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Un tío está colgado a punto de caer a un precipicio y pide ayuda a gritos. Le contesta Dios, que le ofrece unos ángeles para salvarle. “Bien, pero… ¿hay alguien más?”. Eugenio Jofra —de nombre artístico, Eugenio—, se convirtió en uno de los humoristas estrella de finales de los 70, 80 y 90 en España.
En medio del agitado clima político que vivía el país, sus chistes, aparentemente blancos, retrataron a una sociedad que no era tan católica como el franquismo proclamaba, que vivía mucho más apegada a la tierra de lo que la dictadura y sus ansias patrióticas y sagradas sugerían y que tenía unas ganas enormes de reírse.
“Creo que era una persona poco implicada en política. Un hombre que accidentalmente cayó en el humor, pero no era su terreno”, dice el cineasta y escritor David Trueba, que ahora recupera desde el cine la figura de Eugenio en la película Saben aquell. Con una impresionante interpretación del actor David Verdaguer, el filme cuenta la historia de un “payaso triste”, un tipo que se hizo humorista por amor y por casualidad, y triunfó a lo grande en los años dorados del humor en España.
Actuaban en hoteles, salas de fiesta, bares oscuros con un pequeño escenario... Algunos programas de radio y la televisión acogieron a estos humoristas, todavía pendientes de la aprobación de la censura, aunque sobradamente talentosos para burlarla.
Gila, insuperable, salía a un escenario con una motocicleta desmontada en pleno franquismo y parado frente al público: “Para serles ‘franco’, esto no hay quien lo arregle”. Tip y Coll amenazaban en televisión en 1977: “La semana que viene… hablaremos del Gobierno”. Eugenio seguía otras sendas: las de la rutina, los conflictos de pareja, la familia, muchas veces el absurdo…En catalán y en castellano
“Hacía un humor muy absurdo, a veces con juegos de palabras”, dice David Trueba, que reconoce: “Para mí el cómico es Gila. Y le rendimos homenaje en la película. También era el cómico favorito de Eugenio. Pero claro, Gila era de esos cómicos que tenían que presentar a censura el guion y lo de Eugenio era más improvisado, era de los que llegaron tras la muerte de Franco, que ya no pasaban por la censura. Se hacían los espectáculos en directo, podían subir al escenario y por fin podían hacer un poco lo que quisieran. Eso es un cambio brutal”.David Trueba y David Verdaguer en el Festival de San Sebastián Pablo Gómez / Festival de San Sebastián.
“Tenía un control increíble de las palabras, decía la palabra justa”, añade el cineasta, que confiesa que en el rodaje de la película, cuando cambiaban alguna palabra de los chistes de Eugenio, estos no funcionaban. “Y una de las cosas que hacía era la integración del catalán con el castellano. ¡Se echa tanto de menos que alguien tenga esa naturalidad de reunir los dos! Cuando decía ‘saben aquel’, es el ‘saben’ de la gente en catalán y el ‘aquel’ en castellano. Era una llamada a entendernos. Ahora, al revés, lo que hacen es lo contrario, utilizar el lenguaje para separarnos y decirnos que es imposible que un castellano hable catalán, que un castellano entienda el catalán”.
Una de las cosas que el humorista pretendía era la integración del catalán con el castellano. Ahora, utilizan el lenguaje para separarnos
La palabra justa, la pausa trabajada, el silencio necesario. “Cuando ustedes van al trabajo ¿empiezan a trabajar enseguida? ¿verdad que no?, pues yo, igual”, decía, escondido tras unas gafas oscuras, fumando un cigarrillo, después de unos segundos callado mirando directamente al público. Espectadores ansiosos que antes de que Eugenio hubiera abierto la boca habían estallado en carcajadas nerviosas justamente provocadas por ese silencio.Humor de reivindicación y lucha
“Esta película comienza con un gran silencio, Eugenio sale y hace un silencio muy largo y en ese silencio muy largo cuentas cosas. Es un silencio que habla mucho, que dice muchas cosas. David Verdaguer dice que esta película transcurre en un silencio. Totalmente, yo creo que Eugenio dominaba muy bien el ritmo, los espacios y el silencio. No puede haber música sin silencio, ni humor sin pausa y sin silencio. Yo creo que nos hacen falta pausas para pensar qué queremos hacer”.
Pausas para hacer un humor necesario, porque el humor es “uno de los escudos protectores del absurdo de la vida, del poder de la desgracia”, dice Trueba, que augura que “va a venir del mundo árabe una ola de humoristas musulmanes increíble”. Una convicción sustentada en la misma historia del humor, que se ha revelado como una de las herramientas más eficaces para reinyectar humanidad al planeta, “siempre ha sido así”.
El humor es una de las herramientas más eficaces para reinyectar humanidad al planeta. Va a venir del mundo árabe una ola de humoristas musulmanes increíble
“Los judíos, durante los años en que fueron el pueblo más perseguido de Europa, fueron capaces de crear el mejor humor, reconocible en todo el mundo. Hasta que no hicieron humor sobre ellos mismos no superaron la frustración que sentían. El humor negro en Estados Unidos hecho por afroamericanos es súper potente, les ha servido para salir de la frustración y del gueto. Y en el futuro seguramente lo va a haber también en otros sitios. Cuando el humor no se hace para humillar al débil, que es su expresión más asquerosa, cuando es un humor de reivindicación, de lucha y que no traga con nada sagrado, es algo muy sano”.Humoristas tristes
Humor para reírse en tiempos difíciles. Así, vestido de negro de pies a cabeza —en una entrevista le preguntaron por qué y contesto: “Yo de pequeño quería ser túnel”—, Eugenio, en palabras de David Trueba, “ponía oscuridad a su humor. Como era un personaje tan serio, daba a todos los chistes una pátina de oscuridad”, y también de tristeza. “¿Por qué los humoristas son siempre tan tristes?”, se pregunta un personaje al comienzo de la película.
“Son tristes porque no tienen ocasión de reírse. Ellos arrastran las mismas tristezas que cualquier ser humano, pero es que además a las nueve se tienen que subir a un escenario a hacer reír a los demás. Creo que profesionalizan el humor. Yo tengo algún amigo que se dedica a esto y vas a ver una película muy divertida con él, que está sentado a tu lado, y ni pestañea. Cuando pregunto: ‘¿Qué pasa, no te ha gustado la película?’, me dice: ‘Me ha encantado’, pero no se ha reído en ningún momento. Para ellos, el humor es un oficio”.Carolina Yuste y David Verdaguer, en una secuencia de la película (Warner). Pablo Gómez / Festival de San Sebastián.
Un oficio al que Eugenio llegó desde el taller de relojería en el que trabajaba y después del dúo musical, Els Dos, en el que actuaba con su mujer, Conchita Alcaide (interpretada por Carolina Yuste en la película). Ella era el amor de su vida y la razón por la que se convirtió en humorista. En una ausencia obligada de esta, Eugenio subió solo al escenario y contó chistes, el público se desternilló de risa y ahí comenzó una carrera imparable. La grabación de sus actuaciones en casetes que se vendían en gasolineras —en muy poco tiempo vendió más de un millón—. Y de esto, directamente a la televisión y a la fama.
Y a las actuaciones fuera de España. Su fama se extendió, la gente no dejaba de reírse y sigue haciéndolo hoy, con miles de seguidores todavía. Fans de Eugenio que descubrieron, en su día, la ironía total que dominaba —“Nada de chistes militares”, soltó delante de Pinochet en 1981, en una actuación en el Casino Viña del Mar— y que ahora, con la película, descubrirán espectadores más jóvenes.
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