Madrid
Actualizado:Utilizar a los hijos para infligir dolor y control hacia las madres es una de las formas más extremas y brutales que adopta la violencia de género. Se llama violencia vicaria y, a pesar de que su nombre y forma de ejercerla no son muy conocidos, es una de las violencias habituales y que pocas veces se denuncia. No se trata de una violencia aislada, sino que, tal y como explican diversos expertos, es la culminación de un proceso de control y maltrato que sufren muchas mujeres.
La violencia vicaria saltó de los medios más especializados al gran público de la mano del relato que Rocío Carrasco hizo en marzo de 2021 sobre la violencia de género que sufrió por parte de su exmarido. Después, esta violencia volvió a estar en la agenda mediática por el secuestro y desaparición de dos niñas en Tenerife por parte de su padre, Tomás Gimeno. El 10 de junio de 2021 se halló en el mar el cuerpo sin vida de la pequeña Olivia, de seis años, la mayor de las dos hermanas desaparecidas después de que su padre amenazara por teléfono a la madre diciéndole que no volvería a ver a las menores. La hermana menor sigue desaparecida.
"Sabe que el dolor que va a causar a la madre es mucho mayor que si la daña a ella directamente"
¿Pero qué es la violencia vicaria y cómo se ejerce? Tal como la definen las psicólogas expertas en violencia de género, se trata de una violencia instrumental que consiste en utilizar a los hijos para hacer daño a la madre o la expareja. "Se trata de deshumanizar a los hijos, quitarles la categoría de personas y ponerles la categoría de objeto, de instrumento con el que dañar a la madre en una violencia que causa un dolor extremo. El padre, que usa a esos hijos como instrumento para hacer daño, sabe que el dolor que va a causar a la madre es mucho mayor que si la dañara a ella directamente. Es un dolor que a ella le va a hacer sentir culpa por no haber protegido a sus hijos, sobre todo en el caso de los asesinatos, que es el más extremo de la violencia vicaria. El dolor que inflige es extremo porque durará toda la vida", explica a Público Marisol Rojas Fernández, psicóloga especializada en violencia machista.
El término violencia vicaria lo acuñó la psicóloga clínica Sonia Vaccaro hace casi una década analizando un tipo de violencia que solía producirse con más intensidad tras la separación. El concepto "vicario" hace referencia a la sustitución de un individuo por otro en el ejercicio de una función. Cuando se aplica a la violencia, representa realizar una agresión sobre una persona en sustitución de otra, la cual es el principal objetivo.
Nuestro país tiene numerosos ejemplos de esta violencia, muchos de los cuales acabaron en el asesinato de los menores por parte de sus padres. Uno de los casos más emblemáticos fue el de José Bretón. Amenazó a su expareja, Ruth Ortiz, con un "te daré en lo que más te duele"; poco después asesinó a sus dos hijos y quemó sus cuerpos. También Ángela González Carreño había denunciado las amenazas de su expareja hacia su hija e interpuso más de cincuenta denuncias para impedir las visitas no vigiladas entre padre e hija. En una de ellas, él la asesino. En Castellón un hombre mató a sus dos hijas. La madre, Itziar Prats, había pedido medidas cautelares que nunca llegaron.
Para Vaccaro, por ahora lo único que se toma en cuenta en la violencia vicaria es cuando se produce el asesinato de los hijos, "pero ésta es sólo la punta de un gran iceberg. Es como si consideráramos que la violencia de género sólo fuera el maltrato físico", explica a Público.
La violencia vicaria es una escalada en un largo proceso de violencia de género, que puede incluir la violencia física, económica y siempre la psicológica o de control. Porque control es la palabra clave. La violencia vicaria se produce en momentos de separación, cuando el maltratador ve que pierde el control y el poder sobre su pareja y "cuando esto ocurre, lo pierde todo y puede llegar hasta el castigo extremo, que es el asesinato de los hijos", afirma Rojas.
No se trata de enfermos mentales, son machistas
Igual que no existe un perfil de víctima de violencia de género, tampoco existe un perfil de maltratador. Las expertas advierten de que los que utilizan la violencia vicaria no son enfermos mentales; se trata de machismo llevado al extremo. Son personas que en su trabajo o en su grupo de amigos son totalmente normales y la violencia sólo la ejercen en su relación de pareja. "Si fuesen enfermos, agredirían a todo el mundo sin discriminar. Pero lo hacen con su pareja porque creen que tienen el poder de hacerlo. Es la cultura en la que nos hemos educado, en la que si tu mujer no hace lo que quieres, la puedes castigar. Porque el maltrato es un castigo, una violencia correctiva para que la mujer se entere de dónde está su sitio. El correctivo no es hacer daño porque sí, sino poner límites a cuál es el lugar de las mujeres para que no lo traspasen", añade Rojas.
Pero, como advierten las expertas, no se puede confundir la violencia vicaria con el inexistente Síndrome de Alienación Parental, que es un instrumento inventado por Richard Gardner, un psiquiatra pedófilo, para controlar a las mujeres en los procesos judiciales. Lo explicó en el Congreso de los Diputados la propia Delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, en contestación a las continuas provocaciones de Vox contra la violencia machista.
Una violencia difícil de denunciar
La mayoría de las mujeres que salen de la violencia de género no lo hacen a través de la denuncia, sino de la separación. Saben que denunciar la violencia que sufren podría exacerbar el maltrato hacia ellas y hacia sus hijos. Según los datos de la macroencuesta sobre violencia machista realizada por el Ministerio de Igualdad, cerca del 80% de las mujeres que ha sufrido violencia han optado por esta vía para acabar con ella. El mismo estudio revela que el 89,6% de las mujeres que han sufrido violencia de género por parte de su pareja tienen hijos. Esto supone que en nuestro país más del 1,6 millones de menores viven en hogares en los que se ejerce algún tipo de violencia física, sexual, de control, emocional o económica por parte del padre.
Sin embargo, según fuentes del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en España, apenas un 3% de los casos de violencia de género termina con la suspensión del régimen de visitas a los padres que han ejercido el maltrato y apenas en un 5,2% los jueces dictan la retirada de la guarda y custodia a los agresores como medida cautelar de protección de los menores.
Ante esta situación, afirma Vaccaro, "los agresores saben que si ya no tienen derechos sobre la mujer o forma de seguir maltratando a sus parejas, sí conservan el poder sobre sus hijos e hijas, a los que pueden transformar en objetos para continuar el maltrato y la violencia. Es la puerta que les deja abierta la justicia y las instituciones para que sigan en contacto con ella y haciéndole daño".
Por eso, esta experta afirma que la solución pasa porque la justicia entienda que un maltratador no es un buen padre y que si se demuestra que es violento, quede claro que lo es para todo, no sólo contra su pareja, también sobre sus hijos. "Es hora de revisar la interpretación de las leyes y su tratamiento a la luz de pensamientos con visión y perspectiva de género. Es hora de comprender que un ser violento, que maltrata a su pareja, que es capaz de ensañarse con seres vulnerables que él considera de 'su propiedad', no dejará su violencia de forma espontánea ni la clasificará en 'con esta sí y con este no'".
"Nos han educado en un sistema patriarcal en el que existen unas relaciones de poder de los hombres hacia las mujeres. Por eso ninguna media penal puede resolver el problema de la violencia vicaria. La única solución es la educación en igualdad y, hasta que esto no pase, no daremos con una solución", concluye Rojas.
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