MADRID
El plástico parece haber desbordado la vida. No hay resquicio en el planeta que quede libre de este material. Las poblaciones africanas también empiezan a sufrir los efectos de estos residuos que contaminan la tierra y los mares. En Njombe, una pequeña localidad situada al sur de Tanzania, los plásticos multicolores comienzan a entremezclarse con la arena rojiza de sus calles. En algunos casos, la basura plástica se recoge para ser quemada. No hay más medios que el fuego. Otras veces, se sincretiza con la naturaleza y queda en el olvido, entre la maleza y los árboles.
"No se genera la misma cantidad de residuos que en Europa, pero la población no deja de crecer y los hábitos de consumo están cambiando", explican desde la ONG local SHIPO, para evidenciar que los plásticos están convirtiéndose en materiales cada vez más presentes en las costumbres cotidianas de la sociedad tanzana.
Al aumento del uso de plástico debemos añadir las cualidades de una sociedad en desarrollo en la que el tratamiento de los residuos brilla por su ausencia. Si en Europa el sistema de reciclaje no garantiza el tratamiento circular de los desperdicios plásticos –en España solo se recupera el 25%, según los datos de las comunidades autónomas–, en África la situación se presenta aún peor.
"Los camiones de basura sólo pasan por las calles céntricas de Njombe y no hay contenedores ni nada. La gente amontona el plástico y los desperdicios en agujeros en sus jardines y cuando se llena lo queman y lo entierran", expone Leire Díez, una ingeniera ambiental vasca que lleva trabajando en la zona para uno de los departamentos de SHIPO.
A escala nacional, la importación de plásticos efectuada por Tanzania se ha multiplicado un 400% desde el año 2000, según los datos del OEC (Observatory of Economic Comlexity).
¿Qué se puede hacer contra este problema de acumulación de plásticos? Esta es la pregunta que trata de resolver la ingeniera vasca, que junto con otros voluntarios trabaja par crear una herramienta que revierta la contaminación por plástico de este pueblo africano de cerca de 40.000 habitantes.
Así es como ha nacido el proyecto Njombe Beyond que, de salir bien, podría exportarse a otras zonas de África Subsahariana. Desde SHIPO, ONG para la que trabaja Díez, son conscientes de que la solución al problema de los plásticos sólo pasa por el fin de su fabricación. No obstante, los residuos que hoy se acumulan deben tratarse de alguna forma y la economía circular se presenta como una alternativa factible en zonas como este pueblo tanzano.
"La idea central es que los residuos puedan servir a la gente de aquí", expone Díez. Para que el plástico termine convirtiéndose en el mango de una azada o se transforme, por ejemplo, en una silla sobre la que descansar, utilizarán –si consiguen los fondos a tiempo– un modelo basado en el programa Precious Plástic. Éste nació en Holanda para establecer una red global a la que la gente puede sumarse para trabajar de manera cooperativa en la reconversión de los residuos plásticos en materiales útiles para la vida cotidiana.
En cualquier caso, el proyecto tanzano busca establecer pequeños talleres y herramientas de fácil uso que puedan llegar a toda la población. Una trituradora, una inyectora y algunos moldes pueden servir para revertir esta realidad manchada de residuos. Con el banco de trabajo creado, la primera fase del proyecto pasa por el "entrenamiento", comenta Díez.
La idea que barajan los voluntarios es que primero empiecen a participar los trabajadores que recogen los residuos de Njombe y cambien la incineración por la transformación circular. Después, será el resto de la población la que se vaya incorporando a los talleres de aprendizaje con la intención de que la basura pueda ser útil para la agricultura o para las escuelas del pueblo.
"Esta es una oportunidad de hacer las cosas bien desde el primer momento y no caer en los errores en los que ya cayó en su momento Europa y los países occidentales", zanja la ingeniera.
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