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MADRID.- “Tardé mucho, sí. Hasta los 17 años no pisé una discoteca. No era que no pudiese. Era que no quería, porque sólo deseaba ir a entrenar y aprender. Y como aprendía no sentía ninguna necesidad de salir del campo de fútbol”. Acaba de finalizar el entrenamiento del Levante, donde ya no sólo se trata de aprender. También de sobrevivir y su entrenador, Joan Francesc Ferrer Sicilia, Rubi, (Vilasar de Mare, 1970), treinta años después, encarna ese papel.
Hoy, ya no se parece a ese chaval, sino a un hombre de 46 y a una vida educada en el fútbol, en la universidad y hasta en los negocios de su padre, “que fundó una empresa en 1963 y vi como se desvivía por ella y, es más, todavía lo veo”. De hecho, hoy Rubi podría ser, como él, mayorista de viajes, “y no hubiera sido ninguna frustración”, pero entonces hubiese perdido la posibilidad de dirigir a Messi, como hizo en el Barça de Vilanova, o de enfrentarse este miércoles por la noche a Cristiano.
Y no es vanidad, sino pasión de hombre, corazón de entrenador, distanciado, como su padre, de un trabajo de ocho horas diarias, en algo tenían que parecerse entrenador y empresario. “El producto es diferente, pero la pelea es parecida. Por eso me gusta hablar con mi padre, recordar su lucha tantos años y tantas veces, la vida es así. Sin ir más lejos, a partir del año 2007 cuando vino la crisis. Fue una pelea muy dura para que la empresa se sostuviese en el mercado y la gente no perdiera su trabajo”.
"Yo estoy muy orgulloso de jugar donde jugué, de conocer gente que no tenía todo el protagonismo que merecía, que valía para más y que no se arrepentía de seguir luchando"
No es un hombre de una sola cosa Rubí, admirador de su pasado de futbolista proletario en el que nunca pasó de Segunda B. “Pero yo estoy muy orgulloso de jugar donde jugué, de conocer gente que no tenía todo el protagonismo que merecía, que valía para más y que no se arrepentía de seguir luchando”.
Quizá porque en esos ambientes nadie vende su alma al diablo, “al contrario”, explica Rubí, capaz de atender esos años en los que invirtió tanto en sí mismo. “Uno se fortaleció mentalmente para toda la vida. Entonces se entrenaba mucho más duro que ahora. Jugabas un domingo y hasta el jueves no volvías a tocar el balón y eso para un futbolista es difícil. Al principio, te preguntabas, ‘¿por qué?’, no era lo que querías, pero luego te convencías de que ‘es lo que hay’, no había otra cosa entonces, no quedaba otra que seguir luchando”. Un alegato del fútbol de ayer en el que, pese a todo, la ambición nunca perdió la razón. “A perder no se aprende nunca”, explica. “Otra cosa es que aprendas de la derrota y no consientas que te cambie el estado de ánimo o que te haga perder las formas en una rueda de prensa. Yo he visto gente que lo ha hecho y no quiero ser como ellos, porque eso no tiene sentido. No obtienes nada”.
Para comer, un bocadillo
“Terminé la carrera de Empresariales. En ese sentido fui un afortunado. No dejé que el fútbol me alejase de la universidad"
Tuvo esa ventaja Rubí, explicado también entre las paredes de la universidad. “Terminé la carrera de Empresariales. En ese sentido fui un afortunado. No dejé que el fútbol me alejase de la universidad y la universidad, sin lugar a dudas, vale”. Por eso siempre trata de volver a ella, a reconocer sus virtudes “que fueron muchas. Al menos para mí, acostumbrado a trabajar de cara al público en el fútbol, a salir a dar una vuelta o a ir a cenar a un restaurante y que todo el mundo te recuerde lo que pasa, cómo vas en la clasificación, etc... Sin embargo, en la universidad aprendes lo que no aprendes en la calle y hasta a ordenar tu manera de trabajar”.
Hoy, Rubí imagina que es un reflejo de ese hombre, estudiante a todas horas, capaz de comer un bocadillo en la soledad de su cuarto, de llegar a trabajar al estadio a las nueve de la mañana y de no volver a casa hasta las nueve de la noche, todo el día pensando en el fútbol e invirtiendo en detalles, no se sabe si es un error.
