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Salvando las distancias, los spoilers y los hackeos, los cedés de Elliot Alderson son como las muestras de sangre de Dexter, por no hablar de las relaciones fraternales y paternofiliales de los antihéroes de ambas series, aunque no es momento para hablar de los paralelismos familiares entre el forense especializado en salpicaduras de plasma y el paranoico ingeniero de seguridad informática pegado con Super Glue-3 a otro plasma.
El protagonista de Mr. Robot trabaja para Allsafe Cybersecurity, encargada de tapar los agujeros en el sistema de E Corp —en su mente, Evil Corp, la corporación del mal que tanto dolor causó en su familia—. Sin embargo, el personaje interpretado por Rami Malek tiene una doble vida —al margen de su trastorno de identidad disociativo, o sea, de su personalidad múltiple—, que le induce a dinamitar desde dentro la maléfica empresa.
Con la cuarta temporada en antena —los aficionados que todavía no la han visto deberían repasar las anteriores, desenmarañar su galimatías argumental y echar una partida con el reparto al ¿Quién es quién?—, cabe escarbar en ese detalle tangencial que se escapa de los resúmenes y reseñas de la aclamada serie creada por Sam Esmail: el estuche de cedés del hacker de sombrero gris o blanco, según esté nublado o caliente el sol en Nueva York.
¿Por qué el encapuchado Elliot sigue grabando música en discos compactos a estas alturas? El secreto está en el doble fondo de su interior: los álbumes contienen datos cifrados invisibles a los ojos ajenos, a modo de pistas ocultas o recónditos bonus tracks. Una forma de protegerse a sí mismo tras haber robado información a multinacionales y ciudadanos —algunos con vicios inconfesables—, pero también a su hermana Darlene y a sus colegas de fsociety, la sigilosa organización de hackers liderada por Mr. Robot, encarnado por Christian Slater.
Algunos techies y geeks —en román paladino, los aficionados u obsesionados por la tecnología— elucubran que el chaval usa en su labor de zapa DeepSound, una herramienta de conversión de audio y esteganografía —técnica para ocultar mensajes dentro de otros mensajes—. Así, el profano que reproduzca sus archivos WAV o MP3 podrá dar saltos mientras escucha Song 2, de los britpoperos Blur, sin percatarse de que bajo la pista donde rebotan sus pies se esconde un oscuro tesoro cifrado sólo accesible para Elliot.
Hay más guiños musicales en la distópica serie, como la contraseña de su psiquiatra —Dylan_2791, que alude al viejo cascarrabias Bob y al año de nacimiento de la terapeuta al revés—, pero ninguno más evidente que los rótulos en las galletas que acumula el pirata informático en su neceser melódico. Sin embargo, las canciones no coinciden con la incluidas en la banda sonora original de la serie, trufada de clásicos de ayer y hoy —muchos con marchamo electrónico, aptos para una revolución ciberananarquista—. Aunque hay excepciones, como el corte Pictures Of You, perteneciente a Disintegration, álbum de The Cure que Elliot guarda entre sus documentos confidenciales.
En la primera temporada, suenan temas de ctznshp, Foretaste, Neil Diamond, Morris DJ, The Midi Mafia, Mstrkrft, Mos Def, Len, Animotion, Bora York, Jerry Honigman, Brian Eno, Just Water, KK, Perfume Genius, Schoolboy Q, Tangerine Dream, Lee Hazlewood y Nancy Sinatra, Rex Schnelle, Miyoshi Umeki, FKA twigs, M83, Sonic Youth, The Jim Carroll Band, Ol' Dirty Bastard y Alabama Shakes. Mención aparte merece la recurrente versión de Where Is My Mind interpretada al piano por Maxence Cyrin, un éxito de Pixies también presente en la desasosegante serie The Leftovers.
