Madrid
Actualizado:Se fue Javier Marías a los 70 años de edad. Se fue uno de los baluartes de nuestra literatura. Dueño de una voz narrativa que incomoda y alumbra. Más de cinco décadas dedicado a la escritura –se estrenó con apenas 19 años– que dejan una trayectoria literaria sin concesiones, que busca entre lo sabido y lo callado, entre la luz y la sombra, siempre a tientas, pero siempre con paso firme.
La voz de Marías, la otra, la más menesterosa, la que fue diseminando en artículos y colaboraciones es la de un hombre que se da de bruces con una realidad que le es ajena. Fue así como junto a la voz del gran literato emergió la del columnista irritable, una suerte de llanero solitario implacable con los tiempos modernos.
Y es que el autor le plantó cara al puro artificio, lo hizo sin tregua, guardián de unas esencias que creía perdidas en la literatura. "Parece que, sólo con saber leer y escribir, cualquiera puede ser novelista", esgrimió sin inmutarse al ser cuestionado por la actualidad literaria de nuestro país.
Marías consiguió lo más complejo, lo que sólo consiguen los grandes narradores con visos de perdurar en el tiempo, a saber; una poética propia. De esa inconfundible cadencia suya, de esa cosa tan difusa que algunos llaman estilo, Marías fue destilando un territorio propio, una idea del mundo y un lugar que habitar durante cientos de páginas.
Autor de dieciséis novelas, además de libros de ensayos, relatos y cientos de columnas, sus obras se han publicado en cuarenta y seis lenguas y en cincuenta y nueve países, con casi nueve millones de ejemplares vendidos. Un corpus al alcance de muy pocos que inició en el 71 con Los dominios del lobo, bajo el auspicio de Juan Benet.
Le siguieron Travesías del horizonte (1972), El monarca del tiempo, El siglo (1983), El hombre sentimental, galardonada con el Premio Herralde en 2000 y con el Ennio Flaiano, o Todas las almas, Premio Ciudad de Barcelona y finalista del Médicis. Pero la consagración llegó con Corazón tan blanco (1993), considerada por algunos críticos como una obra maestra y convertida en un clásico contemporáneo.
Una trascendencia ante la que el novelista siempre se mostró descreído. "Pensar en la posteridad por parte de un escritor es ridículo y, cuanto más tiempo pasa, más ridícula es esa idea", llegó a decir. En efecto, una "idea ridícula" que, en el caso de Marías y su literatura, adopta tintes proféticos, pues no es descartable que sus libros nos sigan interpelando en el futuro tal y como lo hacen ahora.
A mediados de agosto, la familia del escritor distribuyó una breve misiva a través del departamento de prensa de Penguin Random House. La nota explicaba que el autor de Todas las almas estaba "en proceso de recuperación" de la afección pulmonar que le aquejaba. Pero no fue así. Marías se ha ido yendo estas semanas. Como si él mismo lo hubiera escrito: "Todo viaja lentamente hacia su difuminación en medio de nuestras aceleraciones inútiles y nuestros retrasos ficticios, y sólo la última vez es la última".
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