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Actualizado:No es una misión imposible, aunque resulte altamente improbable. Porque existe una especie de motín a bordo para destronar al dólar de su indiscutible hegemonía mundial desde hace casi un siglo y algo más de media centuria desde que Richard Nixon suspendiera la convertibilidad de la divisa estadounidense del patrón oro e inaugurara el sistema de libre fluctuación de cambio en el mercado monetario internacional. Auspiciado, más en concreto, por las grandes potencias emergentes.
La historia de la humanidad ha creado desde hace tres milenios culturas monetarias. Los mayas negociaban con chocolate, en las Islas Salomón, con dientes de delfín, mientras la sal fue método de pago en Egipto, en el tráfico de esclavos de las metrópolis griegas e, incluso, en el Imperio de Roma.
Hasta que se descubrieron las monedas más antiguas, en el reino helénico de Lidia, que ocupan en la actualidad tres provincias turcas y ciudades como Troya, Éfeso o Mileto y, más de dos milenios después, la libra abdicara de su reinado en algún momento de la primera mitad del siglo pasado.
El dólar ha dirigido con mano firme los designios monetarios, por encima de las pautas marcadas en Bretton Woods
Desde entonces, el dólar ha dirigido con mano firme los designios monetarios del planeta. Por encima, incluso, de las pautas marcadas en Bretton Woods en 1944 con el mineral dorado como unidad de valor universal. Sobre todo, a partir de 1971, cuando Nixon firma su orden ejecutiva.
Más allá de las fórmulas electrónicas de pago, de las tarjetas o de aplicaciones como Bizum de transferencias individuales inmediatas, las relaciones mercantiles han elegido su divisa insignia.
El comodín del póker monetario está en manos de China. Xi Jinping, su plenipotenciario jefe del Estado, lanzó la idea de disputar abiertamente la hegemonía económica, geopolítica y monetaria global a EEUU hace algo más de un siglo.
Entonces, incorporó al penúltimo plan quinquenal el reto de modernizar el sistema productivo del segundo PIB mundial y dotar de más peso a la demanda interna (consumo de hogares e inversiones empresariales) en detrimento de un sector exterior en el que había alumbrado, especialmente desde su ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2001, el estatus de fábrica mundial.
La guerra de Ucrania le ha concedido a Jinping una catapulta hacia el cetro del billete verde. Las sanciones occidentales a Rusia, ideadas por Janet Yellen, secretaria del Tesoro americano, y por el entonces primer ministro italiano, Mario Draghi, se configuraron desde el inicio como armas monetarias, con el dólar como estandarte.
La guerra de Ucrania le ha concedido a Jinping una catapulta hacia el cetro del billete verde
No en vano, Yellen y Draghi coincidieron al frente de las dos mayores autoridades regulatorias del mundo, la Reserva Federal y el Banco Cental Europeo (BCE), en los difíciles años de la crisis de la deuda.
La expulsión de las empresas y bancos rusos del sistema Swift de pagos internacionales, el mayor y más utilizado por el sector privado global, ha ido perfilando un mercado de transacciones en el que el rublo y, sobre todo, el yuan han ganado cuota de mercado.
Hasta el punto de que el brasileño Luiz Inázio Lula da Silva -entre otros líderes- admite que, cada día, le cuesta "conciliar el sueño" al pensar "por qué los países comercian en dólares y quién ha decidido que desapareciera el patrón oro". Da Silva confía en que los BRICS pertrechen una divisa común.
La compleja misión de abordar la fortaleza del dólar
El pasado ejercicio, el del inicio del conflicto armado en Ucrania, limó como nunca en los últimos dos decenios el incontestable liderazgo del billete verde americano en las cestas de reservas de divisas internacionales de los bancos centrales.
En nada menos que un 8%, advierte la firma de inversión Eurizon SLJ Asset, un descenso anual que supera el músculo perdido por el dólar en los veinte años precedentes, desde el inicio del euro como moneda de curso legal.
El dólar ha pasado de significar las dos terceras partes del acopio de los bancos centrales en 2003, al 47% en 2022
Más en concreto, Joana Freir y Stephen Jen, en una nota a inversores de Eurizon, matizan que la divisa estadounidense ha pasado de significar las dos terceras partes del acopio de monedas foráneas de los bancos centrales en 2003, al 55% de 2021 y al 47% en 2022.
"No hay duda de que Rusia ha forzado la desdolarización y también la deseurización del orden económico internacional", asegura Brad Setser, hasta hace pocas fechas asesor de Comercio de la Administración Biden y ahora experto del Council on Foreign Relations (CFR)
"Hay sobradas evidencias de que el Kremlin está haciendo un uso masivo del yuan para proteger al rublo en su intento de sortear los pagos transnacionales en dólares y de que Pekín aprovecha la oportunidad para que el yuan cobre influencia en los flujos de mercancías y servicios", dice.
