zaragoza
La tendencia es incipiente pero de calado: el Ibex 35 empieza a no querer matildes, las acciones en manos de particulares cuya circulación ha servido como pretexto en el pasado para justificar privatizaciones bajo el argumento de que favorecían el reparto de riqueza, vía dividendo, entre pequeños ahorradores que actuaban como inversores en una de las facetas de lo que la teoría económica ha dado en llamar capitalismo popular.
Esa tesis, que en España tuvo como momento fundacional la primera venta de acciones de Telefónica (entonces CTNE) en 1967, llamadas matildes a raíz del histórico anuncio protagonizado por José Luis López Vázquez en TVE, comienza a perder peso en las grandes empresas españolas al mismo ritmo que los potentes fondos de inversión y de pensiones extranjeros van ganando peso en sus accionariados, e imponiendo las exigencias de remuneración que marcan la era de la financiarización, y conforme sus beneficios, con especial incidencia en ámbitos como la banca y como la energía, van alcanzando dimensiones de desmesura.
Las empresas del Ibex 35 han sacado de circulación mediante operaciones de amortización acciones por valor de casi 15.000 millones de euros en los treinta meses transcurridos entre enero de 2020 y junio de 2022, en una tendencia que va a incrementarse en los próximos meses, ya que solo la gran banca preveía recomprar otros 2.232 en el segundo trimestre de este año mientras Repsol se plantea hacer lo propio con títulos por valor de otros 1.200.
"El valor de la autocartera de las empresas del Ibex 35 al cierre de 2021 duplicó el anotado en la misma fecha en 2020 y más que triplicó al de 2019", señala un informe de BME, la empresa que gestiona la Bolsa de Madrid, que añade que "el avance de datos en 2022 indica que la tendencia ascendente continúa y, esta vez, se acompaña con un proceso amplio y simultáneo de amortización de acciones".
Los datos comunicados por varias de esas grandes empresas a la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores) en las últimas semanas confirman, efectivamente, esa tendencia: solo en noviembre, ACS ha amortizado 4,5 millones de acciones y CaixaBank, Repsol y Ferrovial han comprado, respectivamente, trece, cuatro y algo más de uno de las suyas, movimientos que se suman a otros como la retirada de títulos por un valor de más de 3.000 millones de euros que está cerrando BBVA o la de 979 que inicia Santander.
“Con esas operaciones hay menor disponibilidad de acciones”
¿Y para qué se hacen estos movimientos en los que una empresa recompra las propias acciones que previamente ha emitido y lanzado al mercado? Básicamente, "es una forma de mejorar la remuneración del accionista", explica Julio Rodríguez López, de Economistas Frente a la Crisis (EFC), que anota cómo esas decisiones "indican que los grandes accionistas tienen mucho poder y consiguen que las empresas hagan lo que les interesa".
Es decir, que, tal y como también recoge el informe de BME, la recompra de acciones por la misma empresa que previamente las había emitido y vendido eleva los dividendos que corresponden a las que siguen en manos del resto de socios, puesto que las que forman la llamada autocartera, que ya supera el 1,35% del total en el conjunto de las firmas del Ibex 35, quedan fuera de esa distribución. Y la amortización, que suele producirse poco después, consolida esas nuevas proporciones en la que el beneficio se distribuye entre menos participantes.
El recorte del capitalismo popular "es otra de las consecuencias, ya que con esas operaciones va habiendo cada vez menos movimiento en el mercado y menor disponibilidad de acciones", anota Rodríguez.
Es decir, que se reducen las posibilidades de que los particulares participen en los beneficios de esas grandes empresas, un cambio de tendencia que resulta sustancial cuando algunas de ellas, como Endesa, Telefónica o Repsol, habían sido previamente privatizadas con apelaciones al impulso del capitalismo popular como argumento justificativo entre otros.
Entre las tres repartieron a lo largo de la pasada década un total de 36.779 millones de euros en dividendos, parte de los cuales fueron a parar a manos de pequeños accionistas y de ahorradores que accedían a esos ingresos mediante sus participaciones en fondos de inversión.
Esas acciones están saliendo ahora de los parqués, ya que "el mecanismo más habitual de recompra es a través de las bolsas", apuntan fuentes de BME, cuyos datos, por otra parte, constatan que prácticamente la mitad de los valores que se negocian están en manos de inversores extranjeros, cuyo peso ha crecido un 25% en la última década.
“Una tendencia progresiva y creciente a la acumulación de acciones”
La participación de los pequeños ahorradores en el accionariado de las grandes empresas sigue siendo notable, aunque comienza a menguar después de que "durante los últimos dos años se observa una tendencia progresiva y creciente en la acumulación de acciones propias por parte de las empresas cotizadas españolas", indica el informe de la Bolsa, que recoge cómo ha sido "en el primer semestre de 2022 cuando el proceso simultáneo de acumulación y amortización de acciones se ha disparado".
