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SANTIAGO.— Nélida Pisco es conductora de autobús. Jamás tuvo una sanción, ni un multa. Conserva todos sus puntos y asegura que cada día se levanta con la ilusión de hacer su trabajo lo mejor posible. Pero desde el pasado 22 de diciembre no puede hacerlo. Ese día tuvo que entregar su carné en la Dirección General de Tráfico (DGT), que le suspendió la licencia tras recibir un escrito de su empresa, Autobuses de Calo-Hedegasa, concesionaria de la Xunta en varias rutas escolares y metropolitanas en Santiago de Compostela, asegurando que su empleada es un peligro para la conducción y que por ello no es apta para el puesto que ocupa.
Nélida tuvo que entregar su carné en la DGT sin que nadie la escuchara. Si le hubieran dejado, podría contar que lleva siete años sufriendo una situación de acoso laboral inconcebible, ratificada por varios tribunales en varias ocasiones.
Todo empezó cuando en el año 2009 tuvo un parto prematuro, una niña que pesó poco más de un kilo al nacer, y que, según los médicos, necesitaba alimentarse de la leche materna para asegurar sus defensas. Nélida se acogió a su derecho legal a reclamar una reducción de jornada y a ajustar su horario laboral a las necesidades de salud de su hija.
La empresa le respondió que dejara el trabajo y que volviera cuando hubiera solucionado la crianza de la niña. Ella acudió a los tribunales y ganó, claro, pero la compañía la despidió. Volvió a reclamar ante los tribunales y el despido fue declarado nulo, así que Autobuses de Calo no tuvo más remedio que readmitirla, aunque haciéndole la vida imposible. Tanto que la Inspección de Trabajo llegó a calificar de "piscoterrorismo" lo que estaban haciendo con ella: ninguneos, desprecios, horarios partidos, esperas de hasta tres horas sin hacer nada... Hasta tuvo que reclamar en los tribunales sus vacaciones, porque ni siquiera aparecía en los partes de distribución de las mismas, e incluso su uniforme, que la empresa la negaba.
El año pasado Autobuses de Calo fue condenada de nuevo en sentencia firme por el Tribunal Superior de Justicia de Galicia por violar el derecho fundamental de Nélida a recabar la tutela judicial ante todas esas vejaciones. Y entonces llegó la decisión de la DGT, que ahora la ha dejado sin salario y, también, sin derecho a prestación alguna. La medida la deja indefensa, porque para recuperar su derecho a trabajar, es ella la que tiene que demostrar que es inocente y que no es un peligro para la seguridad viaria, sometiéndose a unas "pruebas psicofísicas" que le realizará, aún no sabe cuándo, ni cómo, ni dónde, el Servicio Galego de Saúde (Sergas).
Los compañeros y delegados de su sindicato, la Confederación Intersindical Galega (CIG), reparten estos días a viajeros y compañeros de trabajo pasquines explicando su situación y solidarizándose con ella. Saben que Nélida es una mujer fuerte. Tienen razón. Se deduce de su entereza ante las preguntas de Público, a las que responde con aplomo, sin victimismo, y con una idea muy clara: está luchando lucha por su dignidad, pero también por la del resto de trabajadoras y trabajadores que sufren explotación y acoso laboral. Y sobre todo por sus dos hijas, que ahora tienen 3 y 7 años.
¿Qué opinión le merece la decisión de la DGT?
- Tráfico responde a una solicitud de la empresa diciendo que soy un peligro, pero lo normal sería que antes de retirarme la licencia me hubieran hecho las pruebas, y no al revés. La decisión me deja en una situación de desamparo absoluto. La empresa me ha suspendido el contrato, y también la cotización a la Seguridad Social, he perdido mi sueldo y no tengo derecho a prestación.
¿Y de qué vive?
De mi familia.
¿Cómo va uno a trabajar cada día durante tantos años sufriendo una situación como la suya?
Yo me siento bien. Mi única preocupación es hacer bien mi trabajo, y en eso estoy completamente volcada. Desde que entraba a las 7.45 de la mañana hasta que salía a las 14.45, mis pensamientos se centraban exclusivamente en eso.
¿Y al salir?
Al salir de trabajar mis pensamientos se quedan en el autobús. Cierro la puerta del vehículo y ahí los dejo. Y justo entonces empiezo a pensar en lo que me toca: mi marido y mis hijas.
La Inspección de Trabajo dejó claro que a usted le estaban haciendo un mobbing de libro, que llegaron a calificar de psicoterrorismo. ¿Lo siguen haciendo?
La interpretación no me corresponde a mí. Sólo puedo decir que esa acta de la Inspección de Trabajo es del 2012, y que cuatro años después, en el 2016, otra sentencia dejó claro que aquella situación no había cambiado.
¿Se siente arropada por sus compañeros?
Claro. Siento el apoyo de todo el sector. Aunque es cierto que en mi empresa hay mucho miedo.
¿Y por la sociedad, por los medios?
Pues también, la verdad.
¿Y por la Xunta?
No, por la Xunta, no. Nada de nada.
¿De verdad no ha recibido ningún tipo de apoyo por parte del departamento de defensa de la mujer, de la Consellería de Política Social, de nadie?
No. Mi sindicato, la CIG, hizo varias gestiones al respecto, pero yo no he recibido respuesta alguna.
¿Y no le parece indignante que la Xunta dé varias concesiones de transporte a una empresa que ha sido reiteradamente condenada por la Justicia por vulnerar la legislación laboral y los derechos fundamentales?
Prefiero no entrar en eso. Es la sociedad la que debe valorarlo, no yo.
Si supera las pruebas psicofísicas a las que van a someterla, ¿le devolverán los salarios no recibidos, pagarán sus cotizaciones, la indemnizarán por daños morales?
Si le digo la verdad, lo ignoro, la vía legal está en manos de los abogados. Yo sólo tengo en la cabeza volver a trabajar y hacer bien mi trabajo.
Usted llevaba niños al colegio. Su lucha es individual, pero seguramente también sirva para reducir las posibilidades de que en el futuro a ellos les pase lo mismo que a usted. ¿Lo ve de ese modo?
Lo que siento es que tengo dos hijas, y que por ellas esta lucha vale la pena.
¿Cómo lo viven ellas?
De momento son muy pequeñas y no es el momento de explicárselo, no podrían asimilarlo. Aunque la mayor empieza a intuir algo. Pero lo tengo todo guardado para que, cuando crezcan, sepan que si estoy pasando por esto es por ellas. Quiero que sepan que esta lucha es por ellas.
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