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La crisis climática provoca pérdidas multimillonarias en el campo con fenómenos cada vez más potentes y extensos

La magnitud de granizadas, heladas, vendavales, sequías, lluvias torrenciales y riadas crece año tras año para batir récords de destrozos y llevarse por delante más de un 2% de la producción.

10/12/21. Imagen aérea de las inundaciones en Huarte (Pamplona) debido a la crecida del río Arga.
Efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) trabajan para afrontar la crecida extraordinaria del río Ebro en la localidad de Novillas. Javier Cebollada / EFE

"Hemos visto fenómenos climáticos más intensos y extensos en los últimos cinco años. Cada lustro se van intensificando en diez puntos los daños en los cultivos", explica Sergio de Andrés, director del Área de Producción y Comunicación de Agroseguro, la entidad que gestiona las pólizas del sector agrario de las 17 principales compañías aseguradoras del país y el Consorcio de Compensación, entre las que destacan las referidas a riesgos de carácter meteorológico (hielo, granizo, viento y lluvia) o derivadas de la meteorología (sequía e inundación).

La evolución de los daños causados por esos episodios en las explotaciones agrícolas y ganaderas se están revelando como un elocuente indicador de la aceleración, tanto en frecuencia como en intensidad y en extensión, que están adquiriendo los fenómenos meteorológicos extremos en los últimos años como consecuencia del calentamiento global, que tiene a la contaminación atmosférica como causa principal y al cambio climático como consecuencia más dañina.

Todo apunta a que esa espiral va a más, aunque sus consecuencias en el norte global todavía no alcanzan la intensidad que tiene en el sur, donde el cambio climático se sitúa como uno de los principales factores que "ha venido aumentando la inseguridad alimentaria a escala mundial en la última década", según indica un reciente estudio del Banco de España, que recoge cómo "el 10% de la población mundial, en su mayoría en países en desarrollo, mostraba malnutrición, y hasta un 30% experimentaba algún tipo de inseguridad alimentaria", algo que, a su vez, se convierte en un desencadenante de procesos migratorios.

Los efectos del cambio climático en la agricultura española son mucho más moderados que en esas áreas del planeta, aunque tanto su ritmo creciente como el hecho de que el valor de sus daños lleve unos años superando el 2% de la producción vegetal del país dan pistas que apuntan a que se está produciendo un movimiento más tectónico que anecdótico.

El cambio climático ya se lleva por delante más de un 2% de la producción agrícola de España

Según los datos facilitados por Agroseguro, la valoración de los daños producidos en la agricultura española por los fenómenos meteorológicos extremos se ha incrementado en un tercio en solo una década al pasar de los 2.607 del periodo 2007-2011 a los 3.475 del que va de 2017 a 2021.

La factura anual ya se sitúa en el entorno de los 700 millones de euros (694 de 2017 a 2021) aunque con una tendencia creciente, ya que la del año pasado fue la más elevada de la historia con daños por valor de 757,6 mientras que el acumulado de la primera mitad de 2022 alcanzó los 514,27.

Los cultivos afectados en esos seis meses suman una extensión de 1,23 millones de hectáreas, una superficie similar a la que suman los territorios de Euskadi y Cantabria, mayor que la de Navarra, Asturias o Murcia y que prácticamente iguala los 13.340 kilómetros cuadrados del año pasado, cuando con 122.600 siniestros ya se duplicó el área dañada en 2020.

Esa cifra, que no incluye los daños en cereales, frutas y hortalizas por las olas de calor, las granizadas y la falta de agua a partir de julio y de la que casi la mitad (240 millones) procede de las heladas que en abril dañaron los frutales del valle del Ebro y el arco mediterráneo y los almendros manchegos, es "la más alta de la historia del seguro agrario", explican fuentes de Agroseguro, que destacan como ese resultado supera en un 12% al del primer semestre de 2021 (458 millones) y en un 25% al de 2020 (353).

Esa progresión, añaden, "constata una vez más el aumento de los fenómenos meteorológicos cada vez más adversos y graves durante la última década, y muy especialmente desde 2017".

