Beirut
Actualizado:Sarah Copland cree que sin una explicación clara de la explosión en el puerto de Beirut el duelo colectivo no puede cicatrizar. El 4 de agosto de hace dos años su hijo Isaac, de apenas un año de edad, comía en el salón cuando los cristales de la ventana explotaron. Un pequeño trozo de cristal impactó contra su cuerpo, acabando con su vida.
En el segundo aniversario de la explosión Sarah sigue sin respuestas y muchas cuestiones del día a día en el país han ido a peor. Durante meses ha esperado que las autoridades libanesas asumieran la responsabilidad de la explosión, que dejó 220 muertos y más de 7.000 heridos, pero no ha habido respuesta. Ahora presiona a las organizaciones internacionales para que realicen una investigación independiente. "Entiendo que primero debe haber una investigación a nivel doméstico pero hay demasiadas interferencias políticas. Sabían que había nitrato de amonio en los silos y nadie ha asumido responsabilidades", explica Sarah.
Once grupos de derechos humanos pidieron a la ONU la creación de una misión de investigación sobre la explosión del puerto, que incluya las causas, responsabilidades individuales y estatales y apoyo a las víctimas. "Es muy doloroso para las víctimas porque estamos haciendo frente a múltiples crisis y no podemos seguir con nuestra vida. No podemos concentrarnos en la economía o en nuestros problemas personales mientras esta herida sigue abierta", lamenta Sarah.
Cerca del puerto los efectos de la explosión siguen muy presentes. Algunos edificios han sido completamente abandonados y solo permanece su estructura, como un esqueleto, sin ventanas ni puertas y en ocasiones ni siquiera paredes. Otros corren más suerte y han sido completamente restaurados. Muchas viviendas siguen habitadas pero no tienen ventanas o están protegidas con cortinas con el logo de la ONU. Hay locales vacíos que sirven como contenedores porque el país no tiene un sistema eficiente de recogida de desechos.
Algunas tiendas están abiertas pero solamente abren durante el día, así no tienen que gastar energía de sus generadores, que todo el país necesita debido a la escasez de electricidad. Por otro lado, muchos libaneses ya no se acercan a las zonas de ocio del puerto. No solo por el trauma de la explosión, la profunda crisis política ha precipitado al país hacia un colapso económico nacional. La deuda pública superó el 495% del PIB en 2021 y la moneda nacional se ha derrumbado, perdiendo más del 90% de su valor frente al dólar. Los salarios se han mermado y el sueldo mínimo ronda los 22 dólares al mes.
Miles de familias sobreviven con la ayuda de familiares que viven en el extranjero y muchos jóvenes quieren irse del país. "La explosión aceleró los efectos de tendencias negativas que ya existían en el Líbano. La pérdida de patrimonio, la gentrificación, unos servicios públicos débiles y una grave ausencia de derechos sociales", explica Mona Fawaz, profesora de política y urbanismo en la Universidad Americana de Beirut. Fawaz también critica la falta de atención de las autoridades tras la explosión. "El Gobierno no ha hecho nada. Dejó a los residentes a su merced. Algunos lograron ayuda de las ONG y pudieron reparar sus hogares. Otros tuvieron menos suerte", describe. "Echamos mucho de menos a las autoridades públicas. Un país no puede recuperarse de un desastre sin una gran intervención pública", añade.
El país sigue sumido en una crisis política, paralizado sin tomar ninguna medida
Pese a haber celebrado elecciones generales el pasado mayo, el país sigue sumido en una crisis política, paralizado sin tomar ninguna medida. "El Gobierno es incapaz de tomar ninguna decisión. Por ejemplo hay un debate social sobre si retirar o no los silos del puerto tras la explosión. En dos años no han sido capaces de decidir ni que los retiran, ni dejarlos ahí", explica Mohammad Ghazal, representante de Ciudadanos en un Estado (MMFD) una organización política que pide el fin del sectarismo en el sistema político libanés.
Parte de la estructura de los silos de grano que explotaron arde desde hace más de tres semanas debido al aumento de las temperaturas. Desde hace días un helicóptero recorre la zona intentando apagar sin éxito el incendio, mientras que ONG reparten entre la población mascarillas protectoras. Varios expertos han alertado de que el derrumbe de parte de la estructura es inminente y provocará una nube de polvo que contiene asbestos, un componente altamente cancerígeno. Las autoridades han recomendado a la población cercana al puerto que si se derrumba deben ir a sus casas, cerrar puertas y ventanas y encender el aire acondicionado.
"¿De qué aire acondicionado hablan si tenemos dos horas de electricidad al día?"
Yoused Chamoun, un vecino de Mar Mikhael, un barrio al lado del puerto, se toma la advertencia con ironía. "¿De qué aire acondicionado hablan si tenemos dos horas de electricidad al día? Qué impunidad", lamenta. El pasado lunes una parte de la estructura se derrumbó provocando una nube de polvo, aunque los expertos creen que gran parte de la estructura caerá en los próximos días. "Tardamos mucho en poder dormir por las noches después de la explosión. No confío en las autoridades y quizás nos mienten. Quizás no se derrumba y explota de nuevo", añade.
Rabih Torbay, presidente de la ONG HOPE, que asistió a miles de afectados por la explosión en hospitales de la zona, se muestra escéptico con la parálisis que sufre el Gobierno. "Las organizaciones humanitarias han hecho lo que han podido pero no hay un programa de Gobierno, al final siento que nosotros solo estamos tapando agujeros", describe. "No podemos reemplazar al Gobierno y creo que tampoco deberíamos. El agujero es demasiado grande. No hay un plan, ni una hoja de ruta para mejorar la situación", lamenta.
"¿De qué Gobierno hablas? ¿Acaso tenemos uno? Yo solo veo a muchos partidos sentados en la misma mesa. Un Gobierno toma decisiones y si no las toma, no hay forma de tener Gobierno", cuenta el economista Roy Badaro. Llegará un punto que las familias en la diáspora no podrán seguir ayudando económicamente a los que residen en el Líbano y el país colapsará del todo, teme Badaro, que añade que sin "consenso político" la situación solo empeorará. "Si la situación sigue así en 2023 el Líbano ya no será como antes. La gente emigrará, el país sufrirá una gran despoblación y disminución de la fertilidad. Estaremos ante un país que nadie va a reconocer", sentencia.
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