"Para mí, la desdolarización significa la habilidad de algún Gobierno por reducir su dependencia monetaria del dólar", aclara Daniel McDowell, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Siracusa a Foreign Policy y, desde esta perspectiva, "se debe distinguir entre pérdida de poder y el final del dominio del dólar" porque "son cuestiones distintas".
Daniel McDowell: "Las tensiones geopolíticas propician cambios drásticos en el orden global"
Una teoría que suscribe Yellen: "Existen riesgos por el uso de represalias vinculadas al dólar que pueden traducirse en una merma de su hegemonía", pero EEUU "siempre hace un uso juicioso" de su divisa. Reconoce que "es un instrumento muy efectivo" que, por supuesto, "genera deseos en países como China, Rusia o Irán de encontrar alternativas" monetarias propias.
Aun así, insiste en que "no es fácil replicar el ecosistema que respalda" a la divisa americana, "ni atentar contra su estatus de dominio o minimizar su condición de reserva internacional de divisas".
Para Zongyuan Zoe Liu, otro analista del CFR, la afrenta china es un órdago de Jinping con "ciertas garantías de éxito"; sobre todo, en caso de que la globalización se fragmente en dos bloques, ya que "las tensiones geopolíticas", y las actuales son de especial intensidad, "propician cambios drásticos en el orden global", matiza McDowell.
Una alternativa factible es la creación de un sistema tripolar entre el dólar, el euro y el yuan. Es la opción que baraja el director ejecutivo de Eurizon. Jen cree que sería "lo más plausible" para acabar con la hegemonía del billete verde. A través de "bocados en el pastel de las transacciones y las reservas globales" de otras divisas.
Pero el final de la unipolaridad requiere de mayor grado de calidad por parte del yuan, imagen que se labra con la confianza de los inversores y el incremento de la demanda de activos chinos en el exterior. Además de acabar con la banda de fluctuación que maneja el banco central sobre la moneda de la segunda potencia mundial, matiza Jen.
El dólar sigue ostentando el 83,7% de las transacciones financieras comerciales, lejos del 4,5% que acapara el yuan
Los bancos centrales están comprando oro a mansalva. Más que nunca desde 1950, según datos de Financial Times, con una demanda de compra que alcanza el 33% en los últimos meses. Pero el dólar sigue ostentando el 83,7% de las transacciones financieras comerciales, lejos del 4,5% que acapara el yuan.
A esta terna también podría sumarse alguna divisa digital con resguardo de banco central, afirma Vikram Rai, economista en TD Bank, para quien "el final del dominio del dólar no será inminente, pero podría no estar muy alejado en el futuro", dado que, en la próxima década, la irrupción de monedas telemáticas podría facilitar esa "cesta multi-monetaria" y hacer que el peso del dólar de las reservas de divisas internacionales y del comercio "baje del 50%".
Sobre todo, "si el yuan online logra su propósito paralelo" de tener mayor presencia activa en el mercado energético.
El detonante puede venir de una crisis financiera
Argentina es, quizás, la economía más sometida en los últimos tres decenios a una mayor y más continuada tensión financiera. Con un currency board que unía la paridad del peso al del dólar y con milmillonarios y sucesivas líneas de préstamos abiertas desde el FMI (no sin negociaciones al borde de ataques de nervios), la nación andina bien podría apretar el detonador de un cambio telúrico que haga tambalear al billete verde americano.
Se puede producir una desdolarización parcial, pero sin un riesgo real de que el yuan reemplace al dólar
En la actualidad, su banco central ampara la apertura de cuentas bancarias en yuanes por la falta de fluidez de dólares en los depósitos de su sistema financiero, donde se pueden formalizar los ahorros con la divisa estadounidense, incluso desde el final del modelo paritario dólar-peso y el inicio del corralito, a comienzos de siglo.
Una decisión que se achaca a la sequía de dólares en la reserva de divisas internacionales de la autoridad monetaria y ante comportamiento del peso, que se "derrite como el hielo en el Sáhara", advierte el candidato presidencial Javier Milei.
Aunque la mayoría de las voces se decantan por el escenario contrario: la dolarización definitiva de la economía argentina, con una hiperinflación que tocó el 109% en mayo. O, incluso, dando rienda a una moneda junto a Brasil, con quien negocia esta alternativa, o incorporándose al más ambicioso proyecto de los BRICS.
En JP Morgan creen que, a lo sumo, se puede producir una desdolarización parcial, pero sin un riesgo real de que el yuan reemplace al dólar. Ni siquiera en caso de que se produzca el sorpasso del PIB china sobre el estadounidense, que sus expertos sitúan en torno a 2030.
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