a coruña
Actualizado:A cada testigo que va entrando la sala, la magistrada de la sala Penal número 1 de la Audiencia Provincial de A Coruña, Elena Fernanda Pastor Novo, le pregunta con amabilidad si tiene algún interés personal en el caso de la muerte de Samuel Luiz y si conoce los hechos enjuiciados. Luego, le advierte de que está bajo promesa o juramento, con obligación de decir la verdad a riesgo de que se le pueda procesar por falso testimonio. Esa charla previa es un requisito procesal básico, y tiene su lógica porque sus declaraciones podrían acabar fundamentando torticeramente la absolución de un o una culpable o la condena de un o una inocente.
Los amigos y amigas de Samuel Luiz y los y las de sus presuntos asesinos que han comparecido estos últimos días en el juicio por su muerte, apenas pestañean ante esas primeras palabras de la jueza y responden a sus preguntas a la primera y casi de carrerilla, probablemente porque acusaciones y defensas los han aleccionado previamente sobre lo que significan y cómo enfrentarlas.
En cambio, es en ese preciso momento, rodeados de gente con toga y en el solemne silencio de la vista en la que aparecen como involuntarios protagonistas, cuando los testigos imparciales, que ni siquiera conocían a la víctima ni tenían ni tienen relación alguna con sus agresores, se dan cuenta de que si mienten podrían incurrir ellos también en responsabilidad penal.
La verdad
Advierten entonces que no están allí para hacer valoraciones personales ni para expresar intuiciones ni experiencias propias, sino sólo para responder a lo que se les pregunta y para relatar exclusivamente lo que vieron y oyeron. Es decir, la verdad y nada más que la verdad. Si es que pueden recordarla, claro porque de esos fugaces y trágicos minutos en los que Samuel perdió su vida en la madrugada del 3 de julio de 2021 en el paseo marítimo de Riazor, han transcurrido ya tres años, tres meses, dos semanas y cinco días.
La mayoría de esos testigos que han pasado ya por el juicio, como los que lo hicieron este martes, no han podido identificar con plena convicción como autores del asesinato de Samuel a ninguno de los acusados: Diego Montaña, Catherine Silva, Kaio Amaral Silva, Alejandro Míguez y Alejandro Freire, alias Yumba .
Tampoco han podido explicar qué fue exactamente lo que hizo cada uno y en qué grado participaron en su muerte. Si bien las cinco personas que subieron al estrado este martes confirmaron algunas partes del relato que el jurado empieza a construirse, no supieron o no pudieron atribuir a ninguno de ellos los golpes, patadas, puñetazos y hasta botellazos que acabaron con la vida del joven.
Muchos de los declarantes, además, se muestran nerviosos y titubeantes durante los interrogatorios. Especialmente cuando la Fiscalía o las defensas emplean un tono elevado que su papel justifica, pero que los y las testigos pueden confundir con falta de cordialidad o incluso animadversión hacia ellos y ellas, que presenciaron la terrible cacería de manera fortuita e involuntaria, y que han acudido a la Audiencia por obligación legal, y probablemente moral, sin pensar que nadie va a cuestionar su intención de contribuir a esclarecerlos. Algunos, además, transmiten la sensación de sentirse incómodos y se remueven en el estrado cuando se les insinúa que ellos tampoco hicieron nada por auxiliar a Samuel.
"¿Mintió usted?"
"¿Mintió usted en su primera declaración ante la Policía? ¿Dijo la verdad ante el juez de instrucción? ¿Cómo es que no recuerda si Samuel estaba consciente si acaba de decir que usted estaba allí? ¿Está usted habituado a ver palizas, considera normal que no se le haya quedado grabado lo que le pasó a Samuel? ¿Por qué no llamó a una ambulancia si dice que el chico estaba tan mal y lo vio desplomarse ensangrentado? Se lo repito por última vez, ¿está usted seguro o segura de que no mintió en comisaría?".
Esa estrategia de preguntas y repreguntas forma parte del principio de contradicción del procedimiento criminal, que garantiza a los acusados su derecho a que su defensa confronte en la vista oral cada testimonio o prueba que se presenta en su contra. Los abogados abundan en ella para desacreditar la validez de las declaraciones que estiman contrarias a los intereses legítimos de sus clientes, para afirmar las que les resultan convenientes y para sembrar dudas en el jurado sobre la capacidad de memoria o la intencionalidad de aquellos testigos que les incomodan.
Es una táctica procesal habitual, porque las declaraciones durante la fase de instrucción ante la Policía o el juzgado carecen de valor probatorio. Pero la Ley del Jurado permite a las partes interrogar a los testigos sobre las contradicciones en las que puedan incurrir con respecto a testimonios anteriores, y a añadir éstos al acta que recibirá el tribunal popular para que sus miembros puedan valorarlas.
