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MADRID.- En España, por muy inconcebible que resulte, hasta hace solo un mes el matrimonio forzado no era delito. Afortunadamente, con la reciente reforma del Código Penal, esta circunstancia, absolutamente intolerable, ha variado y hoy este hecho se reconoce como una forma de esclavitud y se castiga como tal.
No se conoce el número de mujeres que son obligadas a casarse en nuestro país –en el mundo cada tres segundos obligan a una niña a hacerlo-, pero el mero hecho de saber que las hay nos colocaba en el lado malo, frente a los verdaderos defensores de los Derechos Humanos. Y a pesar de ello, incluso antes de la reforma de la ley, existía un abismo entre nosotros y lugares como Etiopía, un auténtico infierno para la mayoría de las mujeres, en el que se producen feroces agresiones y abusos, como el que sufrió la joven protagonista de Difret.
Película ganadora del Premio del Público en los festivales de Berlín y Sundance, la ópera prima de Zeresenay Berhane Mehari cuenta la historia real de Hirut Assefa, una niña de catorce años secuestrada y violada, que mató en defensa propia a uno de sus raptores y fue por ello condenada a muerte. Aunque su historia provocó un cambio radical en las leyes del país, hace unos años los tribunales no interferían en los asuntos relacionados con las tradiciones nacionales. Y una de estas tradiciones es el "telefa" o matrimonio por rapto.
El hombre que se llevó contra su voluntad a Hirut pretendía casarse con ella, lo que convertía un ataque bárbaro en una costumbre ancestral a ojos de los jueces. Al fin y al cabo, como dice un abogado veterano a la protagonista: “Nunca es un caso de defensa propia cuando se trata de una mujer”.
La película, una historia importante y necesaria, consigue además la intriga propia del cine de juicios, ello con la brillante interpretación de la actriz, dramaturga y poeta etíope Meron Getnet y de la maravillosa debutante Tizita Hagere.
Un nuevo estándar para el cine etíope
Difret nació cuando el director conoció a la abogada Meaza Ashenafi, fundadora de una organización de asistencia legal para las mujeres, y ésta le contó algunos de los casos en los que trabajaba. Uno era el de Hirut.
El relato conmocionó a Zeresenay Berhane Mehari, que decidió llevar la historia al cine. A pesar de unas cuantas ofertas para rodar la película en inglés, él se negó y siguió buscando financiación para poder hacerlo en amárico (el idioma más hablado en Etiopía). “Quería que las personas que se encuentran en estas situaciones pudieran verla, y también quería marcar un nuevo estándar para el cine etíope”.
Aquella decisión provocó el nacimiento de una película especial, única no solo por la historia que cuenta, sino también por la forma en que se hizo. La médica y antropóloga etíope-americana Mehret Mandefro, presidenta de Truth Aid, una productora de programas etnográficos, decidió apoyar el proyecto. Con ella nació la campaña Kickstarter, desde la que se recaudaron decenas de miles de dólares de cientos de personas. En 2010, la artista etíope-americana Julie Mehretu y la artista australiana Jessica Ranking donaron los fondos que faltaban para terminar el filme. La actriz y directora Angelina Jolie vio la película a medio terminar y decidió también unirse a esta aventura como productora ejecutiva.
Episodio histórico en la lucha por la igualdad
Difret es singular por otras razones. Es la única película etíope en la que muchos de los productores y jefes de departamento son mujeres. Es la primera en la que firma la fotografía una mujer (Monika Lenczewska ).
El montaje, por su parte, es de Agnieszka Glinska. Además, es una de las tres películas que se han rodado en la historia de Etiopía en 35mm. Para hacerla no había equipos ni película en el país, por lo que todo el material tuvo que ser importado. Los rollos se enviaban después a India para su revelado.
Nada de ello impidió sin embargo que se terminara este trabajo, un filme que cuenta un episodio histórico de la lucha por los derechos de la mujer. La abogada Meaza Ashenafi, que no se rindió jamás con el caso de Hirut, llegó incluso a demandar al ministro de Justicia, que finalmente fue cesado de su cargo.
El juicio de la joven removió a la opinión pública, que presionó al Gobierno para que modificará la ley. Así, en Etiopía el Código Penal se revisó en 2004. El rapto seguido de violación está castigado hoy con quince o más años de cárcel. Además, por primera vez se define la ablación como delito de violencia contra las mujeres.
Una de cada nueve niñas es obligada a casarse
La película de Zeresenay Berhane Mehari no solo es importante porque rinde homenaje a la abogada Meaza Ashenafi, una mujer que defendió sin descanso a aquella niña, y que sigue prestando servicio legal a las mujeres sin medios, además de colaborar con el Observatorio de Género de África y otras entidades similares.
El filme es importante porque, aunque las leyes en aquel país se cambiaron gracias al tesón y convicción de esta profesional y su equipo, siguen existiendo casi los mismos abusos que cuando Hirut sufrió su secuestro y violación.
“Hay pocas comisarías en las zonas rurales y los campesinos prefieren seguir con la tradición”, dice esta abogada refiriéndose a los motivos por los que sigue practicándose la tradición bárbara del "telefa", una costumbre que afecta todavía hoy al 40% de las adolescentes del país.
Así, una amplísima mayoría de chicas etíopes se suma a los espeluznantes datos que maneja el International Center for Research on Women (Centro Nacional de Investigación de la Mujer), según el cual una de cada nueve niñas es obligada a casarse antes de cumplir los quince años. Si continúa esta tendencia, los estudios hablan de la pavorosa cifra de 140 millones de niñas en todo el mundo que habrán sufrido esta práctica en 2020.
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