MADRID.- En el cercado se sitúan tres pequeñas tablas —una en blanco, otra con una raya vertical y la última con una raya horizontal— a la altura de la cabeza del caballo, que toca con el hocico una y luego espera a que se realice su deseo. Está comunicando por símbolos que quiere que le pongan la manta, que no se la pongan, o, si ya lleva la manta puesta, que se la quiten o no. Antes, el caballo fue entrenado para hacer algo que hasta ahora no se consideraba posible, la comunicación de sus preferencias a humanos. En los entrenamientos tradicionales, la comunicación se da solo en un sentido, de humanos a caballos.
Este experimento se hizo en Noruega con 23 caballos de diversas razas y ahora se publican los resultados en la revista Applied Animal Behaviour Science. Los entrenadores lograron que todos los caballos respondieran al entrenamiento en 14 días como máximo. La preferencia por llevar o no manta se eligió como ejemplo de un nuevo método de comunicación basado en los símbolos que se puede ampliar, según los autores del estudio, a otro tipo de preferencias, especialmente las relacionadas con los cuidados y entrenamientos de los caballos de montura, como carreras, saltos, paseo o doma.
“Ponerles mantas a los caballos es algo común, pero muchas veces se utilizan en exceso”, señala Cecilie M. Mejdell, del Instituto Noruego de Veterinaria, que ha dirigido el estudio. Mejdell añade que las mantas pueden resultar incómodas y dificultar el contacto social entre equinos, por lo que es importante saber lo que prefiere el animal.
El entrenamiento fue personalizado para cada caballo y constó de varios pasos. El animal era recompensado con zanahorias cada vez que completaba la tarea. Paulatinamente se le fueron mostrando a cada caballo tres símbolos diferentes, que estudios anteriores han demostrado que estos animales son capaces de discriminar visualmente, hasta conseguir que los asociaran con un significado. La barra horizontal significaba “ponme la manta”, la vertical “quítame la manta” y la tabla en blanco “no quiero cambios”. Si un caballo sin manta tocaba la barra horizontal, el entrenador se la ponía inmediatamente al tiempo que le recompensaba. Si un caballo con manta tocaba la barra vertical, se la quitaba y le recompensaba, y si un caballo sin manta o con manta tocaba la tabla en blanco, le dejaba como estaba y le recompensaba. Pero si un caballo con manta tocaba el símbolo de “ponme la manta” no obtenía recompensa.
El objetivo era llegar a la libre elección, un comportamiento que implica que el animal ha aprendido y comprendido las opciones disponibles y sus consecuencias y elige basándose en su propia motivación, independientemente del entrenador. En esta etapa, la prueba de fuego, a cada animal sólo se le mostraron cada vez dos de las tres pizarras, las relevantes en su situación (si llevaba ya manta, por ejemplo, la de “quítame la manta” y la de “no quiero cambios”). Fuera cual fuera su elección, era recompensado.
Además, se les sometió a cortas pruebas en condiciones extremas, con mantas más pesadas de lo normal en días más bien calurosos, o sin manta en días fríos, para verificar que elegían según sus necesidades de confort térmico. También se analizaron sus preferencias en relación con la temperatura ambiente, con la conclusión de que no respondían al azar sino a que hiciera temperatura agradable o frío, lluvia o nieve. Por ejemplo, un día ventoso y lluvioso con seis grados de temperatura, los 15 caballos que estaban siendo entrenados al mismo tiempo eligieron llevar manta.
Por otra parte, los caballos de sangre fría, como se conocen en el mundo equino, y que son las razas más robustas y resistentes (el percherón es una de ellas), tardaron más en aprender que los de sangre caliente (más delicados, como los árabes) pero pidieron la manta menos veces. Explorar la capacidad cognitiva de los caballos es un área científica en desarrollo aunque su entrenamiento para todo tipo de usos se remonta a muchos siglos. En las últimas décadas se ha comprobado, por ejemplo, que son capaces de operar una palanca o apretar un botón para obtener una recompensa o evitar algo desagradable. Unas yeguas aprendieron a encender la luz cuando estaban a oscuras, por ejemplo.
Los autores del experimento tienen anécdotas curiosas para contar sobre este experimento. Los caballos mostraban interés por el entrenamiento e incluso se acercaban a los entrenadores antes de que tocara empezar cada sesión. A uno de ellos, llamado Blue, parece que le gustaba que le pusieran y le quitaran la manta continuamente, y siempre que le daban a elegir tocaba el símbolo que significaba cambio, hasta que aprendió, afirman los investigadores, que su confort térmico era más importante.
Sin embargo, ellos también reconocen que los resultados pueden estar sesgados por la intervención humana involuntaria, como ha pasado en otros casos, pero creen que el hecho de que el entrenamiento se basara en la recompensa, entre otros factores, hace muy poco probable esta posibilidad en el estudio que presentan.
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