Más allá del batiburrillo de estilos, entre los que abundan el tecno y el hip hop, no debemos olvidarnos de los compositores de música clásica —Beethoven, Carl Maria von Weber, Vincenzo Bellini, Mozart o Dmitri Shostakóvich— y de bandas sonoras —Eike Hosenfeld y Moritz Simon Geist, aunque por encima de ellos destaca Mac Quayle, quien firma la de esta serie tras haber prestado su oído a Scream Queens, Caso abierto, Feud, American Crime Story: El asesinato de Gianni Versace, Pose, American Horror Story, 9-1-1 o The Politician.
Suficientes referencias musicales, si bien en la segunda temporada se cuelan Mogwai, Lupe Fiasco, Phil Collins, Green Day, Philip Glass, Television, Depeche Mode, Kraftwerk o Kenny Rogers, mientras que en la tercera hay sitio para Daft Punk, INXS, Roxette, Cypress Hill, Elliott Smith o Fiona Apple. Como sucede a lo largo de la producción de Universal Cable Productions y Anonymous Content, emitida en España por Movistar, las canciones son escuchadas por los personajes o simplemente sirven para envolver la trama.
En la cuarta y última, más licuadora para obtener un zumo multivitamínico con trazas de Low, Culture Club, Frank Sinatra o Josh Groban, cuyas referencias son continuas desde el inicio de la serie, hasta el punto de que Elliot viste una camiseta que lo homenajea con el lema Property of Josh Groban. De alguna forma, incluso cobrará vida llegado cierto capítulo, aunque para no destripar el argumento quedémonos con que el protagonista ya había rotulado un cedé con el nombre del cantante estadounidense, quien ha agradecido en sus redes la admiración que le profesa un tipo con los ojos más saltones que su ansiedad social.
Vayamos, pues, con los rótulos de los discos compactos que esconden información cifrada y remiten a grupos y álbumes dispares, aunque en algunos casos resulta imposible adivinar los títulos de los álbumes. Si la banda sonora original es ecléctica, qué decir de un repertorio que encierra nombres como Boston o Tool, Beastie Boys o Led Zeppelin, Johnny Cash o Nirvana, Blur o AC/DC, The Cure o Pink Floyd, The Doors o Fleetwood Mac, Van Halen o Soundgarden.
Los fans de Mr. Robot añaden otro puñado de referencias, mas habría que volver a ver todos los capítulos para comprobar si realmente es así o les ha dado, como a Elliot, por bautizar cedés en sus casas para alimentar el mito mitómano del hacker neoyorquino. Tendrán que esmerarse con la caligrafía para dar el pego, ya que hasta el autor original ha cometido fallos. Por ejemplo, Elliot titula Anemia el disco de Tool, cuando en realidad se escribe Ænima, aunque algún pirado defiende el dominio de la ortografía del pirata informático y achaca la deliberada errata a su afán de pasar desapercibido.
@joshgroban The revolution is tough, but we know you're ready to help lead the 99%. Be seeing you, friend. #MrRobot pic.twitter.com/RAIYdL1mMI
— Mr. Robot (@whoismrrobot) 25 de junio de 2015
Del mismo modo, unos sostienen en foros que los grupos o álbumes son anagramas que emplea el hacker para identificar su contenido —ejem—, mientras que otros opinan que la selección no responde a los gustos del personaje, sino que se trata de una discoteca normal que podría tener cualquiera, con el citado propósito de no llamar la atención. Parece bastante más verosímil que el razonamiento anterior, si bien no deja de sorprender su heterogeneidad. Quizás Un canto a Galicia, de Julio Iglesias, cante más que Don't Take Your Guns To Town, de Johnny Cash, aunque cada hacker es de su padre y de su madre.
Por no extendernos en el anecdotario, tanto Groban, tanto Groban, y aún no sabemos cuál es su disco. En realidad, no sale en la serie, sino que se trata de un guiño de la cadena USA Network al cantante, a quien respondió en Twitter adjuntando una foto en la que aparece su nombre escrito en un galleta. Es evidente que la letra no es de Elliot Alderson, ni tampoco se ubica en la parte superior del cedé, donde siempre figuran los artistas, mientras que los títulos de sus trabajos se sitúan abajo. Lo mismo sucedió con Zendaya y su álbum homónimo. Conclusión: los community managers de Mr. Robot son juguetones y enrollados.
