Una mujer se tira desde un puente. Un hombre, un Frankenstein, la devuelve a la vida. Y la nueva mujer inicia un viaje de aprendizaje y de búsqueda de la felicidad y el placer, sobre todo sexual, sin vergüenzas, sin límites ni traumas, con entusiasmo.

Gran historia la de Pobres criaturas, la nueva película del cineasta Yorgos Lanthimos que, sin embargo, no es capaz de escapar de la ya tediosa mirada masculina. Al fin y al cabo, ha sido, una vez más, un hombre, el hombre, el que ha creado a la criatura, aunque lo haya hecho, supuestamente, para que sea libre. Es el hombre el que da la oportunidad a la mujer de reinventarse como ser humano libre e independiente.

Y en ese experimento masculino, la mujer, Bella Baxter, interpretada por Emma Stone, disfruta aprendiendo de todo, también del sexo en un burdel, donde elige quedarse hasta conocer todo el daño que los hombres y algunas mujeres son capaces de provocar a las mujeres. Y en la película esto se convierte, inevitablemente, en una especie de reinvención del feminismo, de nuevo, desde la mirada de un hombre. Piedras en el camino que no han significado nada para el brillante despegue de una película que ha entusiasmado a la inmensa mayoría de la crítica, que se alzó con el León de Oro en el Festival de Venecia y que está magníficamente posicionada en la carrera por el Oscar.

El mito de Frankestein

Con Willem Dafoe, el creador de Bella Baxter, y Mark Ruffalo, interpretando al canalla con el que ella escapa, la película se luce en su narrativa visual, en el ritmo y el tono. Divertida, ingeniosa, creativa, la historia se desarrolla en un mundo que no tiene ninguna intención de parecerse a la realidad y en ambientes que aprovechan elementos de la estética gótica, la ciencia-ficción y el cine de época.

Yorgos Lanthimos firma esta adaptación de la novela de Alasdair Gray, con guion de Tony McNamara, consciente de su propia alma de Frankenstein. Conseguir vida con materia inanimada alentó a Víctor Frankenstein en la creación de su criatura. El cine, de alguna manera, persigue lo mismo y, dentro del cine, el cineasta Yorgos Lanthimos se erige en uno de los frankensteins más radicales hoy.

Con ángulos inusitados, pasando del blanco y negro a un calidoscopio de colores, recreándose en un territorio muy a menudo en los límites de lo grotesco, Pobres criaturas se defiende, sin duda, como una película singularísima que narra visualmente una historia, también particular.

Sexualidad en EEUU

En el viaje de aprendizaje que cuenta la película, Bella Baxter descubre no solo el placer del sexo sin vergüenzas, también se tropieza con la pobreza en el mundo, aspecto mucho más desarrollado en el libro que en esta adaptación, y con la hoy tan identificada masculinidad tóxica, con ese afán obsesivo de los hombres por controlar a las mujeres. Pero es al sexo libre al que Lanthimos concede más tiempo.

"Existe una mentalidad diferente en torno al sexo en Europa y en Estados Unidos, lo que desconcierta a Yorgos Lanthimos. Podemos ver tanta violencia y dolor infligidos a la gente de forma masiva en Estados Unidos, pero la desnudez y la sexualidad nos resultan impactantes. Mientras que en la mente de Yorgos Lanthimos es todo lo contrario", escribe la actriz y productora en las notas de producción de la película.

Sociedad masculina represiva

Cierto que todo este descubrimiento del placer y del dolor conducen al personaje a otros aprendizajes, entre ellos al de descubrir la realidad, sin lugar a dudas, de la existencia de un deseo represor masculino hacia la mujer. "La película realmente explora la visión que los hombres tienen de las mujeres y la lente bajo la que se les pone, y cómo los hombres creen que las mujeres están ahí para servirles", afirma el guionista Tony McNamara, que ya trabajó con el cineasta griego en su anterior La favorita.

"Se trata del desarrollo y la liberación de una mujer que crece en una sociedad masculina muy represiva -añade Willem Dafoe-. Esa es en gran parte la fuente de la comedia porque sus relaciones con los personajes masculinos son muy francas y exponen bastante el miedo que los hombres tienen hacia las mujeres".

Al final, si se obvian algunas ideas, apuntes del principio de este texto, la historia podría entenderse como el gozo y el poder que otorgan la libertad y el conocimiento, aspiraciones que fascinaron al cineasta al leer la novela de Alasdair Gray. "Era -dice Lanthimos-, en general, una historia sobre la libertad de la mujer en la sociedad. El camino estaba abierto para contar una historia como esta".