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MADRID.- La técnica de edición genética más fácil y barata de la historia –CRISPR-, señalada como Avance del Año 2015 por la prestigiosa revista Science, es una herramienta muy poderosa que provoca entusiasmo y recelo por igual entre los propios científicos. Además del permanente miedo a crear monstruos tipo Frankenstein, en juego están grandes intereses económicos y un casi seguro premio Nobel en el horizonte cuyos destinatarios no parecen claros todavía. Mientras la técnica demuestra sus posibilidades como tijeras del ADN enormemente precisas en miles de laboratorios en todo el mundo, la preocupación por su uso posiblemente irresponsable en humanos ha llevado incluso a reunir una cumbre internacional de expertos para recomendar pautas en el ámbito mundial.
Los expertos, convocados a principios de diciembre en Washington por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, la Academia de Ciencias de China y la Royal Society del Reino Unido, apoyaron el uso de la técnica para la investigación básica pero consideraron irresponsable producir embarazos a partir de células germinales (óvulos y esperma) manipuladas. Sin embargo, no se oponen tajantemente a la experimentación en embriones que no dé lugar a embarazos, como hicieron recientemente investigadores chinos con embriones no viables. El tema de la interferencia en la herencia se ha planteado repetidamente en los últimos decenios a medida que se perfeccionaban anteriores técnicas de ingeniería genética y siempre se ha considerado una línea roja a no sobrepasar por razones de seguridad y de falta de consenso social.
Es importante resaltar que los expertos están pensando todavía en investigación básica, y no es aplicaciones clínicas, a pesar de que muchos otros intenten echar prematuramente las campanas al vuelo. De hecho, los investigadores chinos constataron el todavía insatisfactorio funcionamiento de CRISPR en sus experimentos con embriones. Jennifer Doudna, una científica estadounidense que ha conseguido avances notables en el uso de CRISPR, cree que estamos lejos de que se deba autorizar su uso clínico. Doudna ha contado en la revista New Yorker que tuvo una pesadilla en la que le presentaban a Hitler y este tomaba notas y decía: "Quiero comprender los usos e implicaciones de esta asombrosa técnica".
Como dijo un congresista estadounidense, que además es físico, durante la cumbre en Washington: "Muchas personas que no están en esta sala desconocen el término CRISPR", informa Science. "Es importante que la primera imagen suya que se presente públicamente sea positiva. CRISPR y las técnicas a ella asociadas pueden revolucionar el tratamiento de las enfermedades pero también utilizarse de muchas formas que no beneficien a la sociedad".
La técnica permite añadir, silenciar o activar, y reemplazar múltiples genes a la vez en el ADN de cualquier organismo superior. A pesar de la tendencia a fijarse solo en lo que atañe directamente a nuestra especie, tiene innumerables usos posibles en animales y plantas que no están relacionados directamente con la salud humana. Se han creado ya en laboratorio tomates de vida más prolongada y un trigo resistente a una plaga muy importante, sin introducir nuevos genes. Sin embargo, la mayor parte de los esfuerzos se dirigen a corregir enfermedades humanas, como la anemia, la distrofia muscular, la fibrosis quística, las cataratas o el sida, por ahora en modelos animales, habitualmente el ratón.
A pesar de la velocidad de crucero que está alcanzando, CRISPR es un avance que se basa, como casi todo en ciencia, en trabajos anteriores, que en este caso se remontan a las bacterias, en las que se descubrió un rudimentario sistema inmune, basado en una combinación de proteína y ARN. Es un mecanismo natural genético para luchar contra los virus invasores, cortándolos en pedazos. Estos trozos o secuencias se integran en el genoma de las bacterias, que así recuerdan pasadas infecciones y utilizan esta herramienta genética para resistirlas en el futuro.
En esta etapa se produjo, en 2005, la importante contribución del investigador español Francisco Juan Martínez Mójica, de la Universidad de Alicante, que identificó en el ADN de bacterias fragmentos del ADN de distintos virus. Estas secuencias se habían detectado ya pero seguían siendo misteriosas. Y en 2007 los investigadores de una empresa fabricante de yogures (Danisco, ahora propiedad de DuPont) confirmaron el funcionamiento del sistema defensivo en las bacterias presentes en este alimento.
A pesar de estos antecedentes, ahora compiten por la patente de la aplicación de CRISPR dos equipos, el formado por Doudna (Universidad de California, EE UU) y la francesa Emmanuelle Charpentier (Centro Helmholtz de Investigación sobre Infecciones, Alemania), y el del estadounidense Feng Zhang (MIT-Universidad de Harvard, EE UU). Los dos han hecho notables aportaciones a su desarrollo al demostrar cómo se puede aplicar en ADN humano. Todos ellos lamentan públicamente esta situación pero en juego están enormes intereses económicos que las instituciones en las que trabajan no van a ignorar. En cuanto al premio Nobel, habrá que esperar a ver si se producen otras contribuciones igualmente cruciales aunque, así y todo, el jurado lo va a tener difícil.
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