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Está en la liga de los grandes. Es uno de los mejores actores de su generación. Y, con Burt Lancaster y Robert Redford, una de "las sonrisas del cine". Todo talento, es infalible, como Paul Newman. No importa si elige una mala historia, él siempre mantiene el tipo... ¡Y ha hecho unas cuantas películas penosas! Ahora repite con uno de esos personajes a los que ha venido salvando desde hace diez años, Robert McCall, el justiciero violento de The Equalizer.
Es una despedida. Denzel Washington dice aquí, en The Equalizer 3, adiós a McCall y a una saga de acción liderada por el cineasta Antoine Fuqua, sostenida sobre un mensaje reaccionario y simple y una muy excesiva violencia. En esta entrega, McCall vive en una casa en el sur de Italia, donde se transformará por última vez en el feroz vengador de los débiles, en una máquina de matar, en esta ocasión soltando mamporros y cargándose a unos cuantos malvados sicarios de la mafia.
Edward G. Robinson y James Cagey
"Esto es una película y es una vía de escape de la realidad. Para que el espectador vea a McCall y piense: yo no puedo, pero tú sí que puedes". Así defendía Washington la violencia del personaje poco antes del estreno de la segunda entrega de la saga, una de esas elecciones cuestionables en su carrera, en la que él aspira, como ya dijo entonces, a mucho más: "Yo quiero ser como Edward G. Robinson o James Cagney cuando interpretaban a los gángsteres".
Carisma y talento le sobran para ello y lo demostró metiéndose en la piel de Frank Lucas, el mafioso negro de Harlem, en American Gangster (Ridley Scott, 2007). Cordial y apacible en el trato, el narcotraficante por dentro era todo furia despiadada, casi un reflejo de lo mejor de Washington como actor, pura pasión disimulada tras una apariencia afable y contenida.
El don del actor
Enemigo de los excesos y lo artificioso, el método de trabajo de Denzel Washington se ha ido refinando con los años, pero el talento siempre ha estado ahí. Sindey Lumet y Richard Attenborough lo detectaron muy pronto, pero ha sido el cineasta Spike Lee el que mejor ha sabido aprovechar el don de este actor.
Con él fue Bleek Gilliam, trompetista de jazz, en Cuanto más, mejor; expreso y padre en Una mala jugada; un duro y desesperado detective de la policía de Nueva York en Plan oculto… y, sobre todo, un Malcolm X impresionante, lleno de verdad, que le valió el Oso de Plata al mejor actor en Berlín en 1992. Un premio que recogería de nuevo siete años después por su interpretación de Hurricane Carter ('Huracán Carter'), esta vez con el director Norman Jewison.
Siempre Shakespeare
Con Spike Lee ha hecho grandes interpretaciones, con Antoine Fuqua ha conquistado a la taquilla y el Oscar al mejor actor por Training Day en 2021 (antes había ganado el Oscar al mejor actor secundario por 'Glory', 1989) y con Tony Scott se lo pasó en grande en películas como El fuego de la venganza, Déjà vu (Cambiando el pasado), Asalto al tren Pelham 1 2 3 e Imparable. Ha repetido también con Demme, con Edward Zwick y ahora hace su segundo trabajo con Ridley Scott en la segunda entrega de Gladiator.
Kenneth Branagh, Alan J. Pakula, Jonathan Demme, Phillip Noyce, Ridley Scott, Robert Zemeckis o Joel Coen han querido trabajar con él. Con este último consiguió una interpretación impactante de Macbeth (La tragedia de Macbeth). "Es el último desafío, es la máxima recompensa. Es donde comencé y donde quiero terminar", dijo entonces Denzel Washington, que arrancó su vida de actor con un Otelo cuando estaba en la Universidad, en Fordhan, y un Coriolano a finales de los setenta en el off-Broadway, y desde entonces ha estado siempre, de una manera u otra, ligado a Shakespeare.
Premios y derechos civiles
Denzel Washington, destacado por sus papeles de activistas y luchadores por los Derechos Humanos, arrancó su carrera como director en 2022. Un diario para Jordan ha sido su película más reciente tras las cámaras. Y comenzó a producir en 1995. Ahora ha producido una versión de The Piano Lesson, la obra del dramaturgo August Wilson, "el poeta del teatro de la América negra", de quien produjo, dirigió y protagonizó en 2016 Fences. A punto de cumplir 69 años, sigue.
Nueve veces nominado al Oscar, ganador de la estatuilla en dos ocasiones, abrió de nuevo la puerta a los intérpretes afroamericanos en el Hollywood racista. Habían pasado cuarenta años desde que Sidney Poitier se alzara con el premio (Los lirios del valle, 1963) y fue él el que devolvió al mundo la imagen de un actor negro con el oro de los estudios. Dos Osos de Plata en Berlín, tres Globos de Oro, un Premio del Sindicato de Actores, un Tony… y el año pasado, el 7 de julio, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad por su contribución a la igualdad y a los derechos civiles.
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