nos ha relegado de ciudadanos a consumidores, entonces usemos el consumo como herramienta de cambio. Pero también pongamos en cuestión que no somos sólo consumidores, sino que somos ciudadanos; que estamos vinculados a los trabajadores de donde vienen las materias primas y alimentos.

L.V.: Cuando se habla de consumidores en la legislación no se piensa en ellos como ciudadanos, sino como víctimas de empresas con malas prácticas a todos los niveles. Es decir, se legisla pensando en abusos que ya se sabe que las empresas realizan, como por ejemplo el tema de la obsolescencia programada. Hay una infantilización brutal de los consumidores a nivel legislativo y no se les considera como sujetos políticos. Eso está cambiando a nivel europeo, al menos la mirada se empieza a orientar hacia cómo se producen las cosas. 

En el libro hablán mucho del boicot, pero ¿hasta qué punto puede ser útil para transformar la sociedad?

L.V.: Históricamente se ha demostrado que el boicot puede ser un arma eficaz, pero creo que en el contexto en el que estamos actualmente, de globalización económica, puede tener unas repercusiones negativas importantes para aquellas personas que están en el inicio de la cadena de producción, que suelen ser mujeres del Sur Global. ¿Hasta qué punto podemos hacer un boicot sin generar impactos negativos en trabajadores? Probablemente la solución es dejar que esas personas afectadas puedan liderar los procesos. De todas formas, en la mayor parte de los casos ni siquiera hace falta llegar al boicot en sí. Un simple movimiento generalizado de consumidores puede tener efecto. Se pueden seguir utilizando mecanismos de boicot en ciertos contextos, pero yo creo que ahora es más propositivo y constructivo hablar del boicot positivo, que es pensar en qué proyectos e iniciativas sí se puede confiar. Es una forma de incidir sobre prácticas positivas.

B.C: En la industria de la moda es habitual el name and shame, que tiene que ver con nombrar y avergonzar a las corporaciones con malas prácticas. Eso les genera un daño reputacional mayor. Eso, junto con un consumo crítico, puede ser más constructivo que un boicot. 

Siempre que se habla de consumo y de sus impactos se pone el foco en los daños ambientales. Han trabajado también en las consecuencias en materia de derechos humanos, pero suele ser algo que queda fuera del foco, ¿por qué?

B.C.: Al final es un modelo productivo que, sea en la agroindustria o en el sector textil, utiliza unas lógicas de maximización de beneficios y de bajos costes. En esos bajos costes, la mano de obra, sea las jornaleras de nuestros campos o sean las manufactureras de países del Sur Global, siempre va a recibir la peor parte. Las lógicas de externalización de los servicios y de acumulación de capital también son importantes en esto. La huella en los derechos humanos suele ser muy grave y suele olvidarse. Cuando hablamos de consumo sostenible olvidamos que el impacto social también va incluido. Es vital visibilizar esto, porque se trata de la gente que nos da de comer o que nos viste de verdad y que son los peor tratados.

De hecho, esa es la razón por la que a veces un acto de boicot desde el Norte puede afectar quien produce desde el Sur o en condiciones de vulnerabilidad...

N.C.: Sí. Es el caso de las temporeras de la fresa por ejemplo. Ellas no llaman al boicot. Ellas dicen sí señalan quienes son las empresas que lo hacen bien y animan a avanzar por el lado de la agroecología. Tienen claro que las denuncias públicas contra empresas funcionan, pero ellas ponen encima de la mesa que si tú haces el boicot a la fresa, si no se les ofrece una alternativa de trabajo, ¿qué beneficio van a sacar de ello? 

B.C.: Existen otras alternativas. De eso también trata el libro, de que los modelos que son emergentes, sin querer hacer competencia a las grandes empresas, están ahí y los podemos apoyar.

L.V.: Es importante el boicot positivo, es fundamental construir estructuras alternativas. Tenemos que tener en cuenta que, en el modelo de producción capitalista, todo está tercerizado. Es decir, las grandes empresas no producen nada, se lo produce otra empresa. Al final cuando hay un escándalo sobre condiciones laborales o de impacto ambiental de una de estas subcontratas, las multinacionales solo rompen el contrato, pero no aprovechan la coyuntura para cambiar la situación y mejorarla...

Luego está el problema del 'Greenwashing' y del marketing que hacen las empresas. Muchas veces, si no se tiene un conocimiento de fondo del modo de producción, es difícil distinguir cuando el mensaje de una compañía es coherente con sus actos...

"Nos venden zapatillas 'eco', pero el modelo de negocio no cambia"

B.C.: Es una constante, sí. Vamos a sacar dentro de poco un informe sobre moda basura que trata sobre esto, sobre el greenwashing o el pinkwashing. Empresas que se apuntan al carro feminista cuando no tienen políticas de igualdad y en las que son mujeres racializadas quienes fabrican la ropa explotadas; colecciones de ropa con supuestos tejidos ecológicos que se fabrican con mano de obra explotada...  La moda está en una encrucijada, porque vive de su reputación y detrás de su cadena de producción no hay nada de glamour. Yo aconsejaría que se dude mucho cuando una multinacional gigante habla de que es verde o justa. Nos venden zapatillas 'eco', pero el modelo de negocio no cambia. 

En el libro también abordan el problema de la digitalización del consumo, ¿se puede salir de ese escaparate constante que es el teléfono móvil con cientos de aplicaciones para comprar?

N.C.: Forma parte de algo que nos afecta como sociedades. Tiene que ver con que se están eliminando los tejidos sociales que nos permitían estar con otras personas sin consumir; con que se hayan perdido espacios públicos; con que estemos ansiosos y precarizados... Todo el sentimiento de vacío se llena consumiendo. Ahora te conocen perfectamente, ellos saben con qué anuncio te has detenido en el móvil y te lo ofrecen más veces. Es difícil salir de eso, más allá de las técnicas que pueda utilizar cada una.

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