ciudad de méxico
Actualizado:Laura Palomares está investigando una vacuna para la pandemia que vendrá después de la covid-19. En realidad, tiene a su equipo de 17 investigadores, su laboratorio en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y prácticamente todos los recursos dedicados a desarrollar una vacuna para el Sars-cov-2, pero es realista y sabe que esta carrera la tiene perdida.
"No me interesa llegar al mercado, sino tener una plataforma nacional de producción de vacunas", asegura esta biotecnóloga mexicana a Público, en entrevista por videollamada. "Ahora buscamos crecer para responder a la siguiente pandemia, que no tenemos duda de que habrá más", añade. México confirmó este sábado los 31.522 contagios y las 3.160 muertes, en la semana que el Gobierno calculó que se llegaría al pico de la curva epidémica.
Con esta idea en mente, hace tres años la doctora Palomares empezó a investigar una vacuna para el virus del zika y del dengue, dos infecciones víricas presentes en el país. "Las vacunas deben ser un asunto de seguridad nacional", afirma la doctora. "Somos totalmente dependientes del exterior. Cuando pasó lo del H1N1 en 2009, fuimos de los últimos países en tener una vacuna", explica, en relación con la pandemia de gripe A, de la que México fue el Wuhan, salvando las distancias.
Laura Palomares no es la única científica que ha aprovechado la contingencia sanitaria para reivindicar el papel de la ciencia y tecnología en el desarrollo del país después de un lustro de recortes presupuestales.
Según la OCDE, la inversión en investigación y desarrollo del país nunca ha alcanzado el 0,5% del PIB en el siglo XXI, a pesar de que la Ley de Ciencia y Tecnología, de 2002, preveía llegar a la meta del 1% en 2006. A pesar de ello, y de que cuentan con 0,7 investigadores por mil habitantes, el número de publicaciones científicas aumentó entre 2015 a 2018 hasta las 20.813, menos de un tercio de las que publicó la primera potencia científica de América Latina, Brasil, según la UNESCO.
El gobierno de México atribuye este panorama a lo que ha llamado la ciencia neoliberal, ligada a los intereses empresariales. El coronavirus llegó justo cuando iniciaba el segundo año de su modelo alternativo.
Ciencia antineoliberal
El modelo de ciencia de la Cuarta Transformación, - o "4T", como se autodenomina el gobierno de Andrés Manuel López Obrador - es una extensión más de su propuesta de país: ciencia y tecnología con dimensión social, enfocada a solucionar los problemas nacionales, como la pobreza, y operada con austeridad e intolerancia a la corrupción.
"La meta global es llegar a tener soberanía tecnológica", explicaba la reconocida bióloga María Elena Álvarez-Buylla, directora del principal promotor y financiador de ciencia en el país, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). La funcionaria presentó el pasado 23 de abril dos prototipos de respiradores mecánicos producidos con tecnología cien por cien mexicana, un proyecto que coordina ese organismo.
Científicos concuerdan con esta visión pero la forma en la que se puso en marcha generó tensiones entre la comunidad desde el comienzo, cuando en 2019 recortaron los fondos para el Conacyt en un 9%. En los presupuestos de 2020 se mantuvo la tendencia a la baja para el consejo, en un 0,5%. La partida general del Programa de Ciencia y Tecnología aumentó en un 4,3%, pero expertos aseguran que no da para revertir los recortes acumulados de los últimos años.
"Varios investigadores votamos por el [Andrés Manuel López Obrador] atraídos por una campaña que prometía acabar con la corrupción y la violencia y promover ciencia y educación", escribía en julio de 2019 uno de los científicos mexicanos de renombre y críticos con la actual Administración, el biólogo Antonio Lazcano, en la revista Science.
En repetidas ocasiones, Álvarez-Buylla ha reconocido que el presupuesto es un pendiente. Pero pone en valor que este régimen haya recuperado la inversión en ciencia básica -la que se dedica a producir conocimiento y no la aplicación práctica o comercial del mismo-, que el sexenio marginó en beneficio de transferencia millonarias a empresas como Bayer o Monsanto. También que en 2019 ahorraron 275,5 millones de pesos (unos 10,6 millones de euros) en gasto en vehículos, alimentos, eventos y viajes.
La intransigente "austeridad republicana", como la llama el presidente, ha llegado a verse como un gesto de desconfianza y desprestigio del Gobierno para con la comunidad científica. Parte de ella considera que afirmaciones como "que no vayan a hacer turismo político", en relación a los viajes al extranjero de los investigadores, han pintado a la clase científica como derrochadora y privilegiada. "Da la sensación de que todo lo anterior, por el mero hecho de ser pasado, está equivocado", asegura el investigador David Romero, del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM.
Y en pleno nacimiento de este modelo antineoliberal de ciencia, llegó el famoso coronavirus. El Conacyt ha lanzado una convocatoria de proyectos que contribuyan a superar la contingencia sanitaria. Cada iniciativa se financia con hasta 5 millones de pesos (unos 192.530 euros). En paralelo, los institutos nacionales de salud junto con hospitales de alta especialidad están desarrollando varios ensayos clínicos de posibles tratamientos para la covid-19. Uno de ellos es en colaboración con el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos para estudiar el remdesivir, el antiviral que la Administración americana ya autorizó de emergencia para tratar a los infectados graves.
Varios expertos han expresado su deseo de que con la pandemia actual México se de cuenta de la importancia que la ciencia, la tecnología y la innovación sean política de Estado y motor de desarrollo. "Imagine un encierro como en el que estamos sin las tecnologías de la comunicación", dice el doctor Romero.
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