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Actualizado:Teresa fue poeta antes que mariscadora. Componedora de versos por vocación y labradora del mar a la fuerza. ¿Por dónde empezar? En su ecuador vital, se vio obligada a peinar con su rastrillo la ría de O Burgo para poder mantener a sus tres hijos y cuidar de la mayor, con parálisis cerebral. Ningún otro oficio a su alcance le brindaría la flexibilidad horaria para atenderla. Antes había encadenado algún empleo con otro, pero las necesidades de Sandra no le permitían estar cinco días a la semana, ocho horas al día, atada a un puesto de trabajo convencional. Las visitas al médico. Las noches en vela. La rehabilitación para que lograse caminar. Los viajes a los hospitales de Santiago, Vigo o Madrid.
“Tener una hija así tiene aspectos maravillosos, aunque te condiciona muchísimo”. Su matrimonio estaba roto, pero ella también era una dependiente. Económica. Cuando los chavales crecieron y se convirtieron en sus dos bastones, al fin pudo separarse de su marido. Desde entonces, el único reloj que le marca el minuto es el de la marea.
La marea baja. El pan húmedo. La salitre asonante.
Teresa Ramiro nació en 1958 en una casa de Río da Cova, un lugar de la parroquia de Vilaboa donde su abuela ejercía de lavandera. Doce hermanos. Cerdos, gallinas y conejos. La vista de la ría de O Burgo al fondo, que a este lado baña A Coruña y Culleredo, el ayuntamiento donde reside. “Mi abuela bajaba a la ciudad para entregar la ropa limpia a médicos y militares y, de paso, recoger la sucia. Me encantaba ir con ella, porque en aquellos hogares había niños. Y donde había niños, había cuentos. Me ponía a leerlos y al final terminaban regalándome alguno”, rememora.
“Antes que nada, fui poeta. Prácticamente, desde que aprendí a leer, una de mis pasiones. Me pasaba el día con un libro en lo alto de un cerezo. Luego, cuando mis amigas iban al baile, yo me quedaba en mi habitación o en el huerto leyendo y escribiendo”.
Escribía para sí. Pasados los años, se le secó la pluma. “Lo quemé todo, menos cuatro poemas”. Cuando se divorció, retomó la escritura. Fundido a negro (Editorial Caldeirón) son algunos de los versos que compuso en la última década. En ellos se agita el mar y se mece la ría. Homenajea a mujeres de espaldas encorvadas. Sopla en la candidez de los ojos de Sandra. Habla de la herida abierta en la tierra, que había permanecido dormida durante décadas hasta que la despertó la minería salvaje. Del percebeiro que se juega el pellejo: "Cuchilladas de vida, cuchilladas de sal". Y luego hay gente que dice que los percebes son caros...
La Editorial Caldeirón, más allá de la temática, le echó el ojo a la autora. “Nos interesaba ella: su presencia vital, su actividad en los movimientos cultural y asociativo, su implicación en los cuidados a dependientes… Ése fue el inicio. Luego nos envió el manuscrito y nos gustó mucho”, explica Eduardo Estévez, quien lo califica como “auténtico y vivido, creíble y honesto, veraz y potente”. También una obra singular, como cualquiera de las que publica la editorial de Malpica, una península de pescadores que desafía las aguas bravas de la Costa da Morte. Además del ganador del Certamen de Poesía Erótica Illas Sisargas, sus editores apenas publican un libro o dos al año. “El de Teresa era muy esperado. Y, además, está presente el elemento que más nos interesa, porque nuestro sello es el mar”.
Estévez, que venía colaborando desde Santiago con Caldeirón, tomó el testigo cuando Paco Souto falleció y el silencio estremeció las tierras del noroeste. Nacido en Coruña, dinamizó todo lo que estaba a su alcance desde Malpica: fundó Edicións do Dragón y Letras de Cal, montó el Cornecho —mucho más que un bar—, se enroló en el Batallón Literario da Costa da Morte, publicó poemarios y ganó concursos, ejerció como concejal del BNG —quizás no sea una casualidad que la sede de la editorial esté ubicada en la rúa da Patria Galega— y también fue percebeiro, hasta que el mar nos lo arrebató en Razo: “Ese sabor a sal na boca / coma se a morte viñese cada nove ondas”, había dejado escrito.
“Su legado es enorme. Yo nunca habría escrito poesía si no fuese por él”, confiesa Paco de Tano, amigo, coeditor y presidente de la asociación cultural Caldeirón. Tan unidos que hasta compartían el nombre. “Fue un catalizador que nos dejó una gran herencia y, en mi caso, una responsabilidad enorme al frente de la editorial, porque él ya había tocado todos los palos y venía de vuelta. Era un innovador, además de una persona comprometida”, explica desde Viños Tano. A simple vista, la puerta de un garaje, aunque dentro se despachan caldos y versos. “Aquí nació la editorial. Vimos que el acceso al exterior desde un pueblo de la Costa da Morte era difícil, al tiempo que percibimos que fuera también existía un vacío, porque muchos poetas se topaban con dificultades para publicar”.
La editorial echó a andar con los propios versos de los fundadores. “La intención era que el beneficio de cada libro se invirtiese en la edición del siguiente. Así fue hasta que nos empezaron a contactar poetas de cierta entidad que preferían estar con nosotros que con otras editoriales más grandes, por el mimo que recibían tanto ellos como sus obras. Eso sí, había una condición innegociable: los textos tenían que ser en gallego”.
