madrid
"Último aviso a los pasajeros con destino a ninguna parte". Esta señal de advertencia ya es una realidad en algunos aeropuertos del mundo. Las restricciones en movilidad por la emergencia sanitaria del coronavirus han llevado a algunas compañías áreas –la mayoría asiáticas– a ofrecer viajes sin rumbo para tratar de generar ingresos. Se trata de vuelos de tipo nacional en los que los aviones comerciales sobrevuelan el cielo durante horas para regresar al mismo aeropuerto del que salieron. Todo ello se oferta de una forma lujosa, como un ocio exclusivo con el que los pasajeros podrán ver desde lo alto paisajes singulares.
Una de las ofertas más llamativas es la de la compañía australiana Qantas, que anuncia viajes de 12 horas para sobrevolar la Antártida y poder ver, a través de las ventanillas, su ecosistema helado. "Conviértete en uno de los pocos en presenciar la desoladora belleza de este indómito paisaje polar. A bordo de nuestro avión alquilado de forma privada, experimentará una vista inigualable de la Antártida, con hasta 4 horas sobre el continente blanco", publicita la aerolínea.
"Es una aberración", espeta Pablo Muñoz Nieto, responsable de la campaña de Aviación de Ecologistas en Acción. "Es una paradoja que se sobrevuele la Antártida, cuando se sabe que hay una relación directa entre la contaminación que emiten los aviones y el calentamiento global que provoca que los polos se estén derritiendo. Resulta sumamente doloroso ver que se ofrezcan este tipo de viajes". Sin embargo, la compañía asegura que sus viajes son respetuosos con el medio ambiente. "Nuestra misión es dejar este paisaje tan prístino como lo encontramos", anuncian, para remitirse a sus políticas de emisiones neutras, que son proyectos ambientales con los que se busca compensar las emisiones emitidas en un vuelos.
El precio de esta travesía va desde los 740 euros (1.999 dólares australianos) en clase económica, hasta los 4.941 euros (7.999 dólares australianos) en clase ejecutiva deluxe. Qantas no sólo ofrece vuelos hacia la Antártida, también vende pasajes para sobrevolar durante siete horas algunos de los puntos de interés más reconocidos de Australia como el monolito rojo Uluru, las Islas Whitsundays y la Gran Barrera de Arrecifes. Tanto es así, que la compañía ha anunciado en un comunicado que los billetes para este viaje se han agotado.
El elevado precio de los billetes evidencia que el problema ambiental de la aviación tiene también implicaciones sociales, ya que se trata de una forma de movilidad que se sustenta en la desigualdad. Así lo entiende Muñoz Nieto, que recuerda que las emisiones asociadas a los billetes de los vuelos convencionales son mayores en clase business que en clase turista, ya que el asiento ocupa mayor espacio en la cabina. De hecho, las desigualdades sociales se pueden ver a través del uso del avión, en tanto que sólo un 10% de la población global a podido volar alguna vez en su vida, según un informe de Stay Grounded.
No en vano, el caso de Qantas no es ninguna rareza en estos tiempos de pandemia. Tanto es así, que la revista Ballena Blanca adelantó que otras compañías, la mayoría asiáticas, llevan desde agosto ofreciendo este tipo de viajes con destino a ninguna parte. La aerolínea japonesa ANA fletó en agosto un avión de dos plantas que sobrevoló los cielos durante noventa minutos y ofreció un cóctel a sus pasajeros. También en Taiwán se han ofrecido este tipo de viajes sin destino. Allí, la empresa aérea StarLux hizo despegar aviones para que los pasajeros pudieran ver desde el cielo las Islas Pratas. La Royal Brunei, por su parte, ofrece cenas a bordo de un avión que sobrevuela la Isla de Borneo durante poco más de una hora.
No es la primera vez que el sector de la aviación realiza vuelos polémicos por la crisis del coronavirus. Durante los primeros meses de la pandemia, las empresas del sector estuvieron fletando vuelos sin pasajeros para poder conservar sus slots, las franjas horarias en las que cada aerolínea tiene derecho a operar de manera histórica. Tras las quejas de los grupos ecologistas algunos Ejecutivos como el español modificaron de manera temporal estas normas para que las empresas no tuvieran que seguir quemando combustible sin viajeros.
La aviación comercial provoca el 2% de las emisiones de CO2 del mundo, según la Comisión Europea, y hasta el 8%, según las cifras manejadas por sectores ecologistas. Para hacerse una idea de lo nociva que puede llegar a ser la aviación comercial, cada pasajero de un vuelo que viaja de Londres a Nueva York lleva consigo la misma huella ecológica que un ciudadano medio europeo para mantener su hogar caliente durante todo un año.
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