río de janeiro
Son capaces de echar por tierra la final del torneo de clubes más importante de América, de rociar con gas pimienta a los jugadores rivales, de pelearse con los de su propio equipo en un entrenamiento, o de invadir en tropel la sala de prensa de Maracanã en pleno Mundial, destrozándola. Y lo que es más importante: son capaces de matar. En Brasil, que ya tiene lo suyo en cuanto a hinchadas violentas y radicales, hay pánico a las barras bravas de toda la región durante la Copa América de la cual son anfitriones –del 14 de junio al 7 de julio–.
En el punto de mira están, por supuesto, los hinchas más amenazadores del fútbol argentino, pero también los uruguayos, los chilenos, los paraguayos o los peruanos. Sus respectivos países se han acostumbrado en los últimos años a las restricciones de disputar los partidos sin público visitante en los estadios ante la imposibilidad de evitar lo inevitable. Y también se han tenido que acostumbrar, más recientemente, a intercambiar listados de nombres y apellidos vetados en las gradas. El objetivo es que, tengan entrada o no la tengan, los miembros de las barras bravas sean bloqueados en las fronteras y ni siquiera consigan poner los pies en Brasil.
Contactada por Público, la Policía Federal brasileña, encargada de la gestión de los registros de entrada al país, remite a la ordenanza 522 del 9 de mayo de 2019, publicada en el Diario Oficial de la Unión por el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, y firmada por el ministro Sérgio Moro. En concreto, inciden en el párrafo que señala que "los funcionarios con actuación en el control fronterizo y en actividades de fiscalización migratoria en puertos, aeropuertos internacionales y puntos de fiscalización terrestre de migración aplicarán la medida de impedimento de ingreso en el territorio nacional a todo extranjero cuyo nombre conste en los sistemas de control migratorio como miembro de hinchada envuelto en violencia en los estadios". La medida estará en vigor hasta el día de la final del campeonato, una nueva cita para la historia en el césped de Maracanã.
Acuerdo con el Gobierno argentino
La interactuación de Brasil con el resto de países suramericanos al respecto de la elaboración de esta lista de denegaciones lleva fraguándose hace meses, y ha sido rubricada en la XLIX Reunión de ministros de Justicia del Mercosur y Estados Asociados y la XLIII Reunión de ministros del Interior y de Seguridad, organizada la semana pasada en Buenos Aires. Sérgio Moro se encontró en la capital porteña con el ministro de Justicia y Derechos Humanos de Argentina, Germán Garavano; la ministra de seguridad, Patricia Bullrich, y el presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), Alejandro Domínguez, y tuvo la oportunidad de explicarles la ordenanza publicada con todo detalle.
Fue la ministra Bullrich la que, a modo de respuesta y con buena sintonía, ofreció al ministro Moro la documentación más valiosa hasta la fecha: "Hoy damos este gran paso de firmar este control que vamos a hacer con Brasil sobre los impedidos de ingreso a estadios de parte de Argentina, que ya son más de 5.000". Casi dos mil provienen de las barras bravas de River Plate y Boca Juniors. "No podemos permitir que exista connivencia entre los barrabravas y el crimen organizado", continuaba la ministra argentina, "y por eso venimos trabajando para generar sistemas de restricción junto con la discusión sobre el proyecto de ley que tipifica como delitos lo que hoy son contravenciones".
La mayor parte del trabajo de la Policía Federal brasileña llegará desde Argentina, por volumen de identificados y por asistencia en masa de los seguidores de la albiceleste, que han agotado las entradas disponibles, pero no se librará del rastreo ningún país suramericano –se da por hecho que las aficiones de Catar y Japón, países invitados por la Conmebol, están en las antípodas de las barras bravas–.
El 24 de junio será uno de los días marcados a fuego por las fuerzas de seguridad. La hinchada uruguaya regresa a Río de Janeiro, donde continúan encarcelados a espera de juicio tres hinchas de Peñarol desde los altercados de su última visita, el pasado 3 de abril, con motivo del partido Flamengo-Peñarol, también en Maracanã, en la fase de grupos de la Copa Libertadores. Roberto Vieira de Almeida, el seguidor flamenguista de 60 años al que supuestamente agredieron ocasionándole un traumatismo craneoencefálico, aún permanece hospitalizado dos meses después.
Nada salvará a Brasil, a pesar de todo este despliegue, de las acciones de sus propios aficionados radicales. Ocupan lo más alto en la lista de tragedias futbolísticas, mano a mano con los argentinos, y se ocultan detrás de casi todas las camisetas del campeonato brasileño. Son los mismos que protagonizaron las atrocidades del Atlético Paranaense-Vasco da Gama de diciembre de 2013 en Joinville, y todas las que han venido después, o los mismos que horas antes de la final del último Campeonato Paulista, que enfrentó al São Paulo y al Corinthians, se citaron para combatir en las calles de la localidad de Ferraz de Vasconcelos –región metropolitana de São Paulo–, tiroteos incluidos.
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