Esa media de 700 millones de euros al año equivale a un 2,29% del valor de la producción vegetal del país, que según los datos de la Renta Agraria que elabora el Ministerio de Agricultura se situó en 30.473 millones de euros anuales entre 2017 y 2020.

En esos cuatro años el balance de pérdidas por causas meteorológicas osciló entre el 2,03% y el 2,44% de la producción vegetal, mientras que el año pasado alcanzó el 2,28%. No obstante, los datos de este último año deben tomarse con prevención debido a que las maniobras especulativas globales desatadas ya en vísperas de la guerra de Ucrania provocaron un aumento de los precios del 29,1%, aunque, pese a ese dopaje, se trata de una de las tasas más elevadas de la serie.

Por tipos de siniestros, casi el 30% de los daños del último lustro fueron causados por el pedrisco (978 millones de 3.475), un volumen que casi duplica los efectos de las heladas (506) y que triplica con creces tanto los de las sequías (305) como los de las lluvias torrenciales y las inundaciones (275), mientras los provocados por el viento se situaron en 139.

"Estamos sufriendo un cambio climático que no es ninguna broma. Los agricultores estamos sufriendo inclemencias climáticas y plagas de todo tipo. Es un desastre lo que está sucediendo", explica Pedro García, responsable de Seguros en COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos), que coincide con Andrés en destacar cómo los fenómenos meteorológicos "tienen cada vez más extensión, intensidad y duración. El pedrísco era hace unos años como los granos de arroz y caía con agua, y ahora vemos como tiene el tamaño de las pelotas de tenis. El cambio climático está trayendo siniestros que la gente mayor nunca conoció".

"Cada año batimos récords de incidencias"

COAG ya advirtió hace unos meses en un estudio sobre la merma en las producciones agrarias que comienza a darse en España y que aumentará en los próximos años si se mantiene el proceso de calentamiento global.

"Antes el pedrisco caía en un radio de veinte kilómetros con piedras pequeñas y ahora lo hace en uno de cien con piedras más grandes", anota Andrés, que llama la atención sobre cómo "también está cambiando la época y la duración de los fenómenos: antes el granizo llegaba en junio y ahora lo ha habido en marzo en zonas del Levante".

"Cada año estamos batiendo récords de incidencias por tipo de fenómeno o por territorios", añade, ya que "los cultivos están muy expuestos a la meteorología. Por eso estos datos son un buen indicador de cómo está cambiando".

En este sentido, destaca cómo van ganando frecuencia los siniestros por el denominado golpe de calor, que es el que provocan en los vegetales los periodos continuados de temperaturas elevadas y que está causando intensos daños en el tomate (especialmente en Murcia), la uva y el girasol, y por la sequía, que este verano ha diezmado las cosechas de cereal en Castilla y León.

"Se han intensificado plagas que no eran dañinas"

"Tenemos un ojo puesto incluso en los olivos. Tendrían que bajar las temperaturas y llover algo para que se salve la cosecha", añade Sergio Andrés.
Los olivos, como los almendros, se encuentran entre los árboles de cultivo de mayor resistencia y adaptación a los rigores de sequedad y elevadas temperaturas de las zonas semidesérticas del Mediterráneo.

Los efectos del cambio climático incluyen, además del aumento de los fenómenos meteorológicos extremos y de los incendios, en los que a su vez tiene mucho que ver el abandono del campo y sus crecientes procesos de industrialización, otra consecuencia nociva para la agricultura: la alteración de los ciclos de los vegetales y de los insectos, que está provocando la extensión de plagas y la pérdida de cosechas.

"Se han intensificado los efectos de plagas que antes apenas eran dañinas, ya fuera por las fechas tardías en las que comenzaban o porque con los inviernos más fríos se regulaban", ilustra García, que anota cómo esos insectos y bacterias "cada vez tienen más resistencias y mayores reservorios, y hay más generaciones".

Por último, García apunta otra consecuencia de la alteración de los ciclos vegetales provocada por el aumento de las temperaturas invernales: "Los inviernos cada vez son más cálidos, y eso adelanta la floración de los árboles con el riesgo de que después se la carguen las heladas de la primavera", que el pasado mes de abril llegaron a dejar temperaturas de -8º en el interior de la Península Ibérica.

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