MADRID
Quentin Dupieux, el rey de la comedia del absurdo en Francia, se ha puesto serio a carcajada limpia. En Increíble pero cierto, el cineasta galo más gamberro, más divertido y, sin ninguna duda, más libre de los últimos decenios, se ha marcado una historia de la obsesión por la eterna juventud y del miedo a envejecer. Eso sí, todo desde una situación y con unos personajes, como siempre, imposibles, inverosímiles y muy muy cómicos.
"Nos preocupa que piense que estamos locos si se lo contamos". Una pareja quiere hacer una consulta a un médico, pero ésta es tan extravagante que no se atreven del todo a soltarla. Alrededor de cincuenta años, acaban de comprarse una casa dentro de la que hay un túnel del tiempo. Este conducto lleva a un sótano que es, en realidad, la misma casa. Después de un tiempo viviendo allí, acuden inquietos a preguntar al doctor. Ha vuelto Dupieux.
Naturalidad insensata
Nadie, en una película de este director, esperará que tal disparate tenga en ningún momento una explicación. En el cine de este genio del humor, el espectador, irracional pero inmediatamente, se instala en el mundo del absurdo con una naturalidad, finalmente tan insensata como cualquier premisa de sus historias. Y ésta no es la única pista disparatada de la película.
"Esta es una película sobre una máquina del tiempo", dijo Dupieux en el estreno en el Festival de Berlín de Increíble pero cierto. Es y no es verdad. Los personajes, especialmente uno, viajan en el tiempo, pero ésta es, sobre todo, una historia sobre algunas de las inquietudes más estúpidas y, para este cineasta, ridículas de la sociedad de hoy.
Un mundo enfermo
Una mujer de mediana edad que quiere ser una modelo sexy y joven y un tipo enajenado con el espejismo del pene perfecto son suficientes para describir el esperpento en que nos estamos convirtiendo. No le hace falta a Dupieux nada más que la posibilidad de viajar hacia atrás en el tiempo o la invención de un pene electrónico que se maneja con el móvil para retratar la banalidad de este tiempo.
El consumo de Viagra aumenta en el mundo, en este mundo en el que, en palabras del cineasta, "envejecer significa para muchos hombres que no funcionan en la cama". Mujeres sometidas a una presión social infernal, que lleva a "chicas jóvenes en Instagram, que básicamente son todavía niñas, tratando de ser sexys". Implantes de cabello, adicción a las operaciones de cirugía estética… "Todo esto me hace sentir muy mal y cuando lo veo, pienso que el mundo está enfermo de verdad", dijo en Berlín.
Películas estúpidas
Así, sin dar la espalda a la comedia del absurdo y sin renunciar a la libertad de plantear la primera situación loca que se le pasa por la cabeza y perseguirla para saber qué sale de ella, el cineasta se pone serio y reconoce que esta vez su película la ve "más profunda de lo habitual, pero sigue siendo una comedia". Una dolorosa confesión para un tipo que repite como un mantra, película tras película -y ya son diez- que le encantaría "rodar solo películas estúpidas".
Deseo que volvió a verbalizar tras el Festival de Sitges, donde ha ganado de nuevo con esta película el premio al mejor guion -ya lo había conseguido en 2018 con Bajo arresto y ha repetido galardón con su más reciente trabajo, Fumar provoca tos-, y que no se contradice con su anhelo de simple y pura diversión. Una pretensión hecha realidad gracias a la complicidad de los protagonistas de Increíble pero cierto, sobre todo de un Benoît Magime entregadísimo a un personaje patético con el que ha construido el papel más cómico de toda su carrera. Con él, en la película se encuentran Alain Chabat, Léa Drucker y Anaïs Demoustier.
"Nada de esto es importante"
Todos ellos, hechizados por la magia del disparate Dupieux, se rinden a la lógica ilógica de este cineasta y de sus historias, plagadas de personajes inverosímiles y fabulosos. Alain, Marie, Gérard y Jeanne, protagonistas de esta película, se sumergen en un mundo que ha crecido con neumáticos asesinos con poderes telequinéticos, moscas gigantes que se pueden domesticar, cocineros con trajes de rata, policías locos, chaquetas con flecos y con poderes sobrenaturales, tortugas demoniacas o justicieros de "las fuerzas del tabaco" de retiro espiritual.
"Sinceramente, creo que todas estas películas no son importantes", dice Quentin Dupieux, que desde su filosofía de un cine libre, desde la consciencia de que "nada de esto es importante", ha conseguido una legión de incondicionales absolutamente leales y apasionados. No es para menos para un creador que es excepción, que jamás en toda su vida se ha tomado a sí mismo en serio y que, sin embargo, es uno de los nombres más serios, coherentes y dignos de la comedia francesa de hoy.
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