A ese dato hay que añadirle la constatación por parte de la CNMV de una tendencia a la baja en la actividad de los inversores minoristas que actúan por libre en la bolsa: en 2021 su volumen de compras "sobre acciones del Ibex 35 fue de 21.296 millones de euros y el de ventas de 23.455 millones, lo que supone descensos del 30% y del 15,3% (respectivamente) respecto a 2020", señala un informe del regulador, que matiza que, al mismo tiempo, ese resultado "representa subidas del 23,6% y del 19,8% sobre las cifras de 2019".
Miguel Ángel Díaz, consultor en el área de Corporate Finance de Afi (Analistas Financieros Internacionales), matiza el calado de esa incipiente restricción en el acceso a las participaciones. "Siempre va a haber disponibilidad de acciones de las grandes empresas y se va a encontrar a alguien dispuesto a vender. Otra cosa es lo que pueda ocurrir con las firmas de menor capitalización, aunque estas siempre son menos atractivas para los pequeños inversores", señala.
"Históricamente se ha primado el reparto de dividendos en dinero sobre la recompra de acciones, que al mismo tiempo que inyecta liquidez en el mercado favorece la posición de los inversores que quieren mantenerse en el accionariado a largo plazo", añade.
“La compra de acciones no mejora la solvencia de la empresa”
"Son noticias que no inspiran confianza", apunta sobre estos movimientos Julio Rodríguez, para quien "sería mejor que hubiera más concertación social en la economía española".
"Hay un trasfondo de abundancia de beneficios que no es edificante ni mueve simpatías, con resultados enormes en sectores como la banca, la energía y la distribución", señala Rodríguez, que llama la atención sobre cómo esas recompras, que "no son actuaciones coherentes con la búsqueda de mayor fortaleza", coinciden en algunas empresas con la anotación de elevadas provisiones "para disimular" sus ganancias.
"La compra de acciones no mejora la solvencia de la empresa, porque se le destinan recursos propios, y eso no es coherente con la necesidad de refuerzo en algunos sectores a la que aluden los analistas, que destacan la baja solvencia de la banca española en relación con la europea", añade el miembro de Economistas Frente a la Crisis.
También están secundando esa tendencia empresas con elevados niveles de endeudamiento, caso de Telefónica, cuyas cúpulas se inclinan por esa opción en lugar de por dedicar esos recursos a reducir esa deuda.
“No pillarse los dedos ante lo que pueda ocurrir en el futuro”
Díaz, por su parte, apunta a la "flexibilidad a la hora de diseñar las políticas de remuneración" que ofrecen a las empresas las recompras como el principal factor que las está impulsando.
"En una etapa de volatilidad e incertidumbre como esta, con los precios y los tipos de interés subiendo y los márgenes cayendo, es normal que prefieran no comprometerse y obligarse a pagos futuros con los que hagan ahora y, en su lugar, opten por la recompra", explica.
"El inversor ve muy mal que el nivel de retribución que recibe pueda bajar, porque eso indica que la rentabilidad de la empresa empeora", anota. Y esa sería una de las causas principales que, en un escenario de elevados resultados y horizonte incierto como este, estaría llevando a las grandes corporaciones a optar por repartir menos beneficios para no comprometerse a tener que igualarlos y destinar ese dinero a la recompra de acciones.
En ese escenario, añade, "envían una señal de estabilidad". Se trataría, así, de "no pillarse los dedos ante lo que pueda ocurrir en el futuro" por "las dudas sobre si van a poder mantener esos pay out" o parte del beneficio que se destina al reparto de beneficios.
Una excepción a la manipulación de los precios de un valor
Por último, el presidente de la CNMV, Rodrigo Buenaventura, advirtió hace unas semanas que esos programas de recompra no pueden ser utilizados para mantener artificialmente elevadas las cotizaciones de las empresas que los desarrollan. "Los programas de recompra están contemplados por el reglamento de abuso de mercado como una de las excepciones a la prohibición de que un agente, en este caso un emisor, distorsione o manipule los precios de un valor", dijo, en referencia al hecho de que en ellas es la propia empresa quien marca el precio de sus acciones al hacer las ofertas de compra.
En este sentido, el presidente de la CNMV advirtió de la existencia de "claros riesgos de un uso intensivo de las recompras de acciones", entre los que destacó "precisamente el riesgo de manipular o sostener los precios de las propias acciones".
La normativa otorga un "puerto seguro" para ese tipo de operaciones "siempre que se hagan respetando escrupulosamente los límites operativos" que establece, añadió, antes de apuntar que "estos elementos nos obligan a todos, especialmente a los accionistas, a mantener la vigilancia cuando se producen recompras".
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