@Zendaya Own the things that own you. Welcome to the 99%, Zendaya. We'll be seeing you. #MrRobot pic.twitter.com/EqB7v2m8Fe
— Mr. Robot (@whoismrrobot) July 7, 2015
No queda claro quién o qué es Notorious, aunque podría tratarse de The Notorious B.I.G. o de la banda sonora del biopic sobre el rapero asesinado, interpretado por Jamal Woolard. Tampoco tiene pinta de que OK aluda al disco de Radiohead OK Computer, pero a veces Elliot no escribe los nombres de las bandas y sus obras —o cambia el título por el año de publicación: 1971 en vez Led Zeppelin IV—. Quizás se trate del álbum de Talvin Singh, por aquello del asian underground y el drum and bass, en la línea con Portishead y Massive Attack, que suenan en la serie. Ojo, éste no es un hecho corroborado ni un análisis científico, sino una mera suposición, como tantas otras que insinúan algunos capítulos.
Más complicado sería acertar el segundo título, en minúsculas, de Van Halen, aunque queda claro que el primero de la banda estadounidense, esta vez en mayúsculas, es 1984. Imposible saber cuál es el de Tom Petty. No lo saben ni los más devotos de la serie, quienes han ido desgranando en sus biblias digitales autores y títulos sin ton ni son, confundiendo las canciones de la BSO con la colección musical del protagonista. También señalan a quiénes pertenecen los datos escondidos bajo los títulos. Así, detrás de Speaking In Tongues, de Talking Heads, figuraría la vida privada de su psiquiatra: habría que verlo.
Al margen del tema de The Cure, apenas hay coincidencias entre los discos o canciones de la BSO y la colección del protagonista. Por ejemplo, etiqueta un cedé con el título Daydream Nation, de Sonic Youth, pero los dos cortes que suenan en la serie, Kool Thing y Bull In The Heather, no están incluidos en ese elepé. Suponemos que, al igual que Josh Groban, el ruidista grupo neoyorquino le gusta tanto a Elliot como a los responsables de la serie, quienes explotaron el recurso del manuscrito para vender la banda sonora de Mac Quayle —y, supuestamente, alguna edición de los deuvedés de Mr. Robot—, rotulándola igual que el hacker, valga la redundancia, encapuchado.
Aunque podría parecer un método infalible para ocultar los datos, quizás los guionistas —así como los antagonistas de Elliot— no se dieron cuenta de que la estratagema no es nada original. Cinco años antes de su estreno, la soldado y analista de inteligencia Chelsea Elizabeth Manning tarareaba la canción Telephone mientras descargaba cientos de miles de documentos clasificados del Pentágono y del Departamento de Estado, que luego filtró a Wikileaks. La lio tan parda que fue encarcelada.
La información secreta sobre las controvertidas operaciones del Ejército estadounidenses en Afganistán e Irak, como el asesinato de civiles y periodistas que muestra el vídeo Collateral Murder, se escondía según la revista Wired en un discreto cedé virgen. Rotulado sobre la galleta, el nombre de una célebre cantante que podría formar parte de la discoteca de cualquier terrícola: Lady Gaga.
Listado de discos
- Check Your Head, de Beastie Boys.
- Ænima, de Tool.
- 1984, de Van Halen.
- Don't Look Back, de Boston.
- Led Zeppelin IV, de Led Zeppelin.
- Blur, de Blur.
- Don't Take Your Guns To Town, de Johnny Cash.
- Disintegration, de The Cure.
- People Are Strange, de The Doors.
- Back In Black, de AC/DC.
- Rumours, de Fleetwood Mac.
- Wish You Were Here, de Pink Floyd.
- In Utero, de Nirvana.
- Superunknown, de Soundgarden.
- Daydream Nation, de Sonic Youth.
- ...
We have our eye on you, friend. See you soon. #MrRobot pic.twitter.com/8e8oAEPHfG
— Mr. Robot (@whoismrrobot) October 12, 2017
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