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“Vivimos rodeados de estafadores, los tenemos por todas partes”. La situación que vivía el mundo antes de la gran crisis de 2008 y la deplorable realidad que ha soportado España de estafas, desfalcos, robos y mentiras constantes son el marco perfecto para contar una fábula moral de la codicia, un cuento de trampas y tramposos que Daniel Monzón ha rodado, en Yucatán, a bordo de un crucero sobre el Atlántico.
Comedia y musical, realidad y retrato ácido, la película está protagonizada por dos estafadores, Lucas y Clayderman, interpretados por Luis Tosar y Rodrigo de la Serna, y un panadero de Aluche (Joan Pera) al que le han tocado 160 millones de euros en el Euromillón.
Todos viajan de España a Yucatán con parada en Marruecos, conviviendo con parejas, familias, un elenco de artistas, solteros… un grupo infectado por el poderoso virus de la codicia.
¿La avaricia rompe el saco?
Sí. Yucatán es una fábula moral. Pienso en Capra, en Vive como quieras, que el título original es You Can't Take it With You (no puedes llevarlo contigo). Esta es una fábula sobre la codicia. La historia de la película termina cuando empezó la gran crisis económica.
¿Y por qué una película de estafadores?
Porque vivimos rodeados de estafadores, los tenemos por todas partes, y hemos llegado hasta aquí por la enfermedad de la codicia. Estos estafadores llegan a extremos muy reprobables, pero la realidad es que si eres un estafador siempre habrá alguien por encima que te va a estafar a ti.
¿El panadero de Aluche representa a todos los españoles normales?
Así es. Como toda película de tramposos, esta también tiene trampas. Tardas un rato en darte cuenta de que el protagonista es el panadero de Aluche. Es la víctima perfecta para una película de estafadores, un panadero que ha ganado 160 millones en el Euromillón. Como decía Hitchcock, un personaje normal en una situación excepcional.
A él, el dinero no le da la felicidad.
Eso de que el dinero da la felicidad… bueno, según y cómo se mire también te puede poner la vida del revés. Es verdad lo que dice el personaje, nueve de cada diez personas que han ganado grandes sumas de dinero terminan asesinadas, arruinadas o en la cárcel. Así que el dinero puede ser el infierno. Todo lo que cuenta la película es plausible.
Pues la mayoría de los personajes están cegados por el dinero…
Todo es una gran farsa a cuenta de la gran enfermedad de la codicia, es una enfermedad moral, se te mete el virus dentro y te transforma en otra persona. Y tus actos hacen que el resto de la gente viva mucho peor por culpa de tu ambición.
Usted no se ha quedado en los estafadores ajenos, ha metido en el mismo saco a la familia, ¿eso es peor porque hace más daño?
Por eso ahí hay una mirada más negra, pero realista. A cuenta de una herencia, en las familias se matan, se enemistan por completo… Esta es una historia de cómo la codicia te convierte en otra persona. Y está contado desde la comedia clásica, pero también desde la comedia arrabalera, más cercana y popular, con esa cosa berlanguiana tan vitriólica, de verdad. Todo es parte de esta fábula moral.
¿La elección del humor es para soportar tanta mentira?
De alguna manera, sí. Por otro lado, yo no concibo la vida sin humor. La comedia es un género muy denostado entre la crítica, pero te permite hablar del ser humano. Como decía Bernard Shaw: si quieres hacer hablar a alguien, hazle reír. Después de Celda 211 y de El Niño, el cuerpo me pedía comedia, tenía el cuerpo de una cosa más ligera. Y esta película está rodada en un crucero, con localizaciones exóticas.
¿Y qué le llevó a embarcarse en un crucero?
Uno de los productores, Javier Ugarte, me insistía mucho en que el mundo de los cruceros me iba a interesar, así que nos subimos a un barco Jorge Guerricaechevarría (coguionista) y yo y cruzamos el Atlántico. Tomé conciencia de la espectacularidad y de la magnitud de esos barcos por fuera, por dentro es felliniano. Hay una conjunción insólita de seres humanos en una convivencia imposible. Hay abuelos bailando boleros, estudiantes de viaje de fin de curso, solteros que buscan a otros solteros, distintas nacionalidades, gente muy rica y gente humilde… y todos apiñados, juntos e interactuando. Esa conjunción de mundos es oro para la comedia.
Hablando de conjunciones, ¿la película es una conjunción de géneros?
Sí. También hay conjunción de géneros, es un musical clásico, lucido y curioso, es cine de aventuras, hay drama… y es una comedia clásica, una comedia de personajes, no es una concatenación de gags. Tiene tonos de humor de muchos tipos y personajes en los que he tratado de buscar toda la verdad. Hay unos protagonistas, pero el entorno de secundarios es esencial en la comedia.
Ha apostado por llevar al extremo personajes y situaciones, ¿con qué intención?
El personaje de Rodrigo de la Serna, Clayderman, el pianista de la orquesta, dice al principio a los pasajeros: “Bienvenidos a esta burbuja de entretenimiento y diversión”. Es una invitación que se hace a los pasajeros y al mismo tiempo a los espectadores de la película. La intención era crear esa burbuja que hiciera disfrutar, aunque también te hiciera pensar y sentir. La comedia tiene que ser un regalo para el público. Es una justa correspondencia a todo lo que me han dado las comedias a mí.
Los personajes femeninos parecen que desarrollan algún antivirus contra la codicia…
Cada personaje se enfrenta a un dilema moral de una manera. Los personajes femeninos toman otras determinaciones, es verdad, y están más acordes a lo que pienso yo mismo. Pero esta no es una película que de ninguna lección. Es una película moral, pero no moralista.
Una vez más, se reúnen usted y Luis Tosar…
Con Luis Tosar sé que voy a tener al público enganchado. Si tiene la enorme fortuna de tener a un actor como Luis, uno de los mejores del mundo, dispuesto a embarcarse contigo en cualquier aventura, sería muy necio no aprovecharlo.
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