El poemario de un marinero embarcado en el Gran Sol, el ceense Xosé Iglesias, se convertiría en su best seller. A Transfusión oceánica le siguieron otros, escritos por una familia que no compartía sangre, pero sí salitre. Al reclamo de recitales y presentaciones por la provincia, su número se fue ampliando, mientras que la ruta organizada en homenaje al pintor surrealista Urbano Lugrís atrajo a Malpica a Xabier Maceiras, a Xurxo Souto o a la propia Teresa Ramiro. “Ya nos la habían recomendado, aunque cuando conocimos su historia era cuestión de tiempo que debutase con un volumen que recoge todas las etapas de su vida. El mar nos unía, pero además llevaba dentro unos poemas muy sentidos”, reconoce Paco de Tano.
Siguiendo la costa hacia el norte y adentrándonos en la ría de O Burgo, podríamos encontrarnos con Teresa: arqueada, la almeja; arrodillada, el berberecho. “Echas horas doblada, mas con las piernas rígidas. Si mariscar en seco es duro, imagínate en el fango, que ejerce de ventosa y te atrae hacia dentro, lo que multiplica el esfuerzo y el peligro. Añádele las condiciones meteorológica adversas y que siempres estás metida en el agua y húmeda, pese a que lleves botas de neopreno. Antes las mujeres regresaban en bus completamente empapadas y hoy existen nuevos materiales, pero la ropa de abrigo limita tus maniobras, por lo que al final tienes que mojarte. Eso y la postura acaban pasando factura, en forma de artrosis o hernias”.
Una visión nada poética, aunque Teresa aporta la histórica. “Antiguamente, las mujeres llevaban la ría, porque el cabeza de familia era albañil o marinero, podía estar embarcado o trabajar en otros sectores. Más que un oficio, era un complemento a lo que el marido traía a casa, hasta que hace medio siglo empezó a verse como una profesión. Ahora bien, nosotras sólo salimos con marea baja, por lo que resulta muy complicado sostener a una familia con cuatro horas de trabajo durante diez, doce o quince días al mes”. Luego puede sobrevenir la tragedia: días después de escribir A Rabaleira, dedicado a los percebeiros y musicado por Os Diplomáticos de Monte Alto, su hermano pequeño murió ahogado en la ría de O Burgo.
Sin embargo, el marinero vuelve al mar, como la mariscadora regresa a la arena. Sandra tiene cuarenta años y parálisis cerebral. Su madre alterna la extracción de los frutos del mar con sus cuidados. Hay excepciones, reconoce, mas casi siempre les toca a ellas. “Lo más triste de todo es que no recibimos ayuda de la Administración. Y no hablo de la económica, sino de prestaciones y servicios. Tiras de la familia, pero al final hasta tú misma te conviertes en dependiente, porque dependes de otras personas para que te echen una mano. Siempre pidiendo favores, y eso quema”.
Teresa lleva a su hija a todas partes. “Le encantan la música y las foliadas”. También van juntas a los mítines: Ramiro se presenta en la lista del BNG a la Alcaldía de A Coruña.
“No obstante, psicológicamente, a veces necesitas respirar y cargar las pilas para seguir atendiéndola en condiciones, porque terminamos agotadas”.
“No hay salida. La Administración debería darnos una solución”.
Resultaría un topicazo decir que la poesía es para ella una válvula de escape. Porque Teresa fue primero poeta, luego madre y posteriormente mariscadora. “Simplemente, me relaja”. Aprovecha que no ve la tele para escribir en sus ratos libres. A veces, es evasión. Otras, observación: “Un reflejo en el agua del puerto. Una pena que me ha marcado. Los poemas son momentos y lugares”. También ha escrito contra la mina de Touro, pero luego tuvo que borrar las fotos del río que había inspirado los versos: “Fue lamentable ver y oler lo que llevaban aquellas aguas. Me tronzaba el alma”.
Entiende que haya paisanos que se aferren a los puestos de trabajo prometidos, aunque luego son muchos menos de los esperados, según ella. “El hambre es negra. Por eso, cuando estás desempleado, no te paras a pensar en las consecuencias. Sin embargo, esas explotaciones le causan un perjuicio evidente a nuestra tierra, que no se recupera en mucho tiempo”.
Cuando te ofrecen un futuro que niega el futuro.
Por eso ella defiende el presente. Una ría limpia. “Donde todo pasa”. No porque allí suceda todo, sino porque ver a las compañeras, charlar con las amigas, bromear y reír, es una terapia. “Sí, en ese sentido, se te pasa todo. Aunque los problemas permanezcan ahí y te asalten luego”.
Fundido a negro.
“El mar es duro, pero hermoso a un tiempo”.
“Respiras vida y energía”.
Decía el poeta mozambiqueño Mia Couto que si quieres escribir un país, primero tienes que aprender a leerlo.
Teresa lee sobre la arena una nación que desaparece cada vez que sube la marea.
Luego, cuando baja, la reescribe, aun a sabiendas de que crecerán las aguas y volverán a llevársela consigo.
“La verdad es que, si no fuese mariscadora, no sé qué escribiría”.
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