Madrid
Actualizado:Durante el último año los mercados financieros y las bolsas internacionales apenas han pestañeado ante el asesinato de 42.000 personas en Gaza. Sin embargo, ahora contienen la respiración después de que el precio del petróleo haya empezado a subir tras el ataque de Irán contra Israel el pasado martes en respuesta a la invasión israelí del sur del Líbano. Sólo en lo que llevamos de semana el precio del barril de Brent —el de referencia para los mercados— ha subido un 9,6%, la mayor subida en lo que va de año. Este viernes cotizaba por encima de los 78 dólares cuando el lunes pasado estaba en 71,7 dólares.
Esa subida puede incluso descontrolarse si finalmente Israel responde con otro ataque, algo que Benjamin Netanyahu dio por seguro el martes por la noche, lo que implicará una escalada de consecuencias impredecibles. Joe Biden, presidente de Estados Unidos, aumentó el nivel de amenaza el jueves y apuntó la posibilidad de bombardear los pozos petroleros y las refinerías de Irán. Esas palabras de Biden han multiplicado el temor de los mercados. Después de esas declaraciones, el precio del petróleo intermedio de Texas —el que produce Estados Unidos— se disparó un 5,15%.
La subida del precio del crudo amenaza con desatar otra crisis de inflación, ahora que la que se desencadenó entre finales de 2021 y principios de 2022 se daba por controlada y que los tipos de interés habían empezado a bajar. Además, este incremento del precio del petróleo no llega en el mejor momento: coincide en el tiempo con la retirada gradual de las medidas anticrisis que el Gobierno puso en marcha en 2022 para combatir una inflación que por entonces estaba desbocada.
Precisamente este pasado martes 1 de octubre entró en vigor la supresión de la rebaja del IVA para los alimentos básicos. El primer incremento es del 2% y a finales de este año estos alimentos volverán a su tasa habitual del 4%, la que tenían antes.
Por si esto fuera poco, Óscar Puente, ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, afirmaba esta misma semana que el Gobierno está considerando no renovar las ayudas al transporte que expiran el próximo 31 de diciembre.
Pese a todo, el Gobierno prefiere mostrar cautela. Carlos Cuerpo, ministro de Economía, Comercio y Empresa, dijo este pasado jueves que el impacto económico de la crisis en Oriente Medio de momento está siendo "limitado" y que aún es "muy pronto" para saber si habrá tensiones inflacionistas a corto plazo.
"Entonces prudencia y mucha vigilancia por la incertidumbre que esto genera", apuntó Cuerpo, quien también quiso dejar claro que la reacción de los mercados "se ha contenido" en las últimas horas.
Pese al mensaje tranquilizador de Cuerpo, la incertidumbre que agita a los mercados y a los Gobiernos occidentales tiene su origen pero también su reflejo en el precio del petróleo. La cuestión no es si va a subir, sino cuánto va a hacerlo y durante cuánto tiempo. Nadie puede predecirlo con exactitud, pero tampoco nadie duda de que esa subida repercutirá tarde o temprano en el precio de los combustibles y, por lo tanto, en la inflación. Así ocurrió por ejemplo cuando Rusia atacó a Ucrania en febrero de 2022: juntos de la mano, inflación y petróleo alcanzaron su cota máxima de los últimos años en julio de 2022.
Jordi Hereu, ministro de Industria y Turismo, quien el jueves acompañaba a Cuerpo en un acto público, dio alguna clave al respecto de lo que puede ocurrir en el futuro: "Yo creo que la intensidad y la duración del conflicto será la gran variable que influirá, pero de momento creo que tenemos controlada la inflación en España y también en Europa".
Además de pedir prudencia y decir que iba a estar "vigilante", el ministro Cuerpo subrayó lo que a día de hoy es una realidad incuestionable: actualmente el precio del petróleo está en "niveles bajos". Eso da cierto margen de tranquilidad, pero tampoco demasiado.
Inflación controlada (de momento)
De momento la inflación está controlada y puede que lo esté en las próximas semanas, pues la evolución en la cotización del crudo no se traslada directamente ni de forma inmediata a los precios de los carburantes, sino que lo hace con un decalaje temporal.
Los combustibles, por ejemplo, han marcado su precio más bajo desde principios de enero de 2022. En el caso concreto del diésel, el precio medio del litro se ha situado en los 1,362 euros en España, y ha bajado un 9,2% en los últimos tres meses. La gasolina acumula un descenso del 8,85% en el mismo periodo para situarse en 1,482 euros el litro, también su cifra más baja desde principios de 2022.
Todo eso puede saltar por los aires. Durante todo este año 2024 habíamos asistido a un escenario de precios bajos. Es más, justo la víspera del ataque de Israel a Líbano, septiembre acabó con un nuevo abaratamiento del crudo, encadenando así tres meses consecutivos a la baja. Esa tendencia se ha roto esta semana en la que el barril de Brent ya supera los 78 dólares. Un dato que no se veía desde agosto pasado, pero que aún está lejos de los más de 92 dólares que llegó a alcanzar hace justo un año, cuando Hamás atacó e Israel desencadenó una furia genocida sobre Gaza. Entonces el precio del petróleo empezó a bajar y no ha vuelto a recuperar los niveles que exhibía en aquel fatídico octubre de 2023. Una doble moral que deja en evidencia a los mercados.
Hasta la invasión del Líbano el petróleo se llevaba negociando en mínimos de dos semanas por la preocupación en torno al débil crecimiento económico mundial y por una oferta del hidrocarburo que excedía su demanda. Tanto es así que algunos expertos apuntaban esta misma semana que el barril de Brent podría incluso bajar de los 65 dólares. Hay otra razón: el mundo consume menos petróleo, sobre todo Asia en general y China en particular, pero también Europa y Estados Unidos. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) pronosticaba hace unas semanas que el año 2024 iba a terminar con dos millones de barriles por debajo del consumo anterior a la pandemia.
La importancia del Estrecho de Ormuz
¿Por qué los precios empiezan a subir ahora si todavía hay exceso de oferta? La principal explicación es de naturaleza geopolítica. Atacar a Irán supondría atacar a un país que cada día coloca en el mercado 3,2 millones de barriles diarios (un 4% del comercio mundial) y que tiene un 12% de las reservas mundiales de petróleo. Además, la industria petrolera iraní es una de las más importantes del mundo.
El dato clave, sin embargo, es que por el estrecho de Ormuz, frente a las costas de Irán, pasa el 30% del petróleo mundial y un 20% del comercio mundial de gas natural licuado.
El petróleo sigue siendo un producto imprescindible para la economía mundial. Es casi su sangre, y el corazón que bombea esa sangre negra está en el estrecho de Ormuz. Si Irán decide cortarlo (y puede hacerlo), se corta todo: supondría el colapso de la oferta de crudo disponible en los mercados mundiales.
"La interrupción del comercio sería el más aterrador de los escenarios para los mercados y cualquier avance en una escalada lo hace más real", alertaban esta semana desde Goldman Sachs. Una forma de decir que otra crisis inflacionista con todo lo que ello implica podría estar más cerca de lo que pensamos.
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