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La primera película de la historia del cine pintada al óleo fotograma a fotograma fue Loving Vicent, un trabajo de D.K. Welchman y Hugh Welchman. Ganó en Annecy (festival de referencia del cine de animación), en los premios del Cine Europeo y estuvo a punto de conseguir un Oscar. Ahora, los directores repiten esta técnica en En nombre de la tierra, adaptación al cine de una novela emblemática de Polonia, Los campesinos, del Premio Nobel Władysław Reymont. La película representa de nuevo al país en la carrera por el Oscar.
Codicia, envidias, violencia, pobreza, trabajo duro y un profundo machismo conviven en esta historia, con la que los directores han querido rendir por fin justicia a uno de los personajes principales de la novela, el de Jagna. Estudiada en las escuelas católicas polacas como una mala mujer, una inmoral, los cineastas la presentan aquí como una joven con espíritu independiente -"No quiero dinero, debe haber algo más importante en la vida"- que, justamente por ello, se convierte en diana de odios y rencores. En nombre de la tierra, una película que resuena en el mundo de hoy, se ha convertido en un fenómenos en su país, donde más de un millón y medio de espectadores han ido a verla. Es la película más exitosa en Polonia desde la pandemia.
¿Cómo habla esta historia a la Polonia y Europa de hoy?
La fuerza de esta novela es la vida en una aldea campesina y me pareció que podía ocurrir en cualquier lugar y en cualquier momento. Pero no solo eso, me parece que los problemas que aborda son todavía actuales, son problemas con los que luchamos hoy en día, porque el autor nos muestra la condición humana, las buenas cosas de las personas y también la parte oscura de la gente normal, no de soldados o reyes. Es gente ordinaria de todos los días, así que pudo reconocer en estas personas los conflictos de mi propia familia.
Hay codicia, envidia, un machismo brutal…
Y las desigualdades entre hombres y mujeres; las mujeres condenadas por el patriarcado y sus reglas, donde las mujeres también se vuelven contra otras mujeres; el acoso […] Son cosas que todavía ocurren hoy en día. Así que nos pareció que esta novela subrayaba todas estas cuestiones y nos parecía que era buena también para mostrar a estas personas en la gran pantalla y preguntar si se reconocían en ellas ¿Cuánto hemos cambiado en 120 años?
¿Y cuánto cree que hemos cambiado?
Creo que hay menos violencia física, en el hogar, entre vecinos, pero no hemos cambiado en lo que se refiere a la violencia psicológica. Cuando leí esto en su momento, reconocía esos conflictos entre la gente y, con la pandemia, con la hiperinflación, con la guerra de Ucrania, con toda la incertidumbre financiera vi que la gente empezaba a comportarse de forma similar a la de los campesinos bajo presión del libro. Los campesinos de la novela llevan vidas duras, hay pobreza, hay violencia y la forma en la que responden a la presión que se les aplica es reconocible hoy cuando se dan circunstancias adversas o depresión.
En la novela Jagna es un personaje importante, pero ustedes han puesto el acento especialmente en ella, ¿por qué?
En las escuelas católicas de Polonia Jagna es una mala persona, se muestra como alguien inmoral
Mi mujer leyó este libro cuando tenía dieciséis años, como mucha gente en Polonia, y volvió a leerlo cuando tenía veintipico. Luego, mientras estaba pintando, estaba escuchando el audio de la novela y entonces fue cuando le llegó la historia de Jagna. Se identificó mucho con el personaje y le tocaron esas injusticias que mostraba la novela contra ella. Creo que hizo eco con su propia experiencia vital. Además, en las escuelas católicas de Polonia, cuando se enseña este libro, Jagna es una mala persona, se muestra como alguien inmoral. Mi mujer pensó que había que darle un enfoque nuevo.
El personaje en la película es el de una mujer que quiere ser independiente y libre
Sí, para mí, Jagna es el espíritu independiente y también es la que tiene una visión artística de la vida. Quiere saber qué ocurre fuera de su aldea, no cree que la vida sea solo algo material que se ciñe a la tierra. Son vidas difíciles y, evidentemente, todos entienden la importancia de lo material, la tierra, la comida, pero ella quiere algo más, algo más bello. Nosotros, como artistas, también nos sentimos atraídos por el personaje.
Las mujeres y hombres de esta historia son campesinos, personajes poco cuidados en el cine, ¿les interesaba este aspecto de forma especial?
Sí, mucho. El libro se escribió a principios del siglo XX y habla del siglo XIX, en una aldea polaca bajo la ocupación rusa. Y ganó el Premio Nobel hace 99 años. Mi mujer quería hacerlo como una película, pero le preocupaba que fuera demasiado polaco. Entonces me lo dio y me dijo que era importante para la cultura polaca. "¿Vives en Polonia? Pues, léelo". La verdad es que me voló la cabeza, me parecía que era el mejor libro que había leído sobre la condición campesina. Los campesinos son personas que normalmente no se abordan en la literatura ni en el cine, donde se habla más de la clase obrera o la aristocracia o la nueva clase media, pero esta gente es el esqueleto de toda la sociedad en todas partes desde hace 7.000 años. Si esto hubiese sido una novela británica que hubiera ganado el Nobel, habrían hecho diez películas o más. En España el referente sería El Quijote.
