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“Cualquier blanco podía apropiarse de toda tu persona si se le ocurría. No sólo hacerte trabajar, matarte o mutilarte, sino ensuciarte. Ensuciarte tanto como para que ni tú mismo pudieras volver a gustarte. Ensuciarte tanto como para que olvidaras quién eras y nunca pudieras recordarlo”. Toni Morrison escribió estas palabras en su libro Beloved, una obra empapada de dolor por la esclavitud. Once años después, en 1998, el cineasta Jonathan Demme la llevó al cine y con su película rindió homenaje a esta inmensa escritora y a los millones de esclavos que habían sufrido “el infierno en la Tierra”.
Este viernes 23 de agosto se celebra el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición, una fecha que subraya las modernas formas de esclavitud que existen hoy en el planeta, donde hay, según el último informe de la Walk Free Foundation 40,3 millones de esclavos. El 71% de estos son mujeres. 15,4 millones de mujeres sufren la esclavitud del matrimonio forzoso y 24,9 millones de personas son trabajadores esclavos.
El cine y sus creadores han denunciado la esclavitud en muchas de sus obras y siguen haciéndolo
La trata de personas para la explotación sexual, los trabajos forzados, el tráfico de órganos… la compra-venta de seres humanos… ha existido siempre y, desgraciadamente, es perfectamente compatible hoy con el sistema capitalista que impera en el mundo. El cine y sus creadores han denunciado la esclavitud en muchas de sus obras –unas más grandes que otras- y siguen haciéndolo.
Recientemente, el británico Steve McQueen, haciendo suyas también las palabras de Morrison, volvió a mencionar los terrores del averno. “Mi sufrimiento solo se podía comparar con las ardientes agonías del infierno”, dice Solomon Northup en 12 años de esclavitud, una película que narraba la historia real de este hombre, un hombre libre de raza negra que vivía en el estado de Nueva York y que fue secuestrado y vendido como esclavo.
Oscar a la Mejor Película y Mejor Guion, además de Mejor Actriz Secundaria, la película de McQueen era un relato de terror al que no pudieron dar la espalda ni académicos, ni críticos ni público. Un año antes, en 2012, Quentin Tarantino había rodado su personal ucronía sobre la esclavitud, Django desencadenado, un western en el que la víctima se vengaba del verdugo y que despertó la ira de los inflamados enemigos del cineasta. Le tacharon de irrespetuoso con la memoria de los esclavos y de abusar de la violencia, ¡como si los ‘castigos’ físicos ideados por los esclavistas norteamericanos no hubieran sido tan violentos!
Mala leche a raudales y un malévolo sentido del humor ridiculizando a los siniestros villanos de la historia con capuchas del Ku Klus Klan cabrearon muchísimo a Spike Lee, que este mismo año, al recoger el Oscar a Mejor Guion Adaptado por ‘Infiltrado en el KKKlan’, quiso recordar “el genocidio del pueblo negro”. Millones de africanos vendidos como esclavos y que ya forman una parte esencial del cine de Hollywood con películas indispensables de la historia del cine.
Indispensables y, tristemente, en algunos casos destacados altamente racistas. El nacimiento de una nación (1915), de D. W. Griffith, una obra maestra técnica y de narrativa cinematográfica, rezumaba odio segregacionista y ensalzaba un supuesto heroísmo de los encapuchados racistas. Nada que ver con el recorrido por los abyectos siglos de esclavitud que ha hecho Steven Spielberg en algunas de sus películas, como Amistad (1997) y, especialmente, Lincoln (2012). En ésta, el superdotado Daniel Day-Lewis interpretaba al histórico presidente en sus últimos cuatro meses de vida luchando contra poderosos intereses para aprobar la Decimotercera Enmienda y abolir de manera permanente la esclavitud. “El futuro de la dignidad humana está en nuestras manos”.
Richard Fleischer en 1975 con Mandingo (James Mason, impresionante), Richard Thorpe en 1939 y Michael Curtiz en 1960 con ‘Las aventuras de Huckleberry Finn’, Harry A. Pollard en 1927 con La cabaña del tío Tom y la lista sobre la esclavitud sigue con decenas de títulos más, todos ellos centrados en la dantesca historia de millones de africanos esclavizados en EE.UU. Pero los negros no han sido, a pesar de la necesaria insistencia del cine de Holywood, los únicos esclavos de la historia.
Stanley Kubrick firmó en 1960 la película más culta y admirable sobre la esclavitud de toda la historia, Espartaco
“Tendremos un gran ejército. Una vez que estemos en marcha, liberaremos a cada esclavo en cada pueblo y aldea. ¿Alguien puede obtener un ejército más grande que ese?” Stanley Kubrick firmó en 1960 la película más culta y admirable sobre la esclavitud de toda la historia, Espartaco. Kirk Douglas le daba épica y grandeza, el guionista Dalton Trumbo le otorgó profundidad intelectual, Kubrick, por supuesto, la convirtió en arte… Tony Curtis, Laurence Olivier, Peter Ustinov, Charles Laughton, Jean Simmons… la elevaron con sus interpretaciones.
William Wyler, en 1959, transformó en un extraordinario e inolvidable espectáculo la historia de Judá Ben-Hur, hijo de nobles convertido en esclavo y enviado a galeras y al que dio vida un monumental Charlton Heston. “Os digo que el día en que Roma caiga, habrá un grito de libertad como nunca antes ha oído el mundo”.
El británico Michael Apted desarrolló el tema de la esclavitud desde el punto de vista político en 2006 con Amazing Grace, Werner Herzog, en su última colaboración con Klaus Kinski, detalló cómo funcionaba el comercio de esclavos en Cobra verde (1987); Federico Fellini subrayó la decadencia, la degeneración del ser humano en Satyricon (1969), donde dos estudiantes indecentemente frívolos se disputaban la propiedad del adolescente Gitone; Michael Curtiz, apoyado por la energía de Errol Flynn, arropaba de dignidad a los esclavos británicos del siglo XVII en El capitán Blood (1935)…
…Y Fernando Fernán Gómez auguró los muy malos tiempos que se viven hoy en Stico, escrita y protagonizada por él mismo y dirigida por Jaime de Armiñán en 1985. Oso de Plata al Mejor Actor en Berlín, el intérprete era en la ficción Don Leopoldo Contreras de Tejada (Stico), un profesor de Derecho Romano que se vendía como esclavo a un antiguo alumno a cambio de casa y comida. “¡Viva el Derecho Romano!”
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