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La noche de los miércoles será la de El final del camino en Televisión Española. La cadena pública ha presentado a los medios, un día antes del estreno en abierto, su nueva producción. Con la Galicia de finales del siglo XI como telón de fondo, cuenta las aventuras y desventuras de los hermanos Catoira, tres jóvenes a los que un ataque sarraceno dejó huérfanos y una década después se encuentran formando parte de una trama de espionaje, traición y política en una época convulsa para España.
Carlos Carballo, director de Voz Audiovisual (productora junto a RTVE de El final del camino), destacaba en la presentación que esta “es una historia que creíamos que merecía ser contada. Es nuestra historia”. Tanto Carballo como Fernando López Puig, director del Área de Cine y Ficción de TVE, coincidieron en señalar ese componente de aventura y acción con el que cuenta la serie y del que se imbuye todo el piloto.
En ese primer episodio que se estrena esta noche, a partir de las 22:40 horas en TVE, se presenta a gran parte de los personajes que intervendrán en la trama, que son muchos. El conductor, por decirlo así, es Gonzalo (Antonio Velázquez). Él es el mayor de los tres hermanos Catoira, un hombre justo y leal casado con la boticaria de Compostela, Elvira (Begoña Maestre). Además, cuida de cerca de su hermano pequeño Esteban (Guillermo Barrientos), que trabaja como constructor en la futura catedral de Santiago. El tercer hermano es Pedro (Javier Rey), secuestrado en aquel ataque sarraceno y que reaparece como prisionero cristiano en una Toledo sitiada.
Gonzalo es un hombre de familia y un soldado al servicio del señor de la comarca, Diego Peláez, al que Juan Fernández, actor que le da vida, definía en la rueda de prensa como “un señor de la época que está tranquilamente en su casa hasta que vienen a tocarle las narices y entonces responde como un señor de la época”. Quien le toca las narices es nada más y nada menos que el rey Alfonso VI (Asier Etxeandia) con la inestimable ayuda de su esposa, Constanza de Borgoña (Cristina Castaño). Y la respuesta, claro, violenta.
Ficción e historia se entremezclan en El final del camino con mayor o menor fortuna. Algunos de los implicados en el proyecto han puesto de manifiesto que uno de los principales problemas con los que se han encontrado en este rodaje ha sido la falta de documentación sobre la época. “Ni siquiera los historiadores sabían darnos respuesta”, explicaba Etxeandia, quien interpreta a uno de los muchos personajes reales y que durante el proceso de preparación para el papel se encontró con que dependiendo de la fuente consultada Alfonso VI era visto de una forma u otra.
Un amplio reparto, mucha acción y agujeros de guión
Rodada en Galicia, esta coproducción de RTVE y Voz Audiovisual, ha tenido que recurrir a efectos digitales para recrear muchos de los escenarios, principalmente porque pocos se conservan como estaban en el siglo XI, y eso se nota, demasiado, en la pantalla. Como, por ejemplo, en esos planos generales de un Toledo digital. La serie es ambiciosa, cuenta con un reparto multitudinario plagado de caras conocidas de la pequeña pantalla y con una puesta en escena arriesgada. Con mucha acción, las batallas y peleas están rodadas en planos cortos centrando el foco de atención en el cuerpo a cuerpo de sus protagonistas y con una cámara en movimiento que parece un soldado más implicado en el combate.
El primer episodio aúna todos esos ingredientes como “la lucha, la acción y la aventura” que destacaba Puig y esos “sentimientos, pasiones, amores y traiciones” que Carballo señalaba como necesarios para enganchar a la audiencia. Tiene todo eso, sí, pero tropieza una y otra vez con las mismas piedras: dar por sentado cosas que el espectador no tiene otra manera de saber si no se le cuentan o muestran y un serio problema con las elipsis temporales. Algunos personajes se trasladan de un lado a otro de la acción sin saber muy bien cómo, sin que se explique, sin que cuadren los tiempos.
Quizá esto sea consecuencia de manejar tantos personajes y tramas en un solo episodio. En ese afán por presentar el máximo posible en un único capítulo, y eso que dura los 70 minutos de rigor de una producción española, se descuidan otros aspectos que dejan al descubierto unos agujeros de guión, narrativa y desarrollo que deberían taparse de cara a los siete episodios restantes para que la ambición que demuestra El final del camino se traduzca en una calidad superior.
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