ZARAGOZA
Casi un cuarto de millón de jóvenes se han visto obligados a volver a vivir con sus padres ante la dureza de la crisis económica asociada a la pandemia, que está resultando especialmente intensa para quienes se encuentran en los primeros años de la vida laboral y que ha provocado un cortocircuito en los procesos de emancipación, que ya no eran muy potentes por la extensión de la precariedad en la última década.
Un total de 228.600 personas de 16 a 35 años volvieron a vivir con sus padres a lo largo del año pasado, según indican los datos de la Media de Trimestres de la EPA que elabora el INE (Instituto Nacional de Estadística), que vuelve a situar esa cifra por encima de los seis millones de personas una década después.
Ese nivel se superó por última vez en 2010, a comienzos de la anterior crisis y en un escenario demográfico muy distinto del actual: los 6,13 millones de jóvenes que entonces vivían con sus padres eran poco más de la mitad (52,2%) del colectivo, que entonces sumaba 11,73; los 6,02 actuales se acercan a las dos terceras partes (63,1%) de los 9,54 que lo forman hoy.
Por franjas de edad, llama la atención la vuelta a casa de casi 20.000 jóvenes de entre 30 y 35 en el último año y también la de más de 70.000 que tenían entre 25 y 30, grupos que soportan unos niveles de precariedad menos intensos que quienes se encuentran en década inicial de acceso al mercado laboral.
Esa cifra da idea de la magnitud del cortocircuito que se ha producido en los procesos de emancipación. Como también la da el hecho de que, según los datos del INE, esa cifra de 228.600 personas resulte superior al censo de ocho provincias de la España vaciada: Huesca (222.000), Cuenca (196.139), Zamora (170.588), Palencia (160.321), Ávila (157.664), Segovia (153.478), Teruel (134.176) y Soria (88.884).
"La situación es dramática en España, con una tasa de paro juvenil del 40% y una de temporalidad del 60% entre quienes logran emplearse, a lo que se añaden las rotaciones y los bajos sueldos. Si se le suman los precios de la vivienda, es imposible construir una trayectoria vital y un hogar", señala Carlos Gutiérrez, secretario de Juventud y Nuevas Realidades del Trabajo de CCOO, que añade que "eso provoca frustración y genera un polvorín. Un país no puede salir a flote dando ese trato a su juventud".
Coincide en el diagnóstico con el sociólogo David Pac, profesor de la Universidad de Zaragoza, que señala que "la pandemia ha provocado un cambio en la emancipación de los jóvenes. Según Observatorio de Emancipación Juvenil del Consejo de la Juventud de España solo el 17% de las personas jóvenes españolas viven emancipadas, y ese es el dato más bajo desde 2001. Las principales causas son la temporalidad y la terciarización de la economía", que concentra el empleo al que pueden acceder los jóvenes en sectores precarizados como la hostelería, la restauración o el comercio.
"Regresan por las dificultades para pagar una vivienda"
Loa datos de la EPA sobre ocupación, paro y actividad avalan esos análisis: en 2020 trabajaban casi dos millones de españoles de 16 a 35 años menos que en 2010, en la fase más dura de la anterior crisis, y hay medio millón más de inactivos, después de que en el último año más de 400.000 se quedaran sin ocupación, 180.000 cayeran en el desempleo y más de 300.000 se vieran expulsados del mercado laboral. El grupo lo forman dos millones menos de personas ahora.
La estructura de las franjas de edad de 16 a 30 años muestra un grupo de 6,7 millones de personas de las que, con 2,47 de ocupados, 1,02 de desempleados y 3,3 de inactivos, casi el 80% del colectivo (5,3) sigue viviendo con sus padres. O ha vuelto a hacerlo en los últimos meses.
¿Y por qué optan por volver a casa? "Podemos distinguir varios modelos de emancipación en Europa según el grado de intervención estatal, los sistemas educativos y los tipos de mercado laboral. Todo ello configura una manera distinta de entrada a la vida adulta", explica Pac.
Esos modelos serían, básicamente, los de responsabilidad individual de Reino Unido y de Francia, el de carácter público de países como Dinamarca y el ‘familista’ de España. "La familia tiene aquí un papel esencial de solidaridad intergeneracional. Algunos jóvenes que se quedan sin trabajo por la crisis de la Covid-19 regresan a los hogares de origen debido a las dificultades para mantener los gastos derivados de la vivienda", explica.
"Una generación perdida no puede salirle gratos a un país"
La actual crisis, que se prevé larga y que está teniendo unos efectos especialmente intensos en las capas más precarias, como mujeres y jóvenes, está agravando el freno a los procesos de emancipación que provocó la anterior entre quienes comenzaron a ser denominados como la generación perdida tras haber provocado fenómenos sociales como la extensión del modelo de convivencia familiar de pensionistas y precarios y demográficos como una histórica caída de la natalidad y de la fecundidad y un retraso de la edad de maternidad.
"Una parte de la generación más joven ya vivió la crisis de 2008, que dejó unas heridas graves que no se cerraron en la recuperación. El resultado ha sido una situación muy frágil. Nos emancipamos cerca de la treintena, y cualquier golpe de viento nos lleva a tener que refugiarnos en la familia", anota Gutiérrez.
Eso ocurre por segunda vez para una parte de los jóvenes. Quienes tenían veinte años cuando comenzó la gran recesión en 2008 tienen ahora, 33 y los de estaban alcanzando la mayoría de edad están estrenando la treintena cuando reciben la segunda ración de frustración y desencanto. "No pueden construir una trayectoria. Asumir que vas a formar parte de una generación perdida, sin presente ni futuro, no es bueno, y eso no puede salirle gratis a un país. Ese malestar se expresará, ya sea en la calle o en el voto. Hay una cadena sísmica de malestar cuyas expresiones pueden superponerse a otros conflictos", advierte Gutiérrez.
El sindicalista llama la atención sobre otro cambio que se ha ido produciendo conforme avanza el siglo. "En los 90 se pensaba que la precariedad era una etapa, algo como la mili, pero hoy se ha convertido en algo estructural", señala. "Y eso entraña riesgos de explosión social y de polarización política. Cuando no tienes presente ni futuro lo que viene es la impugnación del sistema", añade.
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