"En algunas cosas hay que ser muy repetitivos porque no es fácil que 25 jugadores sean capaces de hacer lo mismo al ritmo que tú pretendes"
“No creo en esos errores”, insiste y ya nadie necesita convencerle de que la perfección nace de la repetición. “No soy ni siquiera un entrenador científico. Pero hay cosas que hay que hacer. En el fútbol necesitamos muchas horas para reducir distancias con la excelencia. En algunas cosas hay que ser muy repetitivos porque no es fácil que 25 jugadores sean capaces de hacer lo mismo al ritmo que tú pretendes. Y si no lo haces es peor, porque entonces no te vas a dormir tranquilo. Y no es que se trate de dar clases particulares, pero sí de insistir mucho”.
"Hablar de Messi es hacerlo de un hombre con una dificultad increíble para convivir con lo que es y no separar nunca los pies de la tierra, nunca"
Rubí, que aconsejó a Messi en el Barcelona en su época de colaborador de Tito Villanova, sabe que el futbolista escucha, Messi era la prueba, Messi casi siempre escuchaba. “Si me pregunta por Messi tengo que hablarle de una experiencia humana total, de un hombre con una dificultad increíble para convivir con lo que es y no separar nunca los pies de la tierra, nunca. Yo no le vi hacerlo y fue inolvidable”. Inolvidable para Rubi que, como futbolista, perteneció a otros campos, hijo de su padre y de la empresa que fundó su padre, que le enseñó que “a la hora de trabajar no hay límites o, en todo caso, el límite se pone donde uno quiere. Hay tantas cosas que se pueden hacer…, ya sólo para mejorar las relaciones humanas…”.
“Vengo de tan abajo…”
A estas alturas de su vida, en realidad, Rubi todavía es incapaz de pintar su propio retrato, sabio de nada, aprendiz de todo. “No sé si soy inteligente, pero me parece que cada día soy menos obsesivo”. Tampoco establece una clara diferencia entre el entrenador y el padre de los tres hijos que cada día le esperan en casa, “porque es una diferencia difícil. Pero tampoco quiero encerrarme en alguna definición, porque me parece que no podría ser. Yo no sé si me equivoco continuamente, pero podría ser que sí, no lo niego. Otra cosa es que crea en la capacidad para rectificar o en la disciplina que aprendí de mi padre y de sus días sin horas”.
"Sé que mañana me podrán dar una bofetada, pero vengo de tan abajo que no quisiera dejar esta profesión nunca, aunque para eso tuviera que bajar a entrenar a infantiles"
Quizá por eso desembocó en el entrenador de hoy, herencia de toda una vida, reconocido allá donde ha estado (Benidorm, Valladolid, Girona…), fascinado siempre por esta profesión “a pesar de que sea durísima, pero yo la quiero tanto… Sé que mañana me podrán dar una bofetada, pero vengo de tan abajo que no quisiera dejarla nunca, aunque para eso tuviera que bajar a entrenar a infantiles. Pero entonces me parece que mi pelea sería igual de plena”.
"No podemos pretender que se olvide lo que ha sido Zidane en el fútbol o que un futbolista de su pasado no pueda dirigir al Real Madrid"
Podría ser el sexto sentido del entrenador, cómplice de sí mismo, inesperada como esta conversación que se despide y que tampoco esperaba Rubi, en edad de crecer todavía y de no compararse con nadie, es mejor así. La reputación no es una sola cosa. “¿Cómo me voy a comparar yo con Zidane?”, se pregunta. “Yo fui otra cosa en el fútbol, no podemos pretender que se olvide lo que ha sido Zidane en el fútbol o que un futbolista de su pasado no pueda dirigir al Real Madrid. No todos tenemos la misma trascendencia ni vamos a tenerla”. Pero esa es parte de la vida, de esa extraña vida de los entrenadores en la que, pese a todo, Joan Francesc Ferrer Sicilia, Rubi, a los 46 años, no se olvida del muchacho de 17 años que fue y que insistía en una palabra casi obsesivamente, “mejorar, mejorar y mejorar”, reflejo de estos días suyos en el Levante que hoy se enfrenta al Real Madrid.
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