barcelona
La Barcelona olímpica es conocida por la euforia y el éxtasis que generó, una imagen de éxito que fue difundida a través de millones de televisores de todo el mundo hace justo 30 años. La apertura al mar, la remodelación urbanística y el lanzamiento de la ciudad como destino turístico global son algunos de los resultados de la transformación previa a 1992.
Pero la especulación, la privatización de suelo público y la conversión de la ciudad en un producto de mercado son la otra cara de la moneda del fenómeno, que varias voces ya advertían en aquella época: "Hicieron un negocio redondo", afirma Andrés Naya, activista histórico del movimiento vecinal de Nou Barris y exvicepresidente de la Federació d'Associacions Veïnals de Barcelona (FAVB).
La oposición fue "minoritaria" frente al "tsunami publicitario"
La oposición al proyecto olímpico fue "minoritaria" y tuvo poco margen de actuación frente al "tsunami publicitario" desplegado por la administración. Lo rememora Joan Maria Soler, activista del barrio del Poblenou y miembro también de la FAVB, una de las organizaciones que la lideró. "Todo quedó bastante ahogado por la gran euforia de los Juegos", afirma en una entrevista en el local de la FAVB entre carteles, revistas y manifiestos de la época. Un diagnóstico que corroboran Naya y Albert Recio, economista y también activista de Nou Barris: "La gente estaba obnubilada".
Treinta años después, pero también mucho antes, los críticos a cómo se planteó la transformación de Barcelona para los Juegos han visto cómo sus temores fueron, poco a poco y uno a uno, confirmados. Para Manuel Delgado, catedrático de Antropología Social en la Universitat de Barcelona (UB), en ese momento "Barcelona empezó a ser el paradigma de un principio: reformar es expulsar".
El antropólogo publicó en ese momento un artículo que posteriormente se convertiría en el libro titulado La ciudad mentirosa. Fraude y miseria del 'modelo Barcelona' (Catarata) en el que sostiene que la transformación de la ciudad fue una "colosal estafa": "Todo era cartón piedra. Lo que nunca se dijo que es que todo aquello estaba al servicio de la apropiación capitalista de la ciudad. Era un negocio", afirma en una entrevista con Público en una terraza junto a la Monumental, en su barrio.
Operación especulativa "sin precedentes"
La especulación urbanística y las crecientes dificultades para el acceso a la vivienda fueron dos de los focos centrales de la oposición del movimiento vecinal. Una de las principales batallas fue para conseguir que al menos una parte de los pisos construidos en la Vila Olímpica se convirtieran en vivienda social una vez que los atletas se hubieran ido. Al fin y al cabo, habían sido construidos parcialmente con dinero público. Naya rememora como el entonces alcalde, Pasqual Maragall, se comprometió a que un 25% se destinara a ese uso, pero sólo verbalmente. Un acuerdo que nunca se cumplió y el conjunto de las viviendas se vendieron por entre 20 y 50 millones de pesetas (de 120.000 a 300.000 euros).
En junio de 1990, cuando se estaba construyendo la villa, se convocó una manifestación para exigir que al menos el 40% de las viviendas fueran sociales: "La Vila Olímpica es una operación especulativa sin precedentes", afirmaba el cartel.
Soler, Naya y Recio formaron parte de la Comissió Icària, colectivo vecinal que se centró precisamente en confrontar al modelo ideado para la Vila Olímpica: "En ese momento ya dijimos que la especulación se esparciría como una mancha de aceite por todo el barrio", apunta Soler. Mucho suelo público, como por ejemplo, donde había habido las vías del tren en el Poblenou, fue traspasado a manos privadas y se permitió su edificación.
El movimiento vecinal pedía que parte de las viviendas de la Vila Olímpica se destinara al parque público
Naya lo etiqueta con el concepto de "urbanismo confabulado", que se refiere a la práctica donde quien marca el rumbo de la actuación urbanística en la ciudad es la iniciativa privada. Las alarmas ya habían saltado cuando se presentó en primera instancia la propuesta para la Vila Olímpica y el movimiento vecinal lo leyó como un resurgimiento del fracasado Pla de la Ribera. Ideado todavía por el Ayuntamiento franquista, en los años 70, y con los propietarios industriales de la zona detrás, también buscaba la urbanización de la costa del Poblenou, aunque entonces fue parado.
Poblenou, epicentro de las transformaciones
Poblenou fue uno de los barrios más afectados por la transformación olímpica, con el derribo de las industrias de la zona, la apertura al mar, la construcción de la Vila Olímpica y también de la Ronda Litoral. "Entre 1985 y 1995, Poblenou vivió los mayores cambios en sus 200 años de historia", apunta Soler. Uno de los logros vecinales fue que al menos una parte de la nueva ronda se cubriera con el Parc del Poblenou y eso impidiera, de facto, otra barrera con el mar. En Nou Barris, dos de los principales logros también fueron la cobertura de la ronda, así como la construcción de equipamientos como Can Dragó.
Soler: "Poblenou vivió los mayores cambios en sus 200 años de historia"
Sin embargo, la principal demanda de los vecinos del Poblenou no fue escuchada. Querían un plan global para mejorar el barrio, no uno para la Diagonal, otro para la Vila Olímpica y uno más para el frente litoral. "[El barrio] había que urbanizarlo porque estaba obsoleto en muchas zonas, pero no necesitaba planes urbanísticos en base a los propietarios del suelo sino acorde a las necesidades de todo el barrio", defiende Soler. Precisamente, el cierre en banda de las instituciones a cualquier tipo de participación y aportación ciudadana para los cambios olímpicos motivó también las críticas de los movimientos sociales, que se sintieron "despreciados".