La película muestra esa vida en el campo, el trabajo duro y también las fiestas y las tradiciones. ¿Esas escenas pretende ser reflejo de la celebración de la vida?
El autor ama a sus personajes, además de mostrar sus partes oscuras, lo terrible que pueden ser, también ve cómo pueden comportarse de forma positiva y cómo pueden unirse para levantarse contra el hacendado. Y también hay momentos de celebración, en los que bailan y cantan, y nosotros asistimos a todas esas fiestas y esa energía. La historia es un ciclo vital, tienen que trabajar duro, pero también pueden tomarse el tiempo de la fiesta. La boda, por ejemplo, en la novela son dos capítulos, tres días de boda, y ahí el autor describe a todo el mundo, cómo bailan, cómo beben y cómo actúan. La energía y la creatividad de esas personas también se muestra, hacen sus propias vestimentas, están muy orgullosos de lo que visten, hacen su propia música, cantan sus propias canciones. Así que sí, llevan vidas duras, pero se expresan también como una comunidad.
En esa celebración de la boda hay mucha violencia….
"Los bailes son una forma de mostrar las relaciones de dominación y de poder en la sociedad"
En el libro hay mucha más violencia física, pero nosotros la rebajamos un poco y nos quedamos con el desafío de mostrar la violencia psicológica. En ese baile de la boda, los hombres manejan a Jagna como una muñeca, ella baila con los tres hombres más poderosos de la aldea y ellos son los que controlan la forma de bailar. Es el microcosmos de toda la película. La forma en la que tratan a Jagna, que la lanzan de un lado a otro, cómo muestran su poder, cómo la utilizan para mostrar su poder. Es una forma de mostrar también las relaciones de dominación y de poder en la sociedad. Queríamos que los bailes contasen parte de la historia.
Hablando de bailes, la música ocupa un lugar destacado en la película, ¿por qué era tan importante?
Queríamos que hubiese esa parte de misticismo eslavo que cada vez, de hecho, es más popular en Europa oriental. También nos inspiraba la música folk polaca. Desde el principio sabíamos que la música iba a ser una parte muy importante de la película, pero no sabíamos hasta qué punto iba a jugar un papel tan importante. La música la ha hecho un amigo, Lukasz Rostowski, que viene del rap y de dirigir una orquesta de vientos, y nunca había hecho una película antes. Aunque es conocido sobre todo como artista rap, le encanta la historia polaca y también le interesaba mucho desde el punto de vista intelectual la música folk polaca. Además, le gusta mucho contar historias. Quiso empezar definiendo el estilo de la música con nosotros y luego siguió trabajando durante tres años, tiempo en el que evolucionó mucho.
¿Qué es lo que aporta una animación tan artística a esta historia?
Loving Vincent llevó dos horas y medias para cada cuadro, aquí fueron cinco horas. Realmente hay que creer que se puede hacer una película mejor con óleo que con actores o con otro estilo de animación, si no, no merece la pena. Era lo mejor, porque Reymont es un autor del nuevo movimiento polaco de su momento, en el que también había pintura, escultura, poesía. Sus descripciones son casi como cuadros. Cuando lo lees, lo ves como un lienzo. Por esa razón, parece muy apropiado hacerlo así. Los personajes son más grandes que la vida, son arquetipos, y me parece que eso lo muestra mejor el óleo que unos actores. Así que nos parecía que no haría justicia al trabajo de Reymont hacer una película documental, una cosa real sobre los campesinos. Requería mostrar mucho más la belleza, por supuesto también la parte oscura y la violencia, pero también esa parte más de epifanía. Cuando pensamos en los campesinos del siglo XIX, lo primero que nos viene a la mente no es en blanco y negro, es en color, es la pintura de ese siglo. Para mí son los realistas franceses, Millet, los ingleses serían los prerrafaelistas que pintaban aldeas… Es un movimiento en toda Europa, desde Rusia hasta Portugal y también en Norteamérica.
La película representa a Polonia en los Oscar y ya es una de las más taquilleras del país
Hace seis semanas se estrenó en Polonia y hasta ahora han ido 1,5 millones de espectadores a verla, lo que la convierte en la película polaca número uno desde la pandemia. Ha sido una sensación en Polonia. Muchas personas pensaban que era algo muy dramático, un rollo como cuando eras pequeño y tenías que leer el libro, pero la gente salió diciendo que era una película de acción, llena de problemas y de sexo y de baile… El boca a boca funciona muy bien. Y la música, también, es algo que de mucho impacto. La gente ha hecho remezclas de la música, que ha sido número uno en Spotify en Polonia durante una semana. Hay mujeres que se han vestido como Jagna y han hecho bailes que luego han subido a redes sociales. Es fantástico. Y las ventas del libro, porque hicimos una nueva versión polaca con los óleos de la película, ha vendido ya miles de copias. Es Islandia, que es el segundo país en el que se ha estrenado, ha funcionado el doble de bien que Loving Vincent.
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