El bullicio internacional hormigueando ayer por el popular mercado de Camden, al norte de Londres, se movía ajeno e ignorante a la muerte de Amy Winehouse, que se estaba produciendo muy cerca del emporio y del canal de agua impotable que divide el recinto comercial. A las cuatro de la tarde varios coches policiales llegaron al domicilio de la cantante, hallada muerta poco antes. Tenía 27 años.
La Policía leyó un comunicado ayer por la noche para confirmar la muerte de la cantante, anunciada a media tarde a través de twitter por dos periodistas del Sunday Mirror. 'No se ha hecho ningún examen ni autopsia todavía, por lo que seguimos con las investigaciones sobre su muerte', explicó un agente del orden. 'Somos conscientes de que hay especulaciones sobre una sobredosis, pero pedimos respeto y privacidad para la familia y los amigos de AmyWinehouse', añadió.
A las cuatro de la tarde varios coches policiales llegaron a su domicilio
Winehouse no era la típica voz bonita que interpreta un límpido repertorio de canciones de jazz, como tantas otras artistas de radiofórmula. Su música comunicaba urgencia y peligro: sonaba a soul, pero por dentro vibraba la energía indómita y agreste del rock.
Lejos de cualquier artificio, la carrera de Winehouse presentaba el desorden propio de alguien que vive a velocidad de crucero, que no comprende cómo alguien le puede exigir pararse durante 'setenta días' porque, sencillamente, no los tiene, como cantó en Rehab. Sólo publicó dos discos, uno en 2003 y otro en 2006. Desde entonces, silencio. Un esquema muy alejado de la dinámica habitual de las compañías multinacionales (ella militaba en Universal).
Amy Winehouse era una figura frecuente en los pubs y los clubes de música de Camden. Allí acudía a escuchar el mismo jazz que oía por hábito paterno en su casa de Southgate,otro barrio en el norte de Londres. La semana pasada actuó inesperadamente enRoundhouse, el teatro y sala de música del popular barrio.
'Se especula con una sobredosis, pero pedimos respeto', dijo la Policía
Su padre, el ex taxista Mitchell Winehouse, partió ayer de Nueva York hacia Londres tras conocer la noticia del fallecimiento de su hija. A finales del 2007, Mitchell se fue a vivir con Amy para protegerla después de que se publicasen unas fotos de la cantante deambulando descalza, con la mirada perdida en el horizonte y tambaleándosepor Camden.
El acoso de la prensa sensacionalista a la frágil personalidad de Amy rebosó los límites de Mitchell y de su manager. Obtuvieron una orden de alejamiento que prohibía a una serie de fotógrafos acercarse a cien metros de la cantante o tomarle fotos en su casa o en la vivienda de familiares y amigos. Su madre, la farmacéutica Janis, ha sido también un apoyo para su hija y un consuelo a los problemas de esta con las drogas, el alcohol, la depresión y las alteraciones alimenticias.
En Camden, en ocasiones se subía espontáneamente a cantar en el escenario de los locales para sorpresa de los clientes. La presión de la fama y la popularidad la abatieron en más de una ocasión. Ingresó varias veces en los centros de la red clínica Priory para someterse a tratamientos de desintoxicación y rehabilitación. Junto a su hermano mayor, Alex, la cantante creció en una familia judía y en un barrio de gran influencia de judíos liberales. Cuando se independizó, se compró un piso en Camden a cuatro o cinco kilómetros de la casa familiar, pero en donde el ambiente es más cosmopolita que en Southgate.
No era la típica voz bonita: su música comunicaba urgencia y peligro
De pequeña, su padre era adicto a la música de Frank Sinatra que penetraba en toda la familia. Ella resultó una niña precoz con talento para la música y para encajar las melodías con las palabras. Como buenos judíos, en casa de los Winehouse convivían tres generaciones. Fue la abuela Cyntia la que sugirió que Amy, de nueve años de edad, acudiese a la Susi Earnshaw Theatre School para desarrollar su habilidad artística.
La muerte de la abuela a mediados del 2006, en otro de los períodos críticos y tristes de su corta vida, agudizó los problemas anímicos de la cantante. Entre el 2005 y el 2006, sumergida en la oscuridad de un túnel de estupefacientes y alcohol, escribió el disco Back to Black del que se vendieron diez millones de ejemplares.
La semana pasada actuó en Roundhouse, una sala de Camden
Amy no pudo estabilizar su vida musical ni pública. Tras varios años de relaciones con el técnico Blake Fielder-Civil, se casaron en Florida en el 2007. El matrimonio oscilada entre el amor y los arrebatos de violencia. El padre de Blake llamó al boicot de la música de su nuera; el padre de Amy declaró que Blake era una mala influencia en su hija.
Su vida era la materia prima de sus canciones. Era fácil indentificar a Blake, siete años mayor que ella, con el protagonista de Stronger than me: 'Deberías ser más fuerte que yo, / llevas aquí siete años más, / ¿no se supone que eres un hombre?'. Ese hombre era su marido, que en su día se jactó de que le había dado a conocer la cocaína y la heroína a Winehouse.
'Su muerte es una tragedia', escribió la esposa de Gordon Brown
Lo que se adivinaba como su retorno triunfal acabó en fracaso el mes pasado en Belgrado. El primer concierto de una gira de 12 provocó silbidos y gritos de rechazo de los 20.000 asistentes, que habían pagado 40 euros, ante una Amy incapaz de hilvanar su repertorio de costumbre. La gira se canceló tras el escándalo. Y ella cayó de nuevo en la desesperación.
El óbito resultó ayer ser la crónica de una muerte anunciada y, paradójicamente,inesperada. Una cascada de reacciones se sucedían en la BBC de propios y ajenos (desde Demi Moore a Lily Allen, pasando por sus productores Salaam Remi y Mark Ronson). Hasta Sarah Brown, esposa del ex primer ministro, Gordon Brown, escribió que la muerte de Amy 'es una noticia triste, era un gran talento, su muerte es una tragedia'.
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