madrid
En Peshawar, dos chicas fueron asesinadas por su propio padre, porque éste sospechó que tenían novios. Ocurrió hace un año. Un par de meses antes, un consejo de aldea del distrito de Multan ordenó y llevó a cabo la violación de una adolescente en ‘venganza’ por un delito presuntamente cometido por su hermano. Hace unos días, un grupo integrista atacó escuelas para niñas en una campaña para que éstas no vayan a la escuela.
Matrimonios forzados, violaciones impunes y asesinatos cometidos bajo la abominable excusa del ‘honor’, palizas, secuestros… La violencia contra mujeres y niñas es hoy el pan de cada día en Pakistán.
Aunque han pasado casi treinta años, la angustiosa experiencia que vivió la cineasta Iram Haq en su adolescencia, y que ahora cuenta en su película El viaje de Nisha, sigue siendo la realidad de la mujer pakistaní del siglo XXI. Nacida en Noruega, con catorce años fue secuestrada por sus propios padres y enviada a Pakistán. Tras un año y medio de terror, regresó a Europa, donde pudo escapar de su familia. Después de 25 años sin hablar con su padre, volvió a hacerlo cuando éste estaba a punto de morir. Fue un reencuentro que la permitió contar una historia que llevaba escrita mucho tiempo.
El abismo cultural
“Cuando tenía 14 años, fui forzada por mis padres a vivir en Pakistán durante un año y medio. He esperado hasta que me he sentido preparada como directora y persona para contar esta historia de una manera inteligente y prudente”, explica la cineasta, que en muchas de sus entrevistas subraya su intención de no hacer aparecer a su personaje protagonista como una simple víctima ni tratar a los padres como unos villanos. “Quería contar una historia de amor imposible entre padres e hija, una que no puede tener un final feliz mientras la brecha entre estas dos culturas sea tan grande”.
Protagonizada por la joven actriz Maria Mozhdah y el veterano intérprete indio Adil Hussain, la película de Iram Haq es absolutamente asfixiante. Nisha vive la vida normal de una chica noruega de dieciséis años con sus amigos y la opresiva rutina de una joven pakistaní cuando está con su familia. Cuando su padre la encuentra besándose con su novio, la secuestra y la lleva a vivir a Pakistán con la familia de su hermana. El anzuelo lo pone su madre y la fuerza y control, su hermano mayor.
Vendiendo a su hija
Poco a poco, las puertas se van cerrando en la vida de Nisha. La situación se va tornando densa y angustiosa, la tensión es sofocante, soportar algunas escenas de la película es realmente duro y, a pesar de ello, o precisamente por eso, la empatía con el personaje crece y su propio deseo de huir para conquistar la libertad, para vivir, se contagia poderosamente al espectador.
Esos padres están vendiendo a una joven esclava
Cada día escuchamos las cifras de muertes, violaciones, matrimonios forzados... y la repetición empieza a ser aliada de la anestesia social. Con El viaje de Nisha, Iram Haq consigue romper ese siniestro encantamiento. La solución al ‘deshonor’ de la familia de la protagonista es casarla con un joven pakistaní canadiense. La cineasta rueda el momento en que ambas familias negocian el futuro de Nisha logrando tal intensidad emocional -gracias al trabajo de su joven actriz- que consigue dejar al descubierto la funesta realidad. Esos padres están vendiendo a una joven esclava, indefensa, y decidiendo una vida para ella de sumisión e infelicidad.
"Miedo de hablar"
“Hay una especie de libertad en decirles a las chicas que están siendo controladas socialmente, que es duro mientras sucede pero que nunca deben dejarse intimidar por los deseos y necesidades de otra persona”, afirma la cineasta, que nunca jamás ha vuelto a Pakistán, “creo que sería demasiado duro para mí volver. Haberme enfrentado a mis traumas con esta película es suficiente, por eso decidí rodar en India”, declaró a un periódico de aquel país, en el que también subrayó que “por supuesto, todas las familias pakistaníes no viven así”.
“Tantas mujeres de diferente origen étnico en nuestro mundo occidental, tienen miedo de hablar”, insistía Iram Haq en una entrevista concedida a la televisión noruega y volvía a repetir en otras declaraciones, como la que hizo a Cineuropa, donde añadió: “Me apasiona la causa de las mujeres y siento la responsabilidad de decirles a mis hermanas, las mujeres, que no tengan miedo, que hablen, que se ayuden mutuamente”.
El viaje de Nisha es, a pesar de todo, un relato de esperanza. La luz es la de la propia protagonista decidida a huir de la cárcel en que se ha convertido su vida y reconquistar su propia identidad. Además, la película ofrece la salvación, en este caso, del sistema social noruego. Inevitable preguntarse si Nisha encontraría la misma protección en España. El último informe filtrado por la Policía a la prensa el pasado año –no existen estadísticas oficiales- hablaba de 400 matrimonios forzados de niñas en nuestro país. Una realidad que se incrementa cada año en Europa. Parece que la reforma de nuestro Código Penal -por primera vez se castiga a los culpables con penas de 6 meses a dos años de cárcel- no es suficiente para defender la vida de estas mujeres.
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