Se trata de un mero trámite, pero cuando, tras preguntar a un testigo si ha mentido, la acusación o la defensa se dirigen a la juez con gesto algo airado diciendo "Con la venia, señoría, en virtud del artículo 46.5 de la Ley del Jurado consideramos que existe una contradicción e instamos la aportación documental que la acredita", a algunos testigos les muda el semblante. Quizá recuerdan entonces las advertencias iniciales de la jueza y piensan que les están acusando de mentir.
preguntas encadenadas o improcedentes
En ese sentido, la magistrada procura mitigar ese impacto, explicándoles a ellos y al jurado el significado de cada actuación. También los calma y los tranquiliza dándoles tiempo cuando se atascan o se emocionan al rememorar el horror que padeció Samuel, y los protege frenando en seco a los abogados cuando los atosigan con baterías de preguntas encadenadas o improcedentes, o cuando pretenden incluir en el acta una supuesta contradicción que en realidad no lo es. "Letrado, el testigo le ha dicho tres veces que no lo recuerda, no es que diga ahora nada distinto a lo que dijo", les espeta entonces la magistrada.
Yendo al grano, si se analiza lo que hasta ahora han declarado los primeros testigos sobre cada uno de los acusados, como se hace en el despiece que acompaña a este texto, daría la impresión de que las defensas van ganando, porque hasta ahora no se ha podido probar que los acusados cometieran los delitos que se les imputan
Claro que queda muchísimo juicio, con sesiones fundamentales para que se puedan sostener, o no, las peticiones de penas de la acusación. No sólo el visionado de las pruebas documentales, científicas y forenses, entre ellas grabaciones, ropa, manchas de sangre y ADN, sino, además, las testificales de más de sesenta personas: tres de los cinco acusados; dos condenados por los hechos que eran menores de edad cuando ocurrieron; nueve testigos imparciales; once de parte incluidos los padres de Samuel; una treintena de agentes y mandos de la Policía; una docena de médicos, forenses, psicólogos y peritos...
Con cada uno, la jueza repetirá la misma escena inicial: "¿Promete o jura usted decir la verdad y nada más que la verdad?".
Así va el juicio por el asesinato de Samuel
Esta es la posición de cada acusado por el asesinato de Samuel según lo que han dicho de ellos los testigos que han comparecido hasta ahora en la visa oral:
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Diego Montaña. Se le atribuye el primer ataque a Samuel tras insultarle por la condición sexual que creyó advertir en él, y de haber protagonizado la cacería de principio a fin. Las acusaciones piden para él 25 años de cárcel por asesinato agravado con ensañamiento, alevosía y discriminación. De los cinco acusados es quizá el que peor lo tiene hasta ahora, porque tanto los testigos de la acusación como varios de sus propios amigos y conocidos han confirmado que fue él, en estado de embriaguez y muy alterado, quien comenzó el linchamiento sin que mediara provocación alguna por parte de Samuel. Sin embargo, de los testigos imparciales sólo uno, Magatte N'Diaye, uno de los senegaleses que trató de proteger al chico, ha podido identificarlo sin atisbo de duda.
Catherine Silva. Se la acusa de los mismos cargos y se le reclaman las mismas penas que a Diego Montaña, por entonces su novio, con quien habría proferido insultos homófobos contra Samuel mientras jaleaba a los agresores e impedía que Lina Fernández, la amiga de la víctima, lo auxiliara. Salvo ésta y otros dos testigos de parte que aseguraron haberla escuchado llamar "maricón" a Samuel y haber forcejeado con Lina, la mayoría de los testigos imparciales, salvo Magatte, no recuerdan haberla visto pegar o increpar al chico, ni siquiera tocarlo ni tampoco alentar su linchamiento.
Kaio Amaral Silva. Se enfrenta a 27 años de cárcel por asesinato con alevosía y ensañamiento, pero sin agravante de discrimación sexual, y por robo con violencia por haberle quitado el móvil a Samuel. Aunque algunos testimonios reconocieron su presencia en la zona del suceso, su exnovia y sus amigos le han exculpado de la agresión, aunque uno admitió que estaba en actitud agresiva y con intención de patearlo cuando estaba en el suelo. Magatte N'Diaye sí lo ha identificado como uno de los atacantes que les perseguían a él y a Ibrahima Diack cuando ambos intentaban socorrer al agredido. En cuanto al teléfono, al menos dos de sus amigos o conocidos dijeron que esa misma noche trató de vender por 100 euros el móvil que le habría robado a Samuel.
Alejandro Míguez. Las acusaciones piden para él 22 años de cárcel por asesinato con alevosía y saña. Ha reconocido que mintió en sus declaraciones a la policía, y de los testigos imparciales sólo ha sido reconocido por Magatte, con quien habría reconocido haberse enfrentado durante la persecución, según afirmó uno de los testigos presenciales que lo conocía. De los varones acusados es el único que no está en prisión provisional sino en libertad bajo medidas cautelares.
Alejandro Freire, "Yumba". Casi todos sus amigos y los testigos de parte le han identificado como la primera persona que secundó el ataque de Diego Montaña, y que trató de estrangular a Samuel con la maniobra del mataleón, de espaldas a él y cerrando el brazo sobre su cuello. También le ubican en toda la cacería posterior que acabó con Samuel inconsciente y agonizando en la acera. Pero de entre los testigos imparciales, sólo Magatte le ha señalado sin duda como uno de los atacantes. Las acusaciones le reclaman 22 años por asesinato con ensañamiento y alevosía
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