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Actualizado:Alega el periodista José Yoldi (Donostia, 1954) que él escribe para pasar el rato, sin ningún tipo de ínfula. Un pasatiempo que le ha llevado a publicar su segunda novela —La noche perdida— y a tramar ya una tercera. "Estoy entretenido con mis libritos y mis tonterías", confiesa este avezado periodista con modestia y marcado acento del norte. Pero que la sobriedad con la que habla de su obra no lleve a engaño, sus novelas son trepidantes e inquietantes como muchos de aquellos casos que en su día le tocó cubrir. Liberado ya del rigor periodístico, Yoldi ficciona en La noche perdida (Editorial Mong) el caso Bardellino, un thriller trepidante en el que la reportera Paz Guerra persigue un clan mafioso que no duda en recurrir a la violencia para defenderse.
¿En qué caso se inspira 'La noche perdida'?
He mezclado varios pero el principal es el caso Bardellino, que ocurrió allá por el 85 y en el que destaca la figura de Pupetta Maresca, la mujer por aquel entonces más poderosa de la Camorra napolitana. En ella se inspira el personaje de Giuletta Mazzarella, que bautizo en la novela como La Bambola. Yo cubrí la parte jurídica del caso llegando incluso a entrevistarme con el lugarteniente en la cárcel...
Y qué hay de Paz Guerra... Ese oxímoron que se saca de la manga y que bautiza a la reportera que se encarga de investigar el caso.
Este personaje es una mezcla de cuatro mujeres con las que he compartido labor periodística. Cuatro colegas entrañables con una lengua viperina como pocas... He utilizado algunos de sus rasgos físicos y psicológicos para perfilar a la reportera. Obviamente también he puesto un poco de mí mismo.
Relata en esta novela el lado oscuro de la Justicia, un trasfondo que conoce bien y que no deja de proporcionar titulares... Lentitud, tráfico de influencias, parcialidad...
La gran lacra de la Justicia es ver cómo se nombran los cargos judiciales. Entiendo que hay jueces de a pie que tratan de hacer su trabajo de la mejor manera posible. Pero desde el momento en que ciertos jueces son elegidos de forma discrecional, suceden cosas extrañas como que no se investiguen asuntos como los sms de Rajoy a Bárcenas o los apuntes de éste en los que aparece el Presidente. Son decisiones inaceptables que en cualquier lugar del mundo serían investigadas pero que en España ningún magistrado se atreve a plantearlo ya que su carrera se vería afectada.
¿Siempre fue así?
Hubo un tiempo en el que había un criterio basado en los méritos y capacidades, de tal forma que se elegía a los magistrados con más currículum. Después se pasó a elegir al mejor de mis amigos y ya finalmente hemos llegado a un punto en el que se elige al más amigo de mis amigos. Pero lo más fascinante es que lo hacen con toda la desfachatez del mundo... Cómo te explicas que antes del nombramiento de los veinte jueces que se supone tienen que elegir al que les va a presidir, los medios ya estén publicando el nombre del nuevo presidente. La lacra de la Justicia es que es como si cambiáramos cromos.
Jueces corruptos, mafia italiana, guardias civiles con conexiones con el narco... No se salva nadie, y en cambio es el periodista el encargado de pelear la verdad contra viento y marea. ¿No cree que mitifica la profesión?
Soy consciente de las miserias del periodismo, sin ir más lejos en mis últimos años me he dedicado a hacer de apagafuegos... Creo que hay ciertos personajes que no tienen ningún escrúpulo en mentir y por eso entiendo que deberíamos denunciar estas prácticas alto y claro, pero bueno... Yo ya estoy jubilado, ahora os toca a vosotros.
¿Qué fue de aquello del cuarto poder?
Yo conseguí echar al Presidente del Tribunal Supremo, algo que en doscientos años de la institución nadie había conseguido. Lo que ocurre es que obviamente muchas fuentes tienen, a su vez, fuentes dentro del periódico y puedes acabar poniendo en un brete a algún alto cargo. No es fácil sacar exclusivas, lo pude comprobar, por ejemplo, con el caso Dívar...
Condenado a los faldones...
Yo sacaba exclusivas y me daban faldones... Y es que Gallardón, que tenía fuentes en el periódico, no quería que nos cargáramos a Dívar.
¿Hasta qué punto el estilo aséptico y sin adornos del periodismo le supone un lastre a la hora de narrar?
Creo que mi forma de narrar es muy cinematográfica, en el sentido de que sitúo primero la escena y luego empiezo a narrar. Si te fijas, mis novelas son más bien una sucesión de escenas, parto de esas secuencias y dependiendo de cómo vayan las cosas tiro hacia un lado u otro.
¿Considera el thriller un buen vehículo para la denuncia social?
Sin duda, creo que tiene la capacidad de hacerlo más digerible. A fin de cuentas la denuncia por la denuncia está muy bien, pero si tienes en tu mano hacerla más digerible es mucho mejor.
¿Qué le ofrece la novela negra que no le ofrece el periodismo?
Dinero por supuesto que no, yo tenía un sueldo estupendo como periodista, aunque creo que los buenos sueldos en el periodismo han pasado a la historia. Fue una seguidora de mis artículos en El País quien me insistió a que me pusiera a escribir una novela. Un día en la playa decidí meterme en harina y ya llevo dos libros publicados... y preparando el tercero.
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