Madrid
Actualizado:Imaginen que se echan a dormir y se les aparece el mismísimo Stalin instándoles a retomar un texto eternamente postergado. Algo así le sucedió a David Torres (Madrid, 1966) con la historia de su hermano mayor, muerto al nacer por culpa de una negligencia médica en una de las clínicas dedicadas al tráfico de recién nacidos durante la dictadura. "Si mi subconsciente había escogido precisamente a Stalin, quién era yo para desobedecerle", comenta con sorna el escritor y columnista de Público.
Anécdotas aparte, el nuevo y "multiforme" libro de David Torres entrevera con acierto la historia de cientos de músicos ciegos —los conocidos como lirniki— exterminados durante las purgas estalinistas, con un duelo muy personal latente durante décadas en su interior; la muerte de un hermano. "Fue como si una vivienda iluminara a la otra".
Un hallazgo del que nos hace partícipes en Palos de ciego (Círculo de Tiza), crónica de dos libros frustrados que dan como resultado uno muy conseguido, a caballo entre la ausencia y la memoria, una demostración de cómo ficción y realidad pueden aliarse en pro de la buena literatura.
Cuaderno de apuntes, libro de viajes, diario personal... 'Palos de ciego' es un texto multiforme, ¿cómo hilvanas un texto así?
Ha sido laborioso, sin duda. Especialmente porque lo que más me preocupaba es que no fuera complicado para el lector. Apuntalar la estructura y todo ese andamiaje que hace que se lea de una forma fluida ha sido un proceso complicado. Aunque se trata de un libro de no ficción, su elaboración tiene algo muy novelesco en el sentido de que lo importante era ver el reloj, y no tanto las manecillas que sostienen el mecanismo.
Tocas por primera vez algo muy íntimo como fue la muerte al nacer de tu hermano mayor. ¿Hasta qué punto resulta complicado empalabrar algo tan personal?
La prueba es que he necesitado casi medio siglo para poder hablar de esto. Siempre me ha dado mucho pudor escribir en primera persona y es algo que apenas he hecho a lo largo de mi trayectoria. Me interesaba abordar en este libro cómo la ficción puede servir también para contar la realidad y cómo utilizamos nuestra propia experiencia para armar personajes, situaciones y recuerdos que, de algún modo, remiten unos a otros.
Ficción y realidad aparecen entreveradas...
Es que la realidad y la ficción se aluden la una a la otra constantemente. De hecho, al escribir sobre mis recuerdos de infancia he podido constatar en qué medida nuestros recuerdos están desfigurados por el paso del tiempo. De tal forma que lo que nosotros teníamos por una verdad absoluta, en realidad no es más que una falsa perspectiva, o lo que es lo mismo, ficción en estado puro, una ficción que hemos construido. Y si nos abstraemos de lo personal, imagínate cuando hablamos de Historia con mayúsculas y ese recuerdo puede estar directamente influido por lecturas políticas y propagandas diversas.
En ese sentido, 'Palos de ciego' evidencia también la capacidad de la novela para aproximarse a la Historia
La novela y la Historia son como hermanas mellizas, que no gemelas. Dos mellizas homicidas la una de la otra, así las veo yo. Una pretende ser la verdad y la otra se confiesa mentira desde el principio, lo que le lleva ya no a fabricar una mentira, sino una ficción. Si uno lee los diarios de Julio César o de Napoleón, las preguntas que se le vienen a la cabeza son recurrentes: ¿cuánto hay de invención?, ¿cuánto de egolatría?, ¿cuánto de olvido? Al fin y al cabo, uno se da cuenta de que la Historia no es una ciencia exacta y de que todas sus perspectivas están bastante en entredicho. No digamos ya cuando tratamos un tema como el comunismo o la revolución soviética, que es el gran coco del siglo pasado, el acontecimiento capital del siglo XX. No hay manera de acercarse a un hecho de esas dimensiones con una mirada inocente, ya vas viciado por uno u otro lado.
¿Cómo evitar entonces esos vicios?
Yo creo que los crímenes del estalinismo, como los del nazismo o el franquismo, hay que ponerlos en contexto. Eso no es ni mucho menos relativizar. En el caso del nazismo, por ejemplo, sus crímenes buscaban eliminar una raza entera, se trataba de poner en práctica una eugenesia radical. La idea de equiparar nazismo con comunismo viene de la Guerra Fría y muy especialmente de la era Reagan. Trataban de crear un monstruo que fuera comparable a lo peor que encubriera lo cara oculta del neoliberalismo. Apenas uno rasca un poco en esas contiendas de cifras de muertos y se da cuenta de que no se sostienen por ninguna parte. Creo que es un disparate hablar de eso sobre todo por respeto de las verdaderas víctimas.
Hablas en el libro de un niño que entiende la literatura como una "apuesta existencial". ¿Mantienes la apuesta?
Qué remedio. Además, viendo cómo está el panorama de las letras en nuestro país, creo que no salió mal del todo... En cualquier caso, más allá de lo que pueda tener de apuesta, es una vocación, una llamada. Por ese motivo creo que reducir como se ha hecho tantas veces la literatura a una cuestión de mercado es algo banal y frívolo. Sabemos que la literatura es mucho más que eso, la literatura —como las artes— son de las pocas cosas de las que podemos enorgullecernos como especie. No podemos juzgarla en los mismos términos en que juzgamos el índice Dow Jones o la última subida del precio del cobre, cuando hablo de literatura lo hago en mayúsculas. Quizá por eso los auténticos amantes de la literatura no entienden que le den el Premio Nobel de Literatura a un cantautor [Bob Dylan] por mucho que nos pueda gustar su música. Sabemos que al fin y al cabo la literatura tiene que ver poco con los premios o las listas de ventas, sino que se trata de los pilares de nuestro conocimiento, es algo que nos entronca con lo más profundo de nuestro ser, y esto es algo que no vamos a negociar.
Citas a Sábato cuando dice: "No empieces a escribir hasta que no sientas que podés volverte loco". ¿Cuánto hay de obsesión en este libro?
Yo creo que Sábato se refiere a esa sensación de estar poseído por un libro, un libro que en mi caso se había convertido en una mala novia que me había engañado, luego dejado, y luego vuelto a seducir. Mi obsesión era tal que cuando estaba a punto de dejarlo de nuevo tuve un sueño con Stalin, soñé que me ordenaba escribir el libro. De modo que si mi subconsciente había escogido precisamente a Stalin, quién era yo para desobedecerle.
¿Sentiste alivio una vez acabado?
Fue como curar una herida, creo que en ese sentido es el final más emotivo que he escrito. Cierro el libro dialogando con mi hermano muerto, se podría decir que es un libro sobre cosas imposibles, y precisamente haber acabado algo que nunca pensé que podría acabar me ha supuesto cerrar muchas puertas. En todo caso, no creo en la literatura como algo terapéutico, creo en la literatura que no adormece, sino que despierta e indigna, una literatura capaz de sacar el dolor y la angustia.
La música está muy presente...
Sí, por este libro se pasean algunos de los compositores más importantes del siglo XX. Creo además que la música termina moldeando también la historia, en el sentido de que la novela adopta una forma de contrapunto, una voz que da paso a otra y que a su vez se dirige a otra, como esas fugas extrañas de Bach o Händel.
La presentación del libro tendrá lugar el próximo miércoles 13 de diciembre a las 19.30 horas en la Librería Los Editores (Calle Gurtubay, 5). Junto al autor, intervendrán los escritores Martín Casariego y Álvaro Muñoz Robledano.
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