En aquella época, Poblenou experimentaba un "sentimiento dual". Por un lado, había la oposición a cómo se estaban haciendo las cosas, pero por otro, se puso en el centro del mundo a un barrio muy desconocido hasta entonces: con los Juegos y también con la serie homónima de TV3, estrenada en 1994. Algo similar también pasó en el conjunto de Barcelona, donde los habitantes también fueron figurantes del decorado olímpico: "Todo el mundo era por definición feliz. Era un universo de ciudadanos limpios, amables y colaboradores. En una ciudad en la que todo está al servicio de una imagen coherente y bella, cualquier cosa que pudiera contradecirla automáticamente debía desaparecer. Así murió la Barcelona popular", afirma Delgado.
La expulsión de los vecinos fue una de las principales preocupaciones del movimiento antiolímpico. Las 2.000 viviendas de la Vila Olímpica eran de alto-standing y desde el principio esto alertó a un movimiento vecinal que ya se hacía suyo el lema "Queremos seguir viviendo en el Poblenou", muy actual. La sustitución de la población, en ese momento mayoritariamente de clases populares, por recién llegados con mayor poder adquisitivo estaba anunciada: "No tenemos nada en contra de los que puedan venir a las zonas renovadas, como la Vila Olímpica, pero sí reclamamos las mismas oportunidades para nuestros hijos, que al paso que va tendrán que irse de su barrio", afirmaba un manifiesto con fecha del 26 de marzo de 1992.
Soler reconoce la "clarividencia" del movimiento para denunciar lo que, finalmente, acabó ocurriendo, pero constata que en ese momento este discurso no penetró ni en la población ni en las instituciones: "Éramos los que éramos". Delgado califica de "extravagancia" la visión que se tenía de los opositores: "La apuesta estética fue muy fuerte, Barcelona rompió con todos los referentes que habían ofrecido los Juegos Olímpicos previamente", sostiene.
Para el antropólogo, una de las claves de esta perspectiva fue la asociación de la ciudad con un sistema de valores universales, entre ellos la diversidad cultural, la paz, la concordia y la sostenibilidad, que se esgrimían en contraste con lo que ocurría simultáneamente en la otra orilla del Mediterráneo, donde tenía lugar el asedio de Sarajevo durante la guerra de Bosnia. "Había la voluntad de generar un modelo moral", defiende.
Las operaciones especulativas no se quedaron sólo en la Vila Olímpica, sino que se replicaron con el Plan de Hoteles, que multiplicó los establecimientos hoteleros por la ciudad a expensas de la recalificación de terrenos y la pérdida de suelo público. La priorización del transporte privado, con la dedicación del 27% del presupuesto a las rondas, frente al público, con sólo un 1% de inversión en el metro, también motivó críticas.
Trampolín turístico
Más allá de eso, para Delgado el quid de la cuestión es que se aprovechó el trampolín de los Juegos para incorporar a Barcelona al "mercado de ciudades", un fenómeno universal a lo largo del siglo XX y que ya se había intentado con otros eventos, como la Exposición Universal de 1888 o la de 1929, así como la fallida de 1982. Con la desindustrialización, "las ciudades ya no producen nada" y eso debía suplirse con la atracción de una nueva actividad como es el turismo.
Recio: "Los Juegos supusieron la gran venta de la ciudad"
"Los Juegos supusieron la gran venta de la ciudad", constata Recio. Después de toda la campaña de oposición, él decidió irse fuera durante parte de los días de los Juegos para no formar parte de estos. La aventura olímpica actuó como "escaparate" de la ciudad, que desde entonces fue escalando posiciones en el ranking mundial de ciudades.
Sin embargo, la situación actual, con una gentrificación galopante, la escalada de los precios del alquiler y la turistificación de cada vez más zonas de la ciudad no se puede atribuir en exclusiva a los Juegos, mantienen todos los entrevistados. Recio apunta a la transición de la economía industrial al sector servicios, el auge de las clases medias, el papel de las migraciones y también a la burbuja inmobiliaria como algunos factores que han tenido un rol determinante para situarnos dónde estamos. Sin embargo, señala que el proyecto olímpico marcó un precedente: "Las élites no tenían un proyecto claro [de ciudad] antes, y el de los Juegos tuvo éxito".
A posteriori, esto se ha intentado reeditar con otros eventos, como el Foro de las Culturas, el que más claramente fracasó, pero también con las reiteradas fallidas candidaturas a los Juegos de Invierno o la Copa América de Vela que tendrá lugar en 2024, entre otros. "Las élites siguen pensando en estos términos", apunta Recio.
Es innegable el proceso de mejora que vivió Barcelona en la década de los 90, pero esto tuvo consecuencias muy visibles para el vecindario, progresivamente expulsado de cada vez más barrios: "A partir del boom turístico que comienza con los Juegos, ya no vamos a las Ramblas", sintetiza Naya. Con la aceleración económica del cambio de siglo, la financiarización de la economía y el abaratamiento de los costes del transporte, el nuevo modelo estaba servido: "Ahora Barcelona es mucho mejor, pero ya no es mía. La parte positiva es que han mejorado Barcelona, la negativa es que literalmente la han destruido", concluye Delgado.
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