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Las herramientas de los economistas para frenar la crisis: relocalización productiva e impuestos para redistribuir la renta

Santiago Niño-Becerra y Albert Recio prevén un escenario para este otoño de "precariedad y desigualdad" a consecuencia de la concentración de capital, agravada con el incremento del IPC y las dificultades para acceder a los alimentos básicos por la escalada de precios.

Carros de la compra en un supermercado de Madrid en una imagen de archivo.
Carros de la compra en un supermercado de Madrid en una imagen de archivo. Ricardo Rubio / Europa Press

"El verano ha sido una especie de carpe diem, donde todos hemos gastado y consumido, y a partir del otoño sufriremos las consecuencias de lo que se ha ido cociendo en los últimos años". El vaticinio, efectuado por Santiago Niño-Becerra, economista y catedrático de Estructura Económica del Institut Químic de Sarrià (IQS) de la Universitat Ramon Llull (URL), sirve de marco general para reflexionar sobre las perspectivas de la economía catalana y global a partir del otoño. Lo que él llama "proceso de estabilidad", que irremediablemente se acabará produciendo, finalizará con una concentración de capital y producción, acompañado de la automatización industrial y una desigualdad social. En este aspecto pone el foco Albert Recio, profesor honorario de Economía Aplicada de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), quien destaca los efectos letales de la inflación sobre las rentas de las clases medias. 

Entre los expertos e, incluso, entre la propia ciudadanía, se está empezando a extender la idea de que al verano meteorológico le sucederá un invierno duro desde el punto de vista de las previsiones económicas. La percepción se basa básicamente en dos factores. El primero es la inflación, que sigue en registros interanuales por encima del 10% y ha salpicado ya a componentes básicos, como los alimentos, más allá del impacto inicial sobre el sector energético. El segundo elemento es la subida del Euríbor, el índice de referencia de la mayoría de hipotecas, que cerró el mes de agosto al 1,249%, su mayor registro desde el año 2012.

Pesimismo y algunos brotes

El dato no invita demasiado al optimismo en relación con la evolución del consumo. Las únicas esperanzas las aportan el empleo, que presenta cierta tendencia a la estabilización después de aprobarse la reforma laboral, y la situación financiera de familias y empresas –aunque para nada la de las administraciones-, que acumulan un endeudamiento menor que en la crisis de 2008 y gracias a la tasa de ahorro podrían disponer de un colchón ante la previsión de mayores problemas en las cadenas de suministro y en el ámbito energético por los cortes de gas de Rusia.

Para Niño-Becerra, "la inflación alta será un fenómeno temporal, que se alargará durante todo el año 2023 y se estabilizará sobre el 2% en 2024". Sin embargo, el experto no cree que sea por la acción del Banco Central Europeo (BCE). "Lo único que está haciendo es subir los tipos de interés, pero no va a solucionar nada porque estamos viviendo una crisis de oferta, que sólo se acaba reduciendo la demanda". Lejos de vislumbrar una modificación del paradigma, el catedrático alerta de que se trata de un cambio de modelo, no del sistema capitalista. "Estamos en la misma crisis que en el 2008. Entonces fue financiera, después de la deuda y ahora son los efectos del dopaje de anfetaminas". Con esta expresión, alude a las inyecciones de dinero efectuadas por el BCE durante la última década. "Antes de 2020, las empresas ya se replanteaban el retorno de ciertas producciones que se llevan a cabo en el sudeste asiático, que ya no salían rentables, pero la covid-19 y la invasión de Rusia no han sido más que un turbo para acelerar estos procesos".

Incertidumbre alimentaria

En un estadio más avanzado de los problemas con la inflación y los tipos de interés, Niño-Becerra evidencia las incertidumbres sobre que esté garantizado el suministro y acceso a alimentos básicos y a su precio. Antes de ese encarecimiento, la crisis energética provocó una caída del 70% de la producción de fertilizantes, elementos imprescindibles para las cosechas agrícolas. Esta misma semana, los datos confirman estas disfunciones. El Instituto Nacional de Estadística (INE) publicaba el dato del IPC, que en Catalunya se mantenía en el 10,2%. En el último año, lo que más ha subido de precio es la energía y los alimentos. Pero en agosto, las harinas se incrementaron un 39%, la pasta un 30%, la leche un 26% y los aceites y huevos, un 24 y un 22%, respectivamente.

Conocer el funcionamiento del mercado real y cómo se fijan los precios en determinados sectores como el energético y el alimentario. Ésta es la propuesta de Albert Recio, que añade "la necesidad de intensificar los impuestos que permitan una transmisión de renta para los sectores más desfavorecidos y afectados por la inflación". De la misma forma que las instituciones comunitarias se han puesto de acuerdo para limitar los precios energéticos, Recio defiende "una intervención bien planificada del mercado". Como justificación de la medida, similar a la planteada por la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, recuerda que en España el salario medio se encuentra por debajo de la pensión media.

Sobre el papel del BCE, el economista considera que la espiral de subidas de los tipos de interés -en la última reunión de la institución, el aumento fue de 0,75 puntos- llamará a la recesión. "Tenemos un problema grave y es que los gobiernos han dejado la política económica en manos del BCE, cuando éste lo único que debería hacer es controlar la deuda".

Paralelamente, los expertos auguran que la concatenación de crisis climática y energética tendrá un impacto considerable sobre la capacidad global de producción. Algunas voces, como la del propio Recio, reivindican la importancia de rebajar la presión sobre los recursos, haciendo decrecer el PIB y aplicando cambios de organización en la vida social y en la distribución de la renta. Ante un escenario previsto de una caída real del poder adquisitivo, las medidas colectivas de ahorro energético, los cambios en la movilidad y las nuevas formas de consumo se convierten en alternativas de actuación. Se esperan tiempos estables desde el punto de vista macroeconómico, pero no demasiado satisfactorios para la mayoría de ciudadanos.

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