zaragoza
El Ebro lleva en su desembocadura la mitad del agua que llevaba a mediados de los años 90. Según los datos facilitados por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), la cuenca, ha cerrado el año hidrológico 2018-2019 con una aportación en su desembocadura en Tortosa de 6.037 hectómetros cúbicos, menos de la tercera parte de los 18.216 con los que en la década de los 90 los ministros Josep Borrell (PSOE) y Jaume Matas (PP) justificaron sus megalómanos proyectos de trasvases al arco mediterráneo.
Ese volumen de 6.037 hectómetros, que supone un caudal medio de 195 metros cúbicos por segundo, menos del doble del histórico chorro de seguridad de cien que la Plataforma de Defensa del Ebro considera insuficiente para garantizar la supervivencia del Delta, sitúa el recién finalizado año hidrológico como el cuarto peor de las últimas dos décadas, solo por delante del 2001-2002 (4.179), el 2011-2012 (3.905) y el 2016.2017 (5.147).
En esos veinte años, el promedio fue de 8.826, por debajo de la mitad de los registros en los que se basaron los proyectos de macrotrasvases de hace un cuarto de siglo.
Esa reducción de las aportaciones al Mediterráneo, que tiene como motivos principales el desplome de las precipitaciones de nieve y de lluvia por el calentamiento global y la mayor demanda de recursos por la extensión del regadío, confirman una tendencia que los expertos llevan unos años detectando: el Documento Inicial del nuevo Plan Hidrológico del Ebro 2021-2027 cifra en 16.448 el caudal medio del periodo 1940-2005, con picos de 27.486 y mínimos de 8.175, y lo reduce a 14.623, con los extremos en 24.019 y 8.402, para el ciclo de 1980 a 2005.
Menos agua por el calentamiento global
Y las previsiones apuntan a que esa merma de los recursos seguirá produciéndose en los próximos años como consecuencia de la crisis climática. "El porcentaje de disminución de la aportación natural en el periodo 2011-2040 con respecto al período 1940-2005 es del 5% en la demarcación del Ebro", señala el estudio, que advierte que el caudal también disminuirá por el "incremento de consumo de la vegetación natural derivada de la reforestación y revegetación en las zonas de montaña", que es uno de los motivos de la "disminución en la escorrentía natural apreciable desde los años 60 en las cabeceras de los ríos".
Otras estimaciones apuntan a que la reducción de las aportaciones de la cuenca pueden llegar a alcanzar el 20% en las próximas décadas como consecuencia del cambio climático.
El desplome de los caudales, que se da de manera generalizada en toda la cuenca del Ebro, ha sido este año especialmente notable en alguno de sus principales afluentes como el Gállego, que ha cerrado el ejercicio con una aportación de 255,8 hectómetros cúbicos cuando la media de las últimas dos décadas es de 541.
Alerta por sequía en el Pirineo
Otros como el Jalón, en la margen derecha, se hallan en la media, con un registro de 247 para un promedio de 220, mientras el Aragón, que en los últimos doce meses ha tenido varios episodios de crecidas, estaba con 4.348 cerca de cuadruplicar el suyo de 1.412.
Pese a los datos de cierre del año hidrológico en esos dos afluentes, la cuenca del Ebro se encamina hacia una situación crítica por la falta de lluvias (han sido el 60% de lo habitual), según anticipan los Indicadores de Sequía de la CHE, que atribuyen un episodio de escasez prolongada a cuatro de las seis subcuencas más orientales de la demarcación: la del Cinca y el Gállego, la del Ésera y el Noguera Ribagorzana, la del Guadalope y la del Bajo Ebro, cuyas carencias arrastran al conjunto de la cuenca a un cuadro de sequía.
Las aportaciones acumuladas entre junio y agosto se quedaron "por debajo de lo habitual" en "prácticamente toda la cuenca", anota el informe, que añade que los territorios de varios afluentes "traspasan el umbral de sequía prolongada o se encuentran con valores cercanos a la misma, especialmente en toda la margen izquierda", que es la que recoge las aguas del Pirineo.
Tanto el Cinca y el Gállego como el Aragón y los Arbas, además del Iregua, se encuentran en una situación de alerta en lo que se refiere a las aportaciones naturales, mientras que ya han llegado a prealerta, además del tramo riojano del Ebro, el Aguasvivas, el Guadalope y la desembocadura, el Segre y el Noguera Pallaresa, lo que supone que las alarmas se han encendido en más de dos tercios